Gente que conozco

OPINIÓN

20 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque no he estado en España en los últimos días, cada vez que viajo no me resisto (de manera online) a leer la prensa, a escuchar los boletines informativos de cada hora en la radio y, si es posible, a ver algún telediario (en esta ocasión he podido acceder vía web a los streamings de las diferentes cadenas españolas, pero en otros países como Francia no tuve la misma suerte). Hay gente que conozco que me asegura que se evade de saber cualquier noticia sobre nuestro país cuando está de vacaciones (para despejar la cabeza lo máximo posible), pero al final en todos los lados tenemos inquietudes y problemas parecidos. En Europa, por ejemplo, el debate sobre la inmigración está posibilitando los mejores resultados electorales de las formaciones más extremistas de la derecha desde la II Guerra Mundial. El CIS publicó ayer que las y los españoles situamos la inmigración en el primer puesto de nuestras preocupaciones, y es evidente que no tiene lógica racional, sino que es un caso puramente emocional (están corriendo como la pólvora por redes sociales contenidos que alientan, manipulan y relacionan a quienes buscan una vida mejor con la delincuencia —aunque sea falso, desgraciadamente cala en la sociedad—). Partidos como el PP, Vox (ayer mismo en Sotrondio) y Junts han puesto su agenda política en este asunto por encima de otros (en las últimas elecciones autonómicas de País Vasco/Euskadi y Cataluña/Catalunya apenas hicieron mención a ETA o a la amnistía, algo que en Madrid sí que les da rédito) y han utilizado teorías totalmente infundadas con un tufo racista y xenófobo muy peligroso (algo parecido lo intentaron hacer con las okupaciones, cuando lo grave es que el acceso a la vivienda es casi un imposible para muchas familias y no les remueve el estómago votar en contra de regular el mercado inmobiliario). Conviene repetir que la derecha no ve como enemigos a quienes vienen a España con mucho dinero (esos tienen todos los beneplácitos), sino a quienes vienen con una mano delante y otra detrás y se hacinan en Melilla, Ceuta y Canarias a la espera de su traslado a las diferentes comunidades autónomas (tan críticas que son algunas de ellas para unas cosas —que no dejan de tener razón si sus sistemas públicos se van a ver mermados por falta de financiación— y tan pasotas para colaborar y ayudar a quienes lo han perdido todo, huyendo de la guerra y del hambre). Se precisa hacer mucha pedagogía, dar toda la información veraz posible y no minusvalorar los riesgos contra la paz social que representa la extrema derecha en todo el mundo.

Casa de Anne Frank, cuyos carteles decían que estaban vendidas todas las entradas para ese día, aunque en la web añadían que hasta mediados de octubre estará todo completo
Casa de Anne Frank, cuyos carteles decían que estaban vendidas todas las entradas para ese día, aunque en la web añadían que hasta mediados de octubre estará todo completo

En estos días (en los que imagino que Alfredo Canteli habrá vuelto a ver —en su cabeza— 'ríos de gente' por las calles de Oviedo/Uviéu) he tenido la ocasión de visitar Amsterdam, y la verdad es que me ha prestado mucho conocerla aunque no pude ver por dentro dos lugares que tenía previsto conocer, como son la casa de Anne Frank o el Museo de Van Gogh. En su momento me hacía gracia que gente que conozco esperaba para casarse al día que les citaran en el restaurante donde querían celebrar su matrimonio. Ahora parece que para los viajes hay que hacer algo parecido e intentar coger las vacaciones cuando hay entradas libres para ir a ver monumentos u otros lugares (en Roma también me pasó, que me quedé con las ganas de entrar al Coliseo y a El Vaticano). Es verdad que en este debate sobre la masificación turística sería un posible método para su control, puesto que si para quienes desean ver los interiores de determinados lugares no lo tienen disponible, puede que consiga frenar la invasión de turistas (en el hotel me cobraron 50 euros de tasa municipal por las cuatro noches que pernocté). No lo sé, siempre me gustó viajar y conocer sitios diferentes, pero reconozco que me prestaba más viajar como antes sin tener que programar cada paso que daba, pero ahora ir a la aventura conlleva el riesgo a quedarte en la puerta sin ver lo que te interesa. Aplaudo el sistema de transporte de tren, metro, tranvía y bus de Amsterdam (muy eficiente, puntual, limpio y con amplias frecuencias para llegar a todos los rincones) pero ni las innumerables bicis que hay evitan el uso masivo del coche, que se puede ver en todas las calles aparcados al borde de los canales (seguro que alguno acabará en el agua) y en el extrarradio de la urbe llegan a producirse grandes atascos en el llamado anillo. Me llamó la atención que una normativa europea (tan debatida en España) como es la de la accesibilidad en las calles, en Amsterdam no se aplique (no hay espacio suficiente en muchas aceras para andar, sea por la acumulación de bicicletas o por las terrazas hosteleras, que se pegan a las paredes de las casas). En cualquier caso, y al igual que pasa en Marruecos, me sorprende que no haya accidentes (o yo al menos no vi ninguno) porque no es poca la cantidad de pasos y cruces que hay, aunque quizás la costumbre les haya hecho conducir de una manera más ordenada de lo que parece (por cierto, al igual que en otros lugares, me llama la atención que el negocio del taxi no lo acaparan nativos neerlandeses). No sé si a España nos llegará esta tendencia por mucho que Pedro Sánchez quiera animar a la gente a que use la bici, pero espero que no se deje de lado la aplicación de zonas de bajas emisiones, porque hay que actuar en favor del planeta cuanto antes y no es una buena noticia que se tumben iniciativas como la de Madrid Central.