Hay un regodeo macabro escondido en la vergüenza. Como ocurre con el dolor o con la crueldad, a veces es más fácil entregarse a ella, no luchar. Estamos borrachos de vergüenza, pero necesitamos sentirla, gozar de ella, caer en el agujero profundo de su ser. Y bajar y bajar y bajar.
Eso es lo que ocurre muy a menudo con las víctimas de agresiones sexuales. La vergüenza acompaña a la víctima hasta el final. Pero, a pesar de que la duda aún persiste (esa pregunta que todavía nos seguimos haciendo, casi sin quererlo, de «¿por qué no hizo nada en todo este tiempo?») y de que la figura del consentimiento sigue algo inmadura, me atrevería a decir que estamos ante un punto de inflexión. Citaré tres ejemplos actuales: un juicio que está en la prensa, una película y un libro.
Se ha hablado mucho del caso de Gisèle Pelicot, la mujer que fue violada de manera reiterada por más de cincuenta hombres, por sumisión química, todo ello orquestado y permitido por su marido. Gracias a su actitud y a la decisión de dar la cara en el juicio y no esconder su rostro, la vergüenza y la culpa empiezan a cambiar de lugar. Hemos visto cómo el feminismo francés ha salido a la calle con el lema «La vergüenza cambia de bando».
Otro caso a reseñar es el de la magnífica película Nevenka, de Iciar Bollaín. Confieso que fui al cine con gran escepticismo, pues, aunque el caso me interesa mucho, ya había visto el magnífico documental de Netflix y leído el libro de Juan José Millás. Pensé que poco nuevo aportaría el filme. Pues bien; sí aporta, hay que verlo. Ver cómo era —y, en cierta medida, sigue siendo— nuestra sociedad y cómo los abusadores son personas no marginales, sino que viven integrados y que incluso son muy queridos por el pueblo.
Por último, hay un libro que no puedo dejar de mencionar. Se trata de Triste tigre (Anagrama), de Neige Sinno, en el que la autora relata los abusos sexuales que sufrió por parte de su padrastro desde muy niña. El libro no es solo el estremecedor testimonio de la víctima, sino también un recorrido cultural y político de la violación a la luz del cambio impulsado por el MeToo. Sé que a muchos les echa para atrás el tema, o piensan que no están en el mejor momento para esta inmersión. Déjenme decirles una cosa: hay que leerlo.
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