«Brazos en alto»

OPINIÓN

Balanza de justicia
Balanza de justicia

02 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) es un club creado por José María Aznar de un conservadurismo enlatado al modo de una conserva de atún o de mejillones, y sin fecha de caducidad, que aboga por el mando de una élite socioeconómica que mantenga en el sitio que le corresponde al resto de ciudadanos de una manera tal que se les arrebata las más de las veces esa condición, hundiéndolos en la de vasallos, arropada esa élite por un catolicismo pre Vaticano II, simbolizado por «pastores» de la talla de Rouco Varela o Sanz Montes, que a buen seguro se estarán empapando del libro de Juan José Tamayo «Cristianismo radical».

Las sentencias de Aznar son a veces de tipología golpista («el que pueda hacer, que haga», para derrocar al Gobierno legitimado en las urnas) y otras son sonoramente tergiversadas y de las que no se desdice, pese a la evidencia de la «arqueología» política y del arrepentimiento de sus compinches (Bush y Blair), no entona el «mea culpa» de la falacia de las «armas de destrucción masiva» en Irak, así como de las consecuencias catastróficas que provocó (los atentados de los trenes de cercanías de Madrid, entre otras).

Pues bien, esta fundación y su líder que, de tanto en tanto, marcan el rumbo a Núñez Feijóo, nos ha hecho saber esa semana en su página web su postura acerca del maremoto fascista, ya sea de naturaleza pura (Meloni), franquista, falangista o de los pólipos tumorales que brotan en la actualidad (Abascal, Ayuso, Manos Limpias, Hazte Oír…), ya sea nazi (Trump-Musk, Milei), ya sea populista totalitaria (Orbán, Putin, Maduro…), donde todas estas variantes pueden conjugarse, entremezclarse como una red de despotismo milmillonario y cibernético en el que el oprobio, la falsificación, el infundio, la mentira más grosera inimaginable, calan entre las multitudes de mentes harapientas cebadas con una propaganda que nos devuelve a la casilla de salida donde estaba Europa hace 103 años y acabó con más de cien millones de muertos (contabilizados los de otro de los «grandes» de la época, Stalin, que tomó el testigo de Lenin y lo llevó a extremos «históricos»).

Y nos ha hecho saber también FAES, gratamente, que se desmarca de esta internacional del terror, y lo hace con una claridad que está ausente en el triunvirato del PP (Feijóo, Gamarra y Tellado) y en el grano en el culo de Génova, la que lleva grabado en la frente «in aeternum» el número 7.291 (el 227 en la de Mazón, donde ambos números son muy propios de presidiarios en competencia por ser el más misirable), esa que dijo el otro día que un cámara agredió a su amante a la salida de un juzgado al que reiteradamente se negaba a acudir, chulo que es el Amador en la forma y en el fondo, para retrasar y parar, si puede, con todo el poder del Gobierno madrileño puesto a su servicio. Supondremos, a la vista de los antecedentes, que el cándido cámara acabará ante un juez, pero no ante uno cualquiera, sino que se seleccionará a uno de los «apropiados», que en el Reino de Isabelita I de Madrid los hay a patadas.

Bajo el impecable y acertadísimo título de «Brazos en alto», el texto de FAES retrata a los dementes de Vox, el partido ultra que se cobija entre las ancas de la copia estadounidense del Gran Dictador. Porque cómo entender que Santiago Abascal se alinee con «el cliente de Stormy Daniels» (cita textual del comunicado, en referencia a Donald Trump y el pago que le hizo a la actriz porno para que no contara sus encuentros sexuales, que podrían cercenar su carrera hacia la Casa Blanca). Cómo entender que se respalden las tesis de un tipo que va a sacudir nuestra economía con los aranceles, poniendo en dificultades a decenas de miles de productores y trabajadores. Cómo tragar que un convicto megalómano, con insaciable sed de poder e hijoputismo culpe ahora a Ucrania de iniciar la guerra y se enrolle con el mafioso e hiper criminal Vladimir Putin, mientras que su país arrasa con todo atisbo social para que el único emperador sea el dólar, o la muerte lenta o rápida de millones de personas, quienes, algunos o muchos de ellos, lo votaron con el mismo entusiasmo con que lo hicieron los germanos con el austriaco en 1933. Y es que la Historia Universal sirve el mismo plato de mierda una y otra vez.

La bala que rozó la oreja derecha de Trump fue la bala más desaprovechada de este siglo, como lo fueron los atentados contra Hitler en el XX. Hay una pregunta que se suele hacer al respecto: ¿asesinaría al niño Adolf de saber en qué se iba a convertir?, interrogante que ha de repetirse, necesariamente, con el niño Donald. A una bestia hay que liquidarla a tiempo, antes de que crezca, para evitar el «mal absoluto», que dijo Hannah Arendt, que ya de universitaria empezó a conocer qué era el nazismo cuando metía en su cama a su ilustre profesor de Filosofía Martin Heidegger. Trump, como antes Hitler, Stalin, Mussolini o Franco, y hoy Putin, Maduro u Ortega, es eso, el Mal Absoluto.