Quedará en el recordatorio colectivo aquella frase del Emérito a la salida de la clínica: «Lo siento mucho, me he equivocado»; o la de Aznar intentando menoscabar a la DGT: «Déjame beber tranquilo»; y la más reciente de Sánchez: «No podría dormir tranquilo con Podemos en el gobierno».
Éstas y un sinfín que se podrían traer a colación son ejemplos claros de meteduras de pata que no dicen nada a favor de las personas públicas que las lanzan sin miramientos cuando deberían tratar de ser ejemplares en sus actos y también es sus expresiones.
A esta sinfonía de despropósitos se suma también Asturias siendo protagonistas del dislate oral el presidente del Principado y el arzobispo de Oviedo y lo hacen teniendo como testigo imparcial a la Virgen de Covadonga. Habrá quien dé toda la razón al presidente, serán los simpatizantes del PSOE, o habrá quien se incline por identificarse con las palabras de Monseñor, que serán los católicos fieles a los sermones del arzobispo. Y seguro que existe una mayoría que repudian las formas del uno y del otro y que piensan que estaban mejor ocupándose de sus obligaciones, que no son pocas.
Empecemos por el principio: hacer coincidir la fiesta de Asturias con el día de Covadonga fue un error, que se cometió en su tiempo y que ahora es difícil de enmendar. En un estado aconfesional los actos religiosos, a los que asisten quienes profesan la religión, deben separarse de los civiles, que implican a la totalidad de asturianos.
Adrián Barbón, como individuo, puede acudir a misa cuantas veces le plazca, como presidente representa a todos los asturianos y no son pocos los que nada tienen que ver con la iglesia católica, a los que él también representa, por lo tanto, mejor no mezclar las cosas. Barbón está para ocuparse del curso escolar, que acaba de empezar, y que siempre, siempre lo hace con carencias; está para hacer y deshacer hasta que las puñeteras listas de espera en sanidad empiecen a disminuir de una vez y dejen de ser una pesadilla para la población; y en su tiempo libre, si es que le queda algo, que valla a misa o a jugar a los bolos, eso es cosa suya. Los asturianos se sentirán satisfechos si resuelve algo de lo primero; lo segundo, francamente les importa un bledo.
En el otro lado topamos con la Iglesia, amigo Sancho, donde algunos de sus jerarcas viven todavía en el nacionalcatolicismo, como es el caso de Jesús Sanz, que de forma habitual usa el púlpito, no para dar a conocer la esencia de la doctrina de Cristo, sino para entrometerse en la política del día a día.
El señor arzobispo también tiene tarea abandonada. La Iglesia Católica sufre un merecido desprestigio como jamás se conoció, las vocaciones religiosas brillan por su ausencia y en los actos religiosos lo que abunda son los bancos vacíos. Misión por hacer sí que hay.