Quieras o no, mis mentiras van a ser para ti verdades. Quieras o no, mis verdades van a ser para ti mentiras.
Esta sería la sinopsis del argumento de la tragicomedia en innumerables actos que los guionistas de la izquierda y la derecha pretenden infiltrarnos en el cerebro para que no nos quede la menor duda. Caballero, esto es lo que hay, siéntese cómodo que empezamos.
El dolor por las cuchilladas de la Dana asesina tardará mucho tiempo en desaparecer de nuestras memorias, como también nos costará un esfuerzo inmenso dar paz al afán justiciero que exige una investigación exhaustiva de lo sucedido, porque sabemos de antemano que el resultado nos defraudará. El relato, el maldito relato de la devastación, ya lo han adelantado como un tráiler de una película terrorífica y no nos puede convencer que nadie haya tenido la culpa ni del antes de la riada, ni del instante mismo en que se produjo, ni de las secuelas de los días posteriores. Unos por otros se apoyan en la benevolencia del transcurso del tiempo para poner la herida al sol. Piensan de forma parecida: «Ahora que ha dejado de llover secará mejor y no se infectará». El cinismo es gratis y en general hoy en día enaltece al que lo practica y hasta recibe admiración y respeto. Más listo que el hambre es el piropo que suelen escuchar los trileros.
En plena operación de camuflaje aparece un tal Aldama por el horizonte y, aunque la tempestad que pueda desencadenar por ahora solo es una hipótesis, su aterrizaje en la pista en el momento justo de las llamas valencianas no deja de ser una casualidad que admite diversas lecturas, como ocurre con las sorpresas oportunas. Para los teóricamente acusados por el condecorado personajillo, todo es un racimo podrido de patrañas, nada hay de cierto en lo que dice, absolutamente nada, se trata de una perversa operación de intoxicación que coloca en tableros adyacentes a Begoña Gómez, García Ortiz, Ábalos y su trío. La máquina del fango (casposa expresión cuya procedencia nunca hubiera sospechado de Umberto Eco) ventila en todas direcciones y nos pone a inocentes y culpables perdidos de fango, lágrimas, lodo, más lágrimas y basura maloliente. Compañeros: «La derecha no se resigna a ser la oposición permanente, como le corresponde por su eterno apego a la corrupción». Este es el relato de Moncloa que sigue dando muy buenos resultados. Pero cuidado con el efecto bumerán.
Y para los que, por integrar las filas diestras, le ponen con entusiasmo el amplificador al vocerío del inefable Aldama, sus confesiones suponen la demostración definitiva de que el pesebre y el muladar son espacios tangentes. Dicen entre líneas: «El acoso y derribo de Rajoy motivado por las trapacerías de Bárcenas y los escándalos de la Gürtel, Zaplana y otros, lo vais a pagar en sangre, ya veréis la que os espera». Este es el relato compuesto en los despachos de Génova que están terminando de orquestar Feijóo y sus violinistas. Pero mientras tanto admiten que Mazón siga desafinando y hasta les suba el sueldo a sus solistas; más despropósitos no puede cometer este ejemplar presidente.
El caso es que después de varias semanas de monopolizar las noticias, el drama de Valencia pasa de momento a un segundo plano, o veremos a ver si no lo hace definitivamente. Del culebrón «Aldama y los cuatro mosqueteros» solo conocemos el primer capítulo y lo lógico es pensar que después de la publicidad nos esperen desagradables descubrimientos. Por eso me temo que cuando los fotógrafos se marchen de Valencia y se apaguen los focos, las voces iracundas de los afectados apenas se oirán en Madrid. Noticias, bulos, fakes, fango. Y lodo, mucho lodo por todas partes. Mientras no se vayan, puede ser que debajo de una manta insospechada aparezcan por Madrid nuevos protagonistas para que resplandezca la verdad mentirosa sobre la mentira veraz. La multiplicación de dos números positivos da un producto positivo, pero la de dos negativos también da positivo. Y vistas así las cosas, multiplicar sabe cualquiera.
Mis mentiras en Valencia van a ser para ti verdades, y mis verdades sobre Aldama van a ser para ti mentiras. Siniestro bolero, este de las mentiras que se olvidan, en su época fue muy cantado.
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