Hay quien dice que las personas ricas lo son porque ahorran, además de por otras razones. Los más humildes ahorran por necesidad. Sea por la razón que sea, lo cierto es que nuestra civilización tiene entre sus cualidades más extendidas el sentido del ahorro.
Si pudiéramos adentrarnos en alguno de los hogares de nuestro entorno a la hora posterior a la cena, sería fácil oír como los progenitores de la familia hacen saber a los descendientes lo conveniente que es apagar las luces de las habitaciones cuando dejan de ser necesarias. Quien mas y quien menos tiene la costumbre de ir apagando interruptores al paso de un cuarto a otro de la casa. También es costumbre extendida hacer funcionar los electrodomésticos a las horas de bajo coste. Todo sea para ahorrar unos céntimos.
De todos es sabido que cada año inexorablemente se produce una subida de precios generalizada y que curiosamente es la subida de la luz la que mas turba el ánimo de los sufridos consumidores, pues resulta que esa subida es siempre la excusa elegida para otros incremento de precios. Entonces nos esmeramos en consultar el detalle de nuestro recibo, nos familiarizamos con términos como el megavatio-hora y afianzamos nuestro propósito de ahorro energético.
Eso que se da a nivel individual y familiar también se observa en nuestras administraciones. Los ayuntamientos se esmeran en renovar el alumbrado público con elementos de bajo consumo y en busca de esa eficiencia energética cada año antes de llegar el invierno nos castigan con el cambio horario.
Pero las contradicciones de los humanos no tienen tope. Intentamos un ahorro minúsculo en nuestras casas al tiempo que multiplicamos los utensilios conectados a la red. Miles de luminarias led nos contemplan y ya estamos empezando en nuestros pueblos y ciudades un despliegue desmedido de luces de Navidad. La locura de Vigo es imitada por los regidores de todos los municipios. Cada año mas días con el encendido navideño y cada año más miles de bombillas.
Bien está que en tan señaladas fiestas todos aportemos algo para disfrutar de momentos de alegría que palien otros muchos de penalidades. Se dice que la iluminación navideña es un espectáculo que atrae a visitantes, pero cuidado no todo espectáculo es digno de aplauso.
Los romanos sacrificaban a los cristianos en un espectáculo aclamado por la plebe. La guillotina era un espectáculo que reunía a la multitud parisina para ver rodar cabezas. Así que no seamos bárbaros con la luz.
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