l. El sadismo está incrustado en la psique y genera recompensas agradables, como el sexo en general y la comida, razón por la que no es tan fácil hallar a un «normal» limpio de polvo y paja. El sadismo se da en porcentajes muy desiguales, tanto que, tal vez, muchos no sepan que tienen esa inclinación, al igual que desconocen que son hipertensos, y, en consecuencia, niegan obtener pequeñas satisfacciones en pequeños actos, cotidianos o no, a lo largo de sus vidas. Desde luego, no contemplamos aquí al psicópata: todo sádico no es un psicópata, pero todo psicópata es un sádico. No obstante, y con el ánimo de ser más flexibles para con aquellas personas que discrepen rotundamente de este postulado y, en el límite, les cause espanto, eliminaremos la variante más tortuosa de esta práctica, cual es, sin duda, la que causa dolor físico. Porque el sadismo incluye otros dos componentes: la humillación y la sumisión, muy relevantes y, aquí sí, muy extendidos.
En cuanto a su complemento, el masoquismo, apartando asimismo el castigo físico (hay estudios que cifran entre un 10 y un 15% las personas que lo incluyen en su papel de «víctimas», como una constatación de entrega total al ser amado que es reverenciado, y que atañe por igual a hombres y mujeres; estos porcentajes son los mismos que se dan entre la población homosexual que «no parece» que padezcan enfermedad, salvo para los homófobos, que son los verdaderos asquerosos, y no los primeros. Reducido entonces el masoquismo a la sumisión y la humillación, el número sobrepasa el 20% (Langdridge y Barker, 2007; Paarnio, 2023) y se observa en múltiples instituciones sociales «civilizadas»: en la familia, en la educación, muy particularmente en la religiosa (Escrivá de Balaguer, en su obra Camino, que es la santa Biblia de la Obra, escribe: «No olvides que eres el depósito de basura… Humíllate, ¿no sabes que eres el cacharro de los desperdicios?... Cuando te veas como eres, ha de parecerte natural que te desprecien… Tu obediencia debe ser muda»; por otra parte, el martirologio, que está en las entrañas de la fe, es una respuesta masoquista de primer orden, y tampoco está alejada de esta respuesta el hecho de arrodillarse en misa ante Dios, nuestro Señor, nuestro Amo, sumisos y entregados fervorosamente a Él), en el trabajo, en la milicia, en las cárceles, en los psiquiátricos (aquí puede convenir leer a Foucault) y, fuera de controversia, en las sectas, el sadomasoquismo es una constante, su razón de ser.
Para terminar este apartado, dos trasuntos literarios de los cientos que hay, que nos hace preguntarnos, además de constatar el alto número de registros, si los autores, en sus ficciones, muestran signos sadomasoquistas: a) Clarín, en La Regenta, dice de su protagonista, Ana Ozores, sola en sus aposentos: «Rezaba, y a veces en el entusiasmo de su fervor religioso acercaba el rostro de Cristo inclinado sobre la cabecera y besaba las llagas de la imagen llorando a mares. Cuando estuvo mejor, aún más fuerte, huyó la pereza del colchón y saltó al suelo y rezó sobre la piel de tigre. Aún quería más dureza, y separaba la piel y sobre la moqueta que forraba el pavimento hincaba las rodillas. Pensó en el cilicio, lo deseó con fuego en la carne, que quería beber el dolor desconocido, pero el Magistral había prohibido tales tormentos sabrosos»; b) Shakespeare, en El sueño de una noche de verano, Elena exclama tras ser abandonada por su amante: «Soy tu perra, Demetrio,/y cuanto más me pegas, más te adoro./Trátame como perra, despréciame, golpéame,/déjame, piérdeme, pero al menos/(indigna como soy) permíteme seguirme./¡Qué menos puedo pedir de tu amor/(y, sin embargo, es mucho para mí) que ser usada como perra para ti!» (De querer profundizar en esta cuestión, consúltese el ensayo de José Lázaro, profesor de Humanidades Médicas del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid, titulado El contrato de prostitución conyugal de Catherine Robbe-Grillet.
ll. En la política se observan comportamientos que contienen algunos de los signos antes señalados. En todos los partidos, aunque es la «rabia» que constantemente desprende el PP donde los signos se vuelven marcas de látigo. Porque, cómo entender que el centro de coordinación de emergencias de la Comunidad Valenciana, aparte de despreciar las cientos de alarmas que le enviaron desde Madrid el 29 de octubre, desconectará durante cerca de dos horas, esa tarde, la conexión con el Gobierno de la nación para que no se viese que Carlos Mazón no estaba al frente de las operaciones, con el móvil en silencio para concentrarse en una proposición indecente a una periodista, de ahí que el director de la TV autonómica, elegido por consenso en las Cortes valencianas, tras un concurso público, periodista independiente y de prestigio, acabara por anunciar su dimisión: por dignidad. Mazón lo traicionó, lo humilló, como humilló a su equipo de gobierno y expertos en emergencias, que, además, le mostraron su sumisión tratando de ocultar su paradero y, en recompensa, a algunos los arrojó al lodazal de la DANA.
Cómo debemos contemplar la muerte de 230 personas por el comportamiento chulesco de un presidente que, siendo el responsable primero de la matanza, no solo no dimitió, sino que obligó a su partido a defenderlo, que solo hace, y a regañadientes, para no precipitarse al suelo toda su cúpula «genovesa», a costa de mentiras gruesas y groseras, desagradables y vejatorias, encaminadas también a dañar al Estado y, con él, a los ciudadanos que, sin el Estado, se anegarían en la carencia de lo todo aquello básico que hace humano al humano, en beneficio de los mercaderes sádicos hijos de puta que lo tienen todo y, aun así, quieren más: hasta lo que no hay, o lo hay en forma de persona-mercancía, sumisa, flagelada, atormentada, enferma de sufrimiento, muriéndose a destiempo por patologías sobrevenidas por la Teología del Capital o, directamente, suicidándose para poner fin al padecimiento.
Cómo explicar el Auto de Fe de estos falsarios contra Teresa Ribera, con argumentos inmundos, y que solo llevaron a la mofa de Bruselas al PP, al que ya le ha dado la espalda hasta el ultra Manfred Weber, en guerra abierta con su colega de partido, el Popular Europeo, Ursula von der Leyen, conservadora, pero no facha, que ha defendido a capa y espada a la española, por su valía y su decencia, como la número dos de la Comisión Europea que preside la alemana.
Cómo digerir que Carlos Mazón siga parapetándose en escudos, como el del teniente general en la reserva Gan Pampols, nombrándole vicepresidente de la Generalidad. Por su trayectoria podrá contribuir con eficacia a la reconstrucción, pero al aceptar el cargo «abofetea» a un compañero, el teniente general Francisco Javier Marcos, responsable de la UME, y al Ejército en general. Recuérdense las críticas, infundadas, tendenciosas y exculpatorias de Mazón, que acusó a la UME de llegar tarde a las zonas inundada. Tuvo que ser el propio general Marcos quien desmintió públicamente, y esto es inaudito, a este cínico rampante, puesto que la UME, a la vista de las alarmas lazadas desde Madrid durante toda la mañana, ya estaba desplegada, a la espera de recibir las órdenes del matarife, órdenes que solo recibió al filo de las tres de la tarde. Los militares, pese a todo, salvaron decenas de vidas. El malestar en los cuarteles con el Partido Popular, que no reprobó a su barón valenciano, es notorio.
Cómo soportar que varios constructores valencianos condenados por la trama de la Gürtel y la caja B del Partido Popular estén recibiendo contratos millonarios a dedo, el de Mazón, así como a empresas que ya contrataba cuando era presidente de la Diputación de Alicante, entre ellas la que trabajaba el que hoy es su jefe de Gabinete. Carlos Mazón fue discípulo del convicto Eduardo Zaplana y se mantuvo a flote en la peor era de corrupción de los populares en su comunidad. Pero, ¿para qué cambiar si uno, listo como el hambre, corre la suerte de un Camps o una Barberá?
III. Decíamos el pasado domingo en este diario que los ultras están sacando todo el arsenal sucio para derrocar al Gobierno democrático. Pues ahora tienen la posibilidad si las declaraciones de Víctor Aldama, reo por, naturalmente, corrupción, ante el juez Santiago Pedraz son ciertas: «mordidas» de Pedro Sánchez y medio PSOE. Alega el reo que presentará las pruebas en el futuro, pero ¿por qué no las presentó en su declaración ante el juez? Y ¿por qué Pedraz, pese a ello, lo excarceló a la espera de juicio? Porque no hubo colaboración con la justicia por la causa por la que está en prisión: formar un conglomerado de empresas ficticias para vender combustibles a las gasolineras a precios bajos. Porque esa declaración, para servir como argumento colaborativo, debió de hacerla ante el juez Ismael Moreno, que es el que está investigando a Aldama por el caso Koldo-Ábalos, que Pedraz está en la trama de los hidrocarburos, nada que ver con Sánchez y amiguetes. El soltó estas «bombas» en el juzgado para no seguir entre rejas durante el tiempo que dure la instrucción. El problema lo tendrá él más adelante cuando las pruebas que dice tener resulten ser una patraña, como las de ser colaborador de los servicios de inteligencia españoles, ingleses y norteamericanos (!), y tenga que responder a la demanda colectiva de los socialistas por injurias, falsedades, etcétera. Aunque, que quede dicho: si Sánchez y los suyos «pecaron», a los pies de los caballos con ellos.
Sin embargo, lo más preocupante de este caso es la reacción de los ultras. Así, el «malhallado» Núñez Feijóo ha concedido toda credibilidad a un despreciable sujeto de largo recorrido delictivo. El gallego que disfrutó del barco, las estancias, los mariscos, los caldos y vaya usted a saber de qué más del narcotraficante Marcial Dorado, salidos de la destrucción de miles y miles de jóvenes por las drogas; el gallego, decíamos, como buen populista de libro que es, no concede a los acusados la condición de inocencia hasta que se demuestre lo contrario, que es uno de los fundamentos jurídicos de una comunidad de bien. En cambio, concede verdad a unas acusaciones que no están probadas y, por tanto, son, en principio, la basura de la que hablaba el insigne fundador del Opus Dei, el que tenía vocación de basurero. Y todavía da un paso más Feijóo: considerar a toda la oposición que no «condene» ya, antes de investigación, juicio si procediese y penas correspondientes, de ser colaboracionista con el «Gobierno más corrupto de la democracia española», lo que me hace dudar ahora del país que presidió un tal Rajoy.
VI. En definitiva, y en resumen corto de lo escrito hasta aquí: barro sobre barro.
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