A pesar de haber prometido que no lo haría, ahora parece claro que el día de la semana pasada en el que Joe Biden indultó al pavo Peach, del que hay este testimonio gráfico, ya tenía en mente indultar a otro pavo. A menudo pavo. A un pavo, de nombre Hunter, cuyos delitos, caso de no apellidarse Biden, le harían dar con sus alas en la cárcel. Pero la suerte del pavo Hunter ha sido la de ser hijo del presidente de Estados Unidos, cargo que entre sus prerrogativas tiene indultar pavos, y no solo por Acción de Gracias. Y claro que cabe preguntarse: qué padre o qué madre no indultaría a su hijo o a su hija, por terribles que fueran sus actos. Y la respuesta es que justo por eso, porque el resto de padres y madres no tienen esa prerrogativa, es más garrafal este gesto garrafal de Biden, más garrafal que muchos de los gestos garrafales de esa bomba H llamada Donald Trump. Y aún hay quien se pregunta por qué la democracia está en peligro. Pues, en parte, por pavos así.
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