No se ha conseguido

OPINIÓN

NACIONES UNIDAS

27 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Estos días se está celebrando en Nueva York la Asamblea General de las Naciones Unidas y vuelve a comprobarse, lamentablemente, la escasa influencia que tiene este organismo para preservar la paz mundial (que fue el principal objetivo por el que se creó tras la II Guerra Mundial). Afortunadamente hay muchos discursos (como el que realizó Pedro Sánchez) que abogan por una transformación integral de la ONU si de verdad queremos pasar de las palabras a los hechos. Creo, honestamente, que se precisa que la Organización de las Naciones Unidas tenga una función de árbitro internacional mucho más útil (es preciso acelerar el cumplimiento de los 17 objetivos que constituyen la Agenda 2030, dado que a falta de seis años para su conclusión, sólo el 17% de las 169 medidas están avanzando, la mitad muestra un progreso mínimo o moderado y más de un tercio se estancan o retroceden). Hay una realidad palpable: el «orden mundial» de hoy es radicalmente diferente al que había en 1945 y, si no se ha conseguido resolver muchas disputas por la vía diplomática, mantener el mismo funcionamiento desde hace 79 años es inútil. Como es conocido, el órgano que pincha y corta el bacalao es el Consejo de Seguridad, formado por cinco miembros permanentes y con derecho a veto (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China) y otros diez miembros no permanentes. Todos los países, de una manera u otra, defienden sus legítimos intereses, pero no son pocos los casos en los que precisamente se toman decisiones que dan carta blanca a violar, de manera flagrante, los derechos humanos. En ciertas ocasiones sí que se crea una animadversión contra determinadas acciones militares, como fue la invasión a Irak porque, supuestamente, Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva (nunca se encontraron) y financiaba actividades del grupo terrorista Al Qaeda, liderado por Bin Laden, que había atentado contra Estados Unidos (en el caso de España hubo un claro rechazo social a la participación de nuestro país, pero no fue suficiente para evitarlo y, veinte años después, este país del Golfo Pérsico sigue siendo muy rico en petróleo y extremadamente pobre en democracia). Si en aquel entonces el papel de la ONU fue intranscendente (se obviaron todas sus resoluciones) no nos debe extrañar que ahora no haya respuesta alguna a la actuación de Israel en Gaza (y, si nadie lo remedia, también en El Líbano) y de Rusia en Ucrania. En el primer caso, Estados Unidos frena cualquier resolución de condena contra el gobierno de Benjamin Netanyahu, en el segundo el propio Putin no se va a acusar a sí mismo de incumplir la legalidad internacional (se puede añadir un tercero en discordia que no tiene escrúpulo alguno en callar las críticas a su modelo de control político: China). Fuera del foco mediático se calcula que en la actualidad están activos 56 conflictos armados en el planeta, de los cuales están directa o indirectamente involucrados 92 países diferentes (en la ONU están 193 estados distintos), lo que supone que como nunca antes estamos en una situación de inestabilidad muy peligrosa para la humanidad. En este sentido, creo que urge una reforma eficiente para que haya un organismo internacional actualizado a los tiempos que corren capaz de garantizar la paz de los pueblos.

Algo que no ayuda a conseguir un mundo más justo es saber que el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 95% restante, según datos de Oxfam Intermón. Esta ONG señala que más de un tercio de las 50 mayores empresas del mundo tienen a un milmillonario como director ejecutivo o accionista principal, y encima los beneficios de estas compañías (dos multinacionales dominan el 40% del mercado mundial de semillas) superan con creces al presupuesto total de muchísimos países del planeta. El poder económico cada vez se va concentrando en menos manos y con esa fuerza descomunal actúan de una manera muy invasiva que resulta muy difícil combatir desde lo político. Estas personas marcan agendas, imponen las reglas del juego y se aprovechan del trabajo y del esfuerzo resto de la población. Lo peor de todo esto es que cuando llegó la crisis financiera a partir de 2008 se habló de redefinir el capitalismo, en el sentido de que urgía cambiar el modelo especulativo por otro sistema económico ético que acabase con los abusos, pero lamentablemente es evidente que no se ha conseguido alcanzar ese anhelo y, que incluso, se ha ido para atrás en equilibrar la balanza de la justicia social.