No hacen gracia

OPINIÓN

El ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy.
El ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy. Chema Moya | EFE

14 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

No son pocas las palabras que utilizamos, en ocasiones, con un sentido distinto al significado que realmente tienen. Un ejemplo claro de lo que quiero decir pasa con payaso/payasa. El diccionario de la RAE recoge, en una de las definiciones, que es un adjetivo «dicho a una persona que hace reír con sus dichos o gestos», aunque al final añade que también puede ser utilizado con un sentido peyorativo. Si uno se acerca a conocer una asociación como es «Clowntigo», que hace una labor extraordinaria en el área de Pediatría del HUCA (y también en otros lugares de nuestra comunidad autónoma), se da cuenta de lo maravilloso que es que haya gente capaz de ayudar a muchas personas a sonreír en momentos verdaderamente difíciles (porque un ingreso hospitalario se puede hacer muy cuesta arriba, y más si se trata de menores de muy corta edad). Desgraciadamente, si alguien nos llama payaso o payasa, no es para valorar ese lado bonito de hacer reír (el cerebro se pone a liberar endorfinas y dopamina cuando se sonríe, creando una sensación de placer y bienestar), sino que su intención es reírse de alguien a través de la mofa y el insulto.

Michael O’Leary no es la primera vez (ni será la última) que se muestra en público pensando que hace gracia. Su última víctima ha sido el Ministro de Consumo, Pablo Bustinduy, tras multar a Ryanair (y también otras aerolíneas) con 179 millones de euros por vulnerar los derechos de los pasajeros a través de sus políticas de equipaje en cabina. El consejero delegado de la compañía irlandesa ha atacado a un miembro de un gobierno democrático por hacer bien su trabajo. Pese a ello, aventuro que no va a tener mayores consecuencias porque los castigos sociales no entienden muchas veces de la solidaridad que se debería tener con quien te defiende ante alguien o algo más fuerte. Soy bastante escéptico con que estas «low cost» vayan a cumplir con las reglas en vigor (dejando ya de aprovecharse y de reírse del consumidor), porque estoy convencido de que repercutirán tarde o temprano todas las sanciones que se les impongan por realizar prácticas abusivas a sus clientes.

Yo soy consciente de la demanda que tienen este tipo de compañías, de la cantidad de aeropuertos que se construyeron para que tengan actividad y de la importancia que tiene hoy la aviación civil como medio de transporte, pero sinceramente no creo que haya una sola persona que jamás haya tenido algún tipo de problema con estas empresas y que le haya sido imposible ejercer directamente sus derechos como consumidor sin recurrir a otras instancias. Creo que deberíamos censurar este tipo de hechos porque de lo contrario nunca se sentirán presionados a tener que corregirlos y, por tanto, a mantener las mismas pautas.

Es muy raro que yo vea en directo una gala como la de los Goya o un concurso como el Benidorm Fest, pero me guste o no, es inevitable saber a posteriori de todos los pormenores, sobre todo porque tus contactos y seguidores están comentando continuamente en redes sociales los momentos más destacados. Se une además que dependiendo del evento se acepta o no que haya discursos reivindicativos, y en eso la derecha española lleva fatal que el mundo de la cultura opine sobre la situación política y social (como en su día fue contra la guerra de Irak) y ponga el acento en reclamar el avance en derechos y libertades (y más si el evento coincide con la presencia en España de los llamados «patriots»). Tampoco hay escapatoria a enterarte de cosas por los memes, vengan de donde vengan (la Fundéu ha entrado al trapo con la frase de Sandra Barneda en «La Isla de las Tentaciones» para hacer hincapié en que debe añadirse una coma [«¡Montoya, por favor!»] porque con la masiva viralización de ese concursante corriendo a buscar a su novia muchísimas publicaciones no lo escribían correctamente).

De todas maneras, lo que más me ha dejado alucinado de las últimas horas es ver cómo Donald Trump sigue escenificando sus decretos como si de un espectáculo se tratase. Me sobrecogió ver cómo permanecía en el despacho oval de la Casa Blanca, sentado y sin gorjear ante alguien que, tal y como señalaba la revista Time en su última portada, le está dirigiendo todas las decisiones. Además, se equivoca si piensa que hace gracia, y más apareciendo ante la prensa en compañía de su hijo menor. No dudo que Elon Musk sea el hombre más rico del planeta, pero no lo ha votado nadie para ese cometido.