Amor cancelado

OPINIÓN

15 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Este título podría servir como nombre a uno de aquellos boleros almibarados de los años cuarenta y cincuenta, cuya letra nos transmitía la desesperación ante el amor que se volatiliza en la bruma tropical. Sin ese amor, ya perdido, se cancelaba la pasión y sin ella el futuro, pues poco merecía la pena vivir heridos para siempre por los recuerdos amargos. Más romanticismo, imposible, solo Byron y unos pocos supieron contagiarnos del misticismo erótico en noche de cuarto menguante y vientos huracanados.

Pero han transcurrido tres cuartos de siglo desde la época gloriosa de Los Panchos y compañía, y la cancelación se ha vuelto a instalar entre nosotros sin necesidad de música y letra, solo ha hecho falta que algún virtuoso del eslogan barato haya empezado a utilizarla como las maracas para descubrirnos un mundo inmenso donde la palabra se expande al capricho del consumidor.

En efecto, todo se puede cancelar: las situaciones, los compromisos eternos, los conciertos de Sabina, los vuelos intercontinentales y hasta las hipotecas que desangran la cuenta corriente y la moral de cualquier ciudadano de bien. Sin embargo, la cancelación aplicada a las personas es una finta lingüística relativamente nueva que se aplica gozosamente y con buen rendimiento por su sonido concluyente y lapidario: el cancelado ya se puede ir preparando para incorporarse a la madre tierra bajo la pala del sepulturero, pedir perdón y clemencia ya no es posible cuando uno se ha muerto.

Más o menos eso le quieren dar a entender ahora a la pobre (o no tan pobre), Karla G., esos nuevos apóstoles del fariseísmo que a veces recuerdan la intransigencia de los peores tribunales de la dictadura. Desconozco en detalle los motivos de su lapidación, y no haré nada por investigarlos, pero según parece le están restregando opiniones y comentarios vertidos hace tiempo en redes sociales, que consideran de todo punto imperdonables.

La anatemizan ferozmente, como si expurgando hemerotecas no nos diéramos enseguida de bruces con las soflamas que ayer mismo esos inquisidores amplificaban para imponer una ideología política o unos principios berroqueños que con el paso del tiempo se fueron oxidando en su propia conciencia, ese estorbo con forma de acordeón. En fin, una pena el óscar malogrado. En Francia, los guardaespaldas del cine, que aquí son los auténticos centinelas de nuestra democracia, jamás se hubieran permitido el lujo de no incorporarlo a su vitrina de trofeos, aunque el premiado fuera un delincuente confeso. Pero Hollywood puede esperar, preferimos pensar para consolarnos, que nos sobren algunos personajes venenosos no significa que nos falten talentos.

De momento la cuestión verdaderamente preocupante es que el gran oso rubio nos termine cancelando, tal como amenaza con la boca no demasiado pequeña. Y eso que no hemos hecho tantos méritos para despertar antipatías entre sus incondicionales: al ríspido ZP le cupo el honor de no levantarse al paso de la bandera americana, en un gesto valeroso que le honró muchísimo y todavía hoy despierta grandes adhesiones, por su integridad ética y amor al país España, amalgama de todas y cada una de las civilizaciones, religiones, tribus y sectas. Su inefable sucesor parece decidido a continuar el ascenso al cielo en el carro de fuego de Elías, encabezando con su innegable capacidad de liderazgo el frente de la UE contra el sátrapa que desprecia hasta nuestro idioma. A no ser que en el trayecto al mundo de la luz eterna se tope con Saturno, el planeta, en cuyo caso se apeará del carro y se montará en el anillo de giros infinitos, la gloria de la eternidad al alcance de sus espuelas.

Ahora y siempre los delirios suelen ser ejemplos de torpeza, más que fantasías de iluminados mesiánicos. Solo que no será el gran jinete quien pague las consecuencias por sacar los pies del tiesto, sino sus inocentes administrados, que asistimos impotentes al derrapaje hacia el precipicio encomendándonos al Dios facha que, si no todo, casi todo lo puede.

Puede que nos hayamos significado excesivamente aproximándonos a la causa palestina en un derroche de generosidad, humanidad, solidaridad y espíritu democrático, que sigue levantando ampollas de envidia a nuestros inmorales vecinos europeos. A ellos les falta la sensibilidad y sobre todo el sentido de la oportunidad que siempre ha caracterizado a los españoles; ya lo demostró Aznar con su foto de los Azores, a punto también de subirse al carro de Elías por el bien de todos nosotros. En cuestiones de política exterior no podemos hacerlo peor, es una maldición que nos persigue desde tiempo inmemorial y nada hace pensar que a corto plazo consigamos escapar del fango aunque la máquina se apague. Afortunadamente, esa política fracasada se compensa con los grandes beneficios y felicidad que recibimos puertas adentro.

Hablando de política y cancelaciones, si lo que se escucha en los mentideros de la Villa es más que un simple rumor, puede que el futuro de Vox corra el riesgo de estar también expuesto a la cancelación, al menos de forma parcial. Me refiero a esa alianza entre Espinosa de los Monteros y Albert Rivera, cuyo impacto sísmico se presume de gran magnitud en caso de que se decidan a fundar un nuevo partido al que, según también se escucha, aunque en voz baja, podría adherirse la cancelada Olona. Cuentas tiene que saldar con Abascal, quizá más de las que sospechamos. Y sus golpes no serán fáciles de parar: tonta no es, y compasiva tampoco. Otra cosa será que Espinosa y Rivera encuentren su propio camino, volver de la niebla sin tropezar no parece fácil.