Supongo que no soy el único que tiene la sensación de que las democracias se están desmoronando. Tengo esa inquietud dentro que probablemente se incrementará a medida que se acerque el día veinte de este mes y el destripaterrones Donald Trump asuma su cargo junto a su Gran Visir Elon Musk, personaje nefasto y fascista que intenta desestabilizar Europa sin que nadie en el continente haga absolutamente nada. No es solo la sensación de que esto se acaba, es la sensación de que quienes tienen el poder para poner freno a esto ni tan siquiera han pensado durante medio segundo en hacerlo. Las bravuconadas de Trump sobre Groenlandia deberían haber desatado una contundente respuesta de Bruselas ante las insinuaciones cargadas de amenazas contra un territorio que forma parte de la de la Unión Europea. Es ensordecedor el silencio al respecto.
Con todo esto de tener las instituciones en todo occidente cada día más repletas de auténticos lunáticos tengo sentimientos encontrados. Por un lado, soy consciente de cómo accede al poder esta gente mediante la mentira y la manipulación, de su carencia total de escrúpulos. Por otro, me resulta imposible dejar de pensar en los millones de personas que confían sus votos a personajes que a todas luces no tienen todos los patitos en fila. La cuestión me resulta muy incómoda porque alguien capaz de votar a personas evidentemente malvadas y a menudo estúpidas, tiene que ser necesariamente más estúpido. La sensación que tengo es que hay gente que va a votar a personas con ideas antidemocráticas dispuestas a dejarnos a todos sin nada con tal de molestar a su vecino y, muy especialmente, a su vecina.
Estas actitudes son el fruto de muchos años de dejadez. Solo hay que pasarse por las redes sociales para encontrar cientos de miles de discursos de odio sin sentido, como los recientes ataques a Lalachus, sin moderación alguna. El dueño de Meta, ese cara de acelga con pelo de brócoli al que le quitaban el bocadillo, perdón, emparedado, en el colegio, ha anunciado que su empresa dejará de perseguir las noticias falsas y los discursos de odio, equiparándose así con la red social de Elon Musk, lo que contribuirá con total seguridad a hacer el ambiente todavía más irrespirable. Facilitar que millones de personas completamente demenciadas y borrachas de odio después de muchos años de vomitonas sin control a espaldas de los demás, puedan acosar a los demás sin control alguno, contribuirá a incrementar el número de personas que odian, la miseria moral se extenderá por todo occidente como la gangrena sin que nadie se plantee si en algún momento habrá que amputar.
Hace meses me entrevistaron en televisión para que hablara de mi libro. Fue una entrevista agradable en la que no me mostré especialmente beligerante con nada. Me sentía feliz porque para mí todo aquello estaba siendo un pequeño éxito y los tipos como yo no solemos tener de esas cosas. El primer comentario que leí en una red social sobre mi intervención fue «el alcohol lo habrá dejado pero lo de ser una puta foca para cuándo». No me interpreten mal, estoy acostumbrado a recibir todo tipo de insultos en redes sociales. Las personas de derechas carecen de sentido del humor, cada vez más, y su principal forma de enfrentarse al adversario es mediante el insulto y la humillación. Pero me sorprendió la rapidez con la que surgió el comentario y la virulencia del mismo, como si el tipo acabara de ser presa de una furia indomable al verme. Este tipo de personas son las que llevan al poder a auténticos imbéciles, y están por todas partes. Antes, estos seres se guardaban las opiniones para sus amigotes del bar, pero ahora tienen millones de mendrugos aplaudiéndoles y se sienten parte de una comunidad. Estos grupos de hombres, pues casi siempre son hombres y casi siempre son blancos y heterosexuales, son los hombres enfurecidos con todo que jalean a Elon Musk o a nuestros fascistas patrios. Me parece una locura total que nuestro futuro esté en manos de personas inmaduras y caprichosas sedientas, pues al final se trata de eso, de sangre. Groenlandia solo es un síntoma.
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