El Musel y el cacicado de Asturias

OPINIÓN

Puerto de Gijón
Puerto de Gijón

29 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En mi último artículo publicado en este medio, hacía referencia a la situación de la playa de Gijón y su continuo deterioro medioambiental. Hoy lo voy hacer sobre otro gran problema que tenemos en esta ciudad, muy ligado también, como lo es el mayor puerto marítimo de Asturias, y en lo que lo han convertido los expertos elegidos por la amistad divina para tan nefasta gestión.

Tradicionalmente, El Musel ha sido el gran negocio de unas pocas familias. Como en otros puertos nacionales, el hormigón manda más que las mercancías. Si no hay barcos, eso no les importa. Ya vendrán. Proyectos, canteras, dragados, bloques, terraplenes, pedraplenes, y otros tinglados son un negocio rápido avalado por el Estado, que es el que autoriza la inversión con fondos públicos. O sea, con dinero que, por una vía o por otra, más tarde o más temprano, pagaremos con nuestros impuestos la ciudadanía.

Si los fondos financieros son europeos, tampoco serán de regalo. Los grandes constructores, como las grandes obras de arte, están catalogados, son parte de los intereses del Estado. Algo así como patriotas patentados.

Las grandes obras públicas absorben una parte importante de los presupuestos del Estado, y salvo excepciones, son muy golosas para los empresarios galácticos y para la banca. Para la mayor parte de los y las ciudadanos y ciudadanas, ese es un mundo que está fuera de su alcance, y eso facilita el sistema que domina las grandes obras, a las que también se suman los partidos del poder y los oligarcas autonómicos y locales. Y la justicia, que permite todos estos desmanes.

Las infraestructuras portuarias son muy costosas y además hay que mantenerlas. Para amortizar las grandes obras portuarias hay que tener tráficos rentables o estar en condiciones de generarlos. Porque los puertos vacíos y las instalaciones paralizadas son ruinosos para el contribuyente, un saco sin fondo.

El gran puerto de Gijón, tras la última ampliación, es un puerto fallido. No se han cumplido ninguno de los objetivos previstos. La EBHI (terminal de graneles) sigue operando en los mismos muelles que antes de la ampliación. La autopista del mar se ha ido. Aún no se sabe cómo ni por qué. Los tráficos previstos en los estudios previos, han sido un fiasco.

Actualmente, se mueven menos graneles que antes de la ampliación. Lo que ha sido un escándalo fue la obra con sus costes y sobre costes posteriores y que ahora no dan la rentabilidad ni el empleo anunciado.

Se construyó una regasificadora que además de entrañar riesgos e incrementar la factura de la luz, nunca llegó a funcionar a pleno rendimiento, ni a medio gas siquiera.

Se construyeron kilómetros de espigón. Calados que superan los 20 metros de profundidad. Se emplearon más de 100.000 bloques de hormigón, etc. Frente a la playa de San Lorenzo se extrajeron millones de metros cúbicos de arena, que sirvieron para rellenar las entrañas de los monstruosos espigones, pero se ha destrozado la playa. Principado, alcaldes y alcaldesas son los responsables de este desastre económico y ecológico.

Planta de gas de El Musel, de Enagás, situada en el puerto de Gijón
Planta de gas de El Musel, de Enagás, situada en el puerto de Gijón

El presupuesto inicial de la obra fue de 716 millones de euros. El real, algún día se sabrá. La chapuza sigue dando grandes problemas a la ciudad. Un derroche de recursos públicos; pero, ¡no pasa nada! Eso parece haber dicho la justicia. Los contribuyentes: a seguir pagando y a esperar tiempos mejores. En resumen, El Musel actualmente es un puerto aletargado, semivacío, carente de garra comercial, que depende principalmente de tráficos cautivos, que fluctúan en función de los mercados del acero y de las estrategias empresariales y multinacionales. Un puerto que se ha refugiado en el tráfico coyuntural de los trasvases de carbón contaminante. Carbón que es manipulado a precios de saldo, para maquillar el estrepitoso fracaso de una ampliación superflua.

La viabilidad del puerto no está en convertir cientos de hectáreas sin futuro conocido en factorías de lenguados, planta de pirólisis - ya desechada- fábricas de baterías, concesiones a los lobos de la especulación, o cualquier otro tipo de ocurrencias empresariales. El puerto de El Musel necesita nuevos tráficos, ordenar y mejorar el transporte por carretera, acceder directamente al mercado Estatal, recuperar la autopista del mar, captar nuevas líneas, no hipotecar con concesiones de saldo el futuro de muelles con grandes calados, y por encima de todo, dotarse de un gran equipo de profesionales multidisciplinares con capacidad real de convertir los proyectos de futuro en realidades.

El Musel es una de las oportunidades para que Asturias pueda salir del pozo. El tiempo de los ilustres parásitos y las vacas sagradas ha de ser historia. La Universidad ha de tener como principal fin dar respuesta satisfactoria a las demandas reales. Son los profesionales cualificados y las nuevas tecnologías los instrumentos que han de dar sentido a las piedras y a los bloques que ya están ahí.

Un puerto que siempre está medio vacío es un puerto mal planificado, al que le sobran kilómetros de muelles sin utilidad, salvo que se capten nuevos tráficos, limpios y rentables para Gijón y Asturias.

La historia de El Musel es una historia de proyectos y más proyectos, de obras innecesarias, de derroche de unos con dinero de otros. Es el juguete ideal en manos de un capitalismo insaciable, cuya finalidad no es otra que acumular dinero fácil sin arriesgar nada a costa del esfuerzo ajeno. Pero ya se sabe: el cinismo político se ha normalizado, de tal forma que, mientras los discursos y promesas apuntan en un sentido, la realidad navega en rumbo contrario. Hay lideres que se han enriquecido mientras sus votantes viven ahora bastante peor que antes. Pero no por eso dejan de votarlos. Son las paradojas del sistema. El puerto gijonés es grande en tamaño, incluso tiene una regasificadora, tan decorativa como peligrosa, que le da apariencia. Operativamente es un puerto que no resuelve las necesidades de Asturias, dependiente de tráficos sucios y peligrosos, que fluctúan en función de los mercados del acero y de estrategias empresariales e intereses multinacionales. No faltan en esta ceremonia los caciquismos locales y los acólitos asociados que pululan y colaboran en órbitas inferiores. Una situación muy propia de países devotos de los chamanes. Los estudios encargados para justificar la última ampliación del puerto gijonés estaban inflados. Las expectativas creadas no tenían otro fin que justificar la gran hormigonada. Ni la EBHI tuvo que trasladarse a los nuevos muelles de gran calado ni crecieron los tráficos portuarios para justificar la gran obra. Las principales ocupaciones del puerto son puramente coyunturales sucias y contaminantes, con el trasvase de carbón traído de Rusia y otros países, con lo que se da ocupación temporal y a precio de saldo a unos muelles totalmente vacíos y sin perspectivas de actividad.

Se dieron concesiones y se asfaltaron parcelas para empresarios especuladores sin tradición portuaria. Raras convergencias entre un puerto vacío y la intervención de lobos hambrientos de negocio fácil. Luego vendrían los fraudes y las denuncias. Nada nuevo. De la autopista del mar solo quedan los recuerdos y la manifiesta incapacidad para recuperarla. El Gobierno del Principado lleva años alejado de la realidad portuaria. No le interesa. Está más a gusto dándole vueltas al pozo de otro tiempo, mientras la ciudadanía sigamos con las tragaderas tan dilatadas.