Deberían advertirnos de jóvenes que todo lo que no entienden tus padres del mundo será lo mismo que no entenderás tú cuando ellos no estén. Sería todo más sencillo. Sin esa tensión generacional Todo Esto sería un lugar distinto, quizás sin guerras, por ejemplo. Porque quién te dice que esa propensión nuestra al conflicto no se alumbra en el bufido que cada adolescente del planeta profiere cada vez que su padre le dice que no entiende cómo le gusta esa mierda del reguetón. Un resoplido tan general que debería ser analizado como alternativa energética.
Pero no. No nos advierten y así acontece que cuando pasa el tiempo suficiente te escuchas la misma censura desconcertada que ubicaba a tus señores procreadores cerca de Marte cada vez que escuchaban el crujir del tiempo en una nueva moda juvenil.
Todo este conflicto se me hizo carne ante una foto de una mujer con un cacho de fuet en la mano. No es que no hubiese visto antes algo así, a una mujer con fuet, pero, como todo en la vida es contexto, lo que era inexplicable era la trama de la estampa. La señora se llama Aida Doménech Pascual, también conocida como Dulceida, a la sazón «bloguera, influencer y celebridad de internet», según indica su Wikipedia. Hasta aquí había podido mantener sujeto a duras penas el desconcierto, pero, tras escrutar con mimo la instantánea y contratastarla con su pie de foto, supe que la muchacha acababa de parir, que la criatura que arrullaba era su hija y que sí, eso que blandía con la izquierda era el espetec de los anuncios. Todo muy raro. Horas después, intrigadísima con las claves ocultas de este tema, trascendió que, además de una niña, se había alumbrado una especie de fuet-gate porque muchos seguidores vieron en el salchichón un reclamo publicitario de la marca que brillaba en la etiqueta. Por lo que sea. La muchacha se indignó muchísimo ante semejante y gravísima acusación. Al parecer, tiene como máxima no hacer publicidad con su hija al lomo. Lo del fuet fue una coña marinera que anunciaba algo, sí, pero sin intención comercial: iba a disponer del embutido tras meses de censura a causa de la famosa toxoplasmosis. Millones de ciudadanos han seguido esta película, una incluida. Así que sí, padres, no sé cómo les gusta esa mierda del reguetón.
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