Hacer daño queriendo

Juan Miguel Fernández

OPINIÓN

Decenas de personas se congregaron, el domingo, en un monte cercano a la frontera de Marruecos con Ceuta
Decenas de personas se congregaron, el domingo, en un monte cercano a la frontera de Marruecos con Ceuta Mohamed Benaissa | EFE

20 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Un destacado vecino de la localidad donde vivo, con el ánimo de ofenderme me tildó públicamente de «foráneo» por el simple hecho de haberme nacido en otro lugar. Un suceso sin trascendencia que muestra ese localismo enfermizo que tiene la misma sintomatología que el nacionalismo más rancio. 

Sin recato alguno es muy frecuente escuchar manifestaciones de desagrado hacia las personas que nos atienden al otro lado del teléfono porque se expresan con un acento que denota otro origen. Se suele apostillar el comentario diciendo que no se es racista, lo cual es tremendo. 

En el lugar de trabajo, cuando se suspende el tajo para el bocadillo, los nacionales forman un círculo, en el que no tienen cabida los de otro país, muchas veces carentes del propio bocadillo. Queda muy lejano el sentimiento de la clase obrera. 

Unos padres, muy preocupados por la educación de su hijo, han decidido mudarlo de colegio porque en el actual se prodigan niños de otra nacionalidad y se están creando lazos de convivencia que ellos no aprueban. El futuro que le espera al muchacho está por escribir. 

Con reacciones de este tipo no es de extrañar que los partidos políticos de extrema derecha gocen cada vez de más adeptos ya que el fundamento de su ideario es el cerco a los extranjeros, al foráneo, dificultando su entrada o expulsándolos si es que han logrado cruzar la frontera. No se tiene en cuanta que su mano de obra es imprescindible en estos momentos. 

La mentalidad xenófoba se propaga de tal manera que nos hace perder la memoria. De nuestra tierra, nuestros vecinos o familiares no fueron pocos los que emigraron a América, huyendo de la miseria y se asentaron en Argentina o Cuba. Huérfanos de la guerra fueron acogidos en Rusia. La postguerra nos obligó a buscar en otros países de Europa un salario que en España no se lograba. 

Parece que todo aquello se ha olvidado de igual modo que el pueblo judío olvida que fue masacrado por los nazis. Y tampoco recordamos que los movimientos migratorios no son de ahora; los desplazamientos de la población por el mundo han sido constantes, unas veces de forma pacífica y otras violentamente. 

La raza negra fue llevada a la fuerza a América y actualmente descendientes de esa raza pueden presidir los EE UU. Los gitanos, antaño denostados están integrados entre nosotros. Visigodos y musulmanes se asentaron durante siglos en la península y se puede decir que la mayoría de nosotros tenemos su sangre. 

Seguro que recordamos a quien fue alcalde de Córdoba y líder de IU al que se le denominaba El Califa Rojo porque sus rasgos físicos eran claramente arábigos. Idéntica fisonomía tiene el actual líder de Vox. Puede que sus ascendentes procedan del mismo lugar aunque fuesen de tribus distintas.