Nos has dejado, Íñigo, aplastados. Estamos aplastados todos los que nos percatamos del sometimiento milenario que las mujeres padecen. Todos a los que nos encanalla las mil maneras de las que los hombres nos valemos para denigrarlas y amansarlas. Amansarlas al igual que se amansa a un animal, por las buenas o por las malas, y si hay que matarlas, se las mata.
Estamos, Íñigo, en este país, limando algunas de las desigualdades y barbaridades que hacemos con ellas, en lucha encarnizada con los fachas de la polla enhiesta, algunas sostenidas incluso por «damas» alienadas, que niegan la mayor y, en consecuencia, clausuran servicios de ayuda y protección, tal como ocurre en espantosos lugares en los que campan el PP y Vox.
Precisamente tú, Íñigo, que pertenecías a una de las formaciones que combatían el machismo nacional, porque, sí, somos machistas, y racistas (caso Vinicius, caso de la pseudo cárcel para menores inmigrantes que ordenó levantar una tal Ayuso en medio de ninguna parte, y que nos acaba de descubrir que vivimos en un «Estado policial», que no nos enteramos de que Rusia o Corea del Norte son las auténticas democracias) y aporofóbicos (cárteles de las viviendas, de la sanidad y la educación, de los capitales groseros que enferman y matan poco a poco o sin rodeos a los individuos sin cuna ni fortuna o directamente saqueados, cárteles de lo privado: ¿para cuándo la privatización de las calles?).
Estás enfermo, Íñigo, y quizá por eso pediste en una de tus intervenciones parlamentarias una actuación decidida para atajar el drama de la salud mental, que mereció un exabrupto de un bastardo diputado popular. Entonces ya sabías que tú eras uno de esos enfermos y que tenías que acudir a la Medicina, aunque te supusiese un alejamiento temporal de la política, para, precisamente, no caer en lo que tú has llamado la confusión entre la persona y el personaje.
Puedo comprender que te costara dar el paso, pero eso no es escudo para tu comportamiento con las mujeres, siempre víctimas al alcance de la mano. No es privativo de las derechas ser un atormentador, pero en tu caso, Íñigo, has respaldado con tus hechos el «ethos» de los privilegiados patriarcas y, por consiguiente, puesto en un brete a una coalición de gobierno que se ve de continuo asediada por un conglomerado político, económico, mediático y social que, ni más ni menos, no cesa en su empeño de atentar contra uno de los principios cruciales de la democracia, el voto ciudadano, en la estela de un Trump que volverá tras el 5 de noviembre próximo a intentar dar un golpe de Estado y ser el nuevo Hitler (lo dijo él); un conglomerado que tiene el desparpajo de pedir, si hace falta, y la hace porque llevan tiempo haciéndolo, la «colaboración» de los jueces (lo dijo Tellado, que también dice que lo sabía Yolanda Díaz, cuando él mismo sabía, como tantos otros parlamentarios, periodistas y gente de la noche madrileña, que Errejón buceaba en aguas turbias, pero no había pruebas ni concreciones; un Tellado que también afirma que Pedro Sánchez sabía lo de Ábalos y Koldo; o sea, Tellado el Sabedor, que tantas cosas sabe de su partido, por ejemplo su nefasta relación con Cuca Gamarra, y que calla, porque es un sabedor cínico que ya no es que bucee, es que vive en las cloacas que cercan Moncloa, sin que ello conlleve que los inquilinos del palacete sean puros, aunque, por lo menos, son demócratas, aunque en el contexto de un mundo miserable donde los miserables se van acumulando al ritmo del capitalismo digital).
En definitiva, Íñigo, acabas de devolvernos a una España de mierda, jodido cabrón.
Comentarios