Todo es un negocio (De la política a la inteligencia artificial)

OPINIÓN

Inteligencia artificial
Inteligencia artificial

23 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Andrés Rábago, dibujante en periódicos y pintor en lienzos, unas veces con caballete y otras con asnilla, primero con el pseudónimo de OPS y luego «El Roto», es el autor de un libro, «Parpadeos», editado por Taurus en 2023. Parpadeo que es como un continuo encender y apagar, muy apropiado para un artículo como el presente que va de máquinas inteligentes, casi como cerebros humanos. El libro de Andrés Rábago es de aforismos, un total de 705; y «aforismo que es -según el introductor llamado Basilio-, el género literario más escueto, la forma abreviada de una certeza, la articulación fugaz de un enunciado irreparable». El aforismo 644 de El Roto dice: «El cerebro también produce excrementos; en algunos casos, incluso se exponen o encuadernan». Me interesa más la primera oración que la segunda.

Lo de los excrementos del cerebro hay que tenerlo muy en cuenta al escribir -como hago ahora y en líneas posteriores- sobre el cerebro, el biológico, y el de las máquinas, o sea, la llamada «inteligencia artificial» (IA), calificada con optimismo, de «generativa» y con pesimismo de «degenerativa», o sea, la basada en datos («data-driven AI»). Todo lo cual, junto a la Política, son inmensos negocios -siempre lo fueron- aunque ahora con Donald Trump, el 47 presidente de Estados Unidos, y Elon Musk, no se precisen caretas o máscaras. ¡Rostros al aire! Jamás fue tan procedente acordarse, ante el presente carnaval, de que el cerebro, en especial el de algunos, produce excrementos. Y Trump y Musk, según dicen otros, son, ambos, de imprevisibles comportamientos. Y que nadie se escape, tampoco Biden, el demócrata, que hasta indultó a su hijo, lo cual, el indulto a su propio hijo, es un excremento en sí.

Y si el aforismo puede ser un género, la llamada cita o glosa de un texto en otro, es parte de la escritura repetitiva, del lenguaje y del discurso. Y ante citas importantes, no me bastan los diccionarios, sino que también releo «La segunda mano» o «el trabajo de la cita», del profesor de Literatura y francés, Antoine Compagnon, libro que publicó en España la editorial Acantilado, en 2020: un libro calificado de bífido por el autor, «como la lengua de la serpiente que tentó a la primera mujer». Libro de mucho mérito para escribirlo y un libro de mucho mérito para leerlo.

Cita importante es la de Juan Luis Cebrián, presidente de honor de El País hasta abril de 2024, fecha en la que empezó a colaborar en el digital «The Objective». En Babelia, el 30 de septiembre de 2023, página 11, se publicó el artículo de Cebrián, titulado «Elon Musk, el guardián de la mazmorra, y que subtituló: La biografía de Walter Isaacson del hombre más rico del mundo (Musk), impulsor de los viajes privados al espacio, es un retrato psicológico de un emprendedor que se describe como un bipolar de catálogo». Esa biografía, que confieso no haberla leído, se publicó en castellano, por «Debate», en 2023.

La cita es la siguiente: «Isaacson lleva a cabo una formidable descripción psicológica del individuo (Elon Musk), que según propia confesión es un «bipolar de catálogo». Sus exmujeres explican que convivir con él significa sumergirse en una eterna discusión. Acostumbra a actuar como el macho alfa de las organizaciones que dirige, pero al tiempo cae de repente en comportamientos casi tiernos e infantiles». O sea, que Musk tiene un grave problema de salud mental y que, por confesión propia está acreditado. De eso nada sé ni me pronuncio: cito lo que otros escriben.

Concluye Cebrián su artículo crítico sobre el dueño de la red social X, de Space X, Neurolink, Starlink, Testa o Boring, diciendo: «Ni Julio Verne hubiera imaginado un protagonista tan atractivo y contradictorio para sus novelas».

Fueron forzadas y hasta ridículas, de risa algunas y otras muy ofensivas, las fantasmadas y teatrillos de marionetas, cual cervantino «Retablo de maravillas», de Musk durante la campaña electoral de Trump, caso de lo acontecido en el Madison Square Garden de Nueva York; también las intervenciones posteriores, como la más reciente en el Despacho Oval de la Casa Blanca junto a su hijo, de nombre X AE A-12, en presencia del casi octogenario presidente americano, de cara y cabellos de colores o coloretes indefinidos y artificiales por tintes, mientras firmaba el Decreto contra las pajitas de papel con exagerado rotulador negro.

Es natural, ante tanta desmesura y aparatosidad, que aumenten las sospechas de dolencias de la mente o «abultamientos» cerebrales, peligrosos en personas tan poderosas: Trump y Musk. Por otra parte, otros analistas, procedentes no de la sanidad sino de la economía, denuncian que la proximidad de lo económico al poder político, es muy buscada, por interesar al «Business», y no estamos ante un negocio de medio pelo. El acercamiento entre los poderes, económico y político, es de esa misma manera y en todas partes, también en España: solo hay que ver las caras de idiotas que ponen los magnates españoles al cortejar y en trance de seducir a los también magnates del Poder, sea un Sánchez o un Pérez cualesquiera.

Muy sabido es que no se puede ser magnate contra el poder político, contra un Sánchez o un Pérez, ni siquiera ser rentista de lo vacacional, con o sin IVA. Entre Trump y Musk se descubrió la alianza: «La unión no es solo buena para los negocios, es un negocio en sí misma». Gary Marcus, experto en IA dijo: «Musk hará todo lo posible para que el Gobierno subvencione el desarrollo de la IA, incluidas sus empresas. El mayor problema para las grandes tecnológicas es que han invertido mucho en IA generativa…».

Tampoco es casual el acercamiento de Musk al argentino Milei, teniendo en cuenta que Argentina, junto a Chile y Bolivia, disponen de las mayores reservas mundiales en el litio, que es un mineral clave para las baterías de los vehículos eléctricos, los de los eléctricos Tesla, compañía de Musk. El martes 18 de febrero leí: «De Trump a Milei: las memecoins presidenciales agitan los criptos». No se comprende, pero suena bien. Y no estamos ante una novedad. En la entrevista al Premio Nóbel Simon Johnson se dice lo de siempre: «Hoy el progreso está enriqueciendo a una élite de empresarios e inversores mientras el resto de ciudadanos ven precarizada su existencia».

Cada vez es más admitido que algunas patologías o dolencias mentales son compatibles con un cierto tipo de excelencia, pudiendo alcanzarse metas tales como ser el más rico del mundo o ser el consejero privilegiado de un presidente norteamericano (Elon Musk fue ascendido al Departamento de Eficiencia Gubernamental de Norteamérica). Para eso, ciertamente, hay que salirse de la normalidad. Ya se viene admitiendo científicamente que la llamada «genialidad» puede estar causada, por ejemplo, por un cierto tipo de autismo en la infancia.

En el artículo de Cebrián se escribe: «El propio Asperger (pediatra y psiquiatra austríaco, cuyo apellido ha dado nombre a una clase de autismo temprano) llegó a asegurar que se requiere un chorrito de autismo para el éxito en la ciencia o el arte». Si en el siglo XX fueron varios los tratados explicando la «genialidad» desde la «neurosis», asunto de Freud, también en el XX y ahora en el XXI se atribuye la genialidad a otros defectos, aunque relativamente suaves. Y resulta sorprendente en tiempos de tantas innovaciones e inventos imparables sobre «inteligencia artificial» o inteligencia de las máquinas (I.A), que sigamos siendo torpes en lo del funcionamiento de la genuina inteligencia: la de los humanos, también llamada «natural o biológica».

Los actuales tiempos de la IA habrían de permitir profundizar en el funcionamiento del cerebro biológico, que está más cerca, en nosotros mismos; es absurdo teorizar sobre los simulados neuro/conductores de la IA e ignorar cómo funcionan los imitados, o sea, los humanos, cuyo mal funcionamiento causa depresiones y graves formas bipolaridad, pasando de la depresión a lo maníaco. En el Dossier del periódico La Vanguardia, número 90, de enero/marzo 2024, de lectura recomendable, se dice: «Al contrario de lo que ocurre con la inteligencia humana, resulta que las redes neuronales pueden establecer representaciones muy sólidas de los datos si -y solo si- disponen de enormes cantidades de ejemplos en los datos con los que entrenarse».

Por eso se necesitan, para la IA generativa los potentes «centros de datos» a los que nos referiremos más adelante, que para la inteligencia biológica basta el pequeño tamaño de la cabeza. Todos, incluso los más cabezones, tenemos un cerebro estrecho y apretado, como las tripas del intestino. Frente a la poca información precisada por los cerebros humanos, la IA precisa de volúmenes masivos de información. «Para que la IA dibuje un gato, hay que meter en el Data Center, para su computación, modelos a miles de gatos». Y si entre tanto gato, por error, se mete otro felino como una pantera, menudo problema. Es lo que se denomina más o menos «simular capacidades cognitivas humanas».

Si habremos de defendernos de los excesos de la IA generativa, por ser susceptible de crear riesgos inmensos para la población y sus derechos, amenazando hasta la posición de los estados-nación como principales agentes geopolíticos del mundo, tendrá que efectuarse una regulación integral que proteja el cerebro humano como «una sacra res en la que reside la actividad psíquica de los humanos, hombres y mujeres» (Enrique Goñi). Y es preciso denunciar que muchos éxitos de la Inteligencia Artificial se hacen a base de pisotear los llamados «neuroderechos» de la actividad cerebral humana. ¡Trampa, trampa en la obtención de datos! Las ganancias económicas de las grandes empresas privadas tecnológicas de IA se basan en parte en aquel pisoteo de esos derechos de novísima generación o emergentes.

El líder ruso, Vladímir Putin, en referencia a la IA generativa, caso de la empresa americana «OpenAI», dueña de ChatGPT, a finales del 2023, o caso de la empresa china High-Flyer, dueña de DeepSeek, a finales de 2024, que pueden producir textos, arte, códigos informáticos y discursos convincentes y originales, a gran velocidad y escala, afirmó: «Quien se convierta en líder en el dominio de la inteligencia artificial será el dueño del mundo».

En el artículo de La Vanguardia Dossier, titulado «La paradoja de la inteligencia artificial», se escribe: «LA IA también será el foco de una intensa competencia geopolítica. Ya sea debido a sus capacidades represivas, potencial económico o ventaja militar, la supremacía en IA será un objetivo estratégico de cualquier gobierno con recursos para competir». Y líneas después, se añade: «Los dos agentes más importantes (China y EE.UU) perciben el desarrollo de la IA como un juego de suma cero que proporcionará al ganador una ventaja estratégica decisiva en las próximas décadas».

En el editorial de «Le Nouvel Obs», de la semana del 6 al 12 de febrero de este año, se escribe que ya estamos en un enfrentamiento geopolítico mayor para el control de la IA, tecnología que ofrece un potencial económico, militar y social jamás vistos en la historia de la humanidad. Y tres actores, con muy diferente papel: USA, China y la Unión Europea.

Eso explica que la primera fila, en la toma de posesión de Trump, el pasado 20 de enero, estuviese ocupada por fundadores y directivos de las grandes empresas tecnológicas, americanas. Todo un gobierno de «facto», «un verdadero tecno-poder». Y tanto fervor de capitostes y ricachos de las nuevas tecnológicas, «made in USA», explica lo de la jurista Katharina Pistor: «La perspectiva de buscar el poder público para eliminar controles al poder privado es demasiado tentadora para dirigentes empresariales con tiempo y dineros suficientes».

Precisamente por esa potencialidad política de la Inteligencia artificial, no fue extraño que en la Conferencia sobre Inteligencia Artificial («Cumbre de Acción sobre Inteligencia Artificial»), que tuvo lugar en París los pasados días 10 y 11 de febrero, se solaparan los temas de inteligencia artificial y la nueva política de Trump, uniéndose lo que se llamó el «trumpismo tecnológico». No quedó claro si el discurso del vicepresidente de USA en el Grand Palais de París versó sobre Ucrania o sobre la Inteligencia artificial, advirtiendo de manera sibilina a los europeos, los de la UE para que no incordien a los «megas de California» con prohibiciones y normas, pues el negocio es el negocio.

Entre tantos beneficios de la Inteligencia Artificial, que con seguridad allanarán aspectos fundamentales de la existencia humana, con diversidad de la robótica, el modelado como si fuesen neuronas y modelos de lenguaje, con el trío de los algoritmos, los datos «ad infinitum» y la computación, resulta que, como ha dicho el Papa, a los algoritmos les falta el corazón. Carecer la inteligencia artificial del músculo cardíaco puede positivo, pues no habrá infartos cardíacos, de resultado tan terrible por ser de muerte la mayor parte; en verdad la inteligencia artificial puede también infartar, lo que puede ser terrible igualmente. Y en un mundo como el de la IA, tan sin Dios, está muy bien la presencia de su Vicario, el Papa.

Tantos datos como son necesarios, ya dijimos que presenta un problema su almacenamiento, los llamados «Data Centers», que consumen una gran cantidad de energía y agua, lo que se llama la «huella ambiental de la IA». El Nobel de Química, Demis Hassabis, fijó las esperanzas medioambientales en nuevos diseños de baterías, nuevos superconductores y en la fusión nuclear. Microsoft, Amazon, Google y Meta están interesadas para alimentar sus Data Centers en usar centrales nucleares, en algunos casos propias.

Se continuará en siguiente artículo con los Data Center, también a instalar en España; con la gobernanza de la IA y los tres: USA, China y EU; con la nueva basura, llamada la cognitiva, y con el Vaticano, que no es precisamente un Data Center, productor de textos, no de inteligencia artificial, sino de la otra, la natural y con escritura en latín, caso del documento «ANTIQUA ET NOVA ET NOVA». Y algo muy importante: ¿De dónde vienen los data que se almacenan en los Centers?