El pozo y el péndulo

OPINIÓN

Elon Musk, durante el lanzamiento de un vuelo de SpaceX junto a Donald Trump.
Elon Musk, durante el lanzamiento de un vuelo de SpaceX junto a Donald Trump. Brandon Bell | REUTERS

06 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay columnistas que tratan a sus propios lectores como a idiotas, escribiendo siempre lo que esperan de él. Es el mercado, supongo. Hay quienes intentan hacerte creer que el feminismo corroe a la sociedad, no el feminismo «de verdad», el bueno, el fetén, el de antes, el de la Sección Femenina, no, se refieren al feminismo de ahora, que tiene la pretensión delirante de lograr, entre otras cosas igualmente infames, que los actos sexuales sean consensuados y que exista consentimiento entre las partes. Esa corrosión, dicen, ha llegado hasta el punto de que hay ejecutivos de banca, ojo con esto, aterrorizados por las opiniones de una becaria. Puede que esto suene exactamente como aquello del dragón en el garaje de Carl Sagan, y de hecho lo más probable es que lo sea, pues si tuviéramos a los ejecutivos de banca aterrorizados por las opiniones de una trabajadora no estaría la banca entera destruyendo nuestras paupérrimas economías y el mundo entero funcionaría mejor. La realidad es tozuda, no existe ningún ejecutivo en el planeta aterrorizado por los trabajadores y los dragones no existen.

En esta locura en la que Elon Musk y Donald Trump están convirtiendo el planeta entero en apenas unas semanas, no falta quienes intentan ponerse de perfil. El problema es que ese ponerse de perfil nunca es un ponerse de perfil, es situarse siempre del lado del opresor, en este caso el presidente Elon Musk y su decrépita mascota Donald Trump. La obsesión con eso que llaman guerras culturales y el peligro de lo woke no es más que una excusa para dejar salir la peor podredumbre que algunos llevan dentro porque ya no hace falta una excusa. Jactarse de la llegada del gobierno más peligroso y deficiente, en el más amplio sentido de la palabra, de la historia de Estados Unidos, como si la existencia de lo woke fuera lo que lo ha propiciado y ahora fuera a recibir su merecido, es un banal ejercicio masturbatorio cuando además se añade la dudosa afirmación de que nos lo habían advertido, pues el columnismo está lleno de profetas y visionarios como nunca antes se había visto en la historia de la humanidad. Ese «por vuestra culpa ahora lo vamos a pasar todos mal» solo lo puede decir alguien que no lo va a pasar mal en estos tiempos oscuros que vienen o alguien que, siguiendo punto por punto las pautas del malismo, desea que la gente sufra aunque tenga que sufrir él mismo. No es el caso de esto último. Resulta que hay gente que escribe quejándose de lo woke, de la nueva izquierda y de la llegada de no sé qué péndulo que lleva toda su carrera como juntaletras forrándose la cartera gracias, única y exclusivamente, al auge de esa nueva izquierda de la que se queja. Nunca habían vivido tan bien algunos gracias a lo woke quejándose de lo woke y de unas supuestas normas dictadas por la gente woke que ni existen ni han existido, de no ser que pensemos que llevarte dos sopapos por insultar a alguien por el color de su piel o su sexualidad es una norma, siendo como es simplemente algo esperable e incluso deseable que hasta no hace mucho no ocurría porque esas personas estaban donde las derechas querían que estuvieran, en su sitio y no en este sindiós del respeto a los derechos de las minorías.

Miren, yo he sido muy crítico con la izquierda, mucho. Mi pensamiento ha evolucionado al respecto, aunque sigo siendo crítico y conozco de sobra los males que acechan desde dentro de ese lado político. Pero no puedo decir que el auge del fascismo que estamos viviendo sea culpa de las minorías y sus reivindicaciones porque es mentira. Con lo que tenemos encima, jactarse de que todos vamos a sufrir no me parece intelectualmente respetable, más sabiendo que, al fin y al cabo, soy un hombre blanco heterosexual y el sufrimiento me llegará algo más tarde que a otros. A mí no me gusta que la gente de a pie sufra, aunque me caiga mal. Se me ocurren pocos ejercicios más banales que esa jactancia que solo espera, en el fondo, que la ultraderecha le acaricie el lomo y le regale una chuche en lugar de un porrazo. Es cobardía.

La banalidad no puede esconder, en fin, que todos estos supuestos luchadores por la libertad, de expresión y de las otras, más luchadores que nadie, se están poniendo del lado de quienes pretenden destruir la democracia, y ya que estamos en plan «yo ya lo dije», no está de más que deje aquí escrita mi profecía: todos estos aguerridos luchadores de las guerras culturales y toda esa morralla se harán afectos al primer régimen fascista que les pase cerca, en España especialmente, y no se pondrán ni colorados porque, en el fondo, siempre fueron unos fascistas. La inquisición siempre estuvo en el mismo lado, no se ha movido ni un ápice. Nos libramos del péndulo, pero no nos vamos a librar del pozo.