Menos racismo y más humanismo

Pepe Álvarez
Pepe Álvarez SECRETARIO GENERAL DE UGT

OPINIÓN

Antonio Sempere | EUROPAPRESS

08 sep 2024 . Actualizado a las 20:38 h.

Hay una realidad inquebrantable: la inmigración ha existido en toda la historia humana, existe y existirá. Y con el cambio climático y las crecientes desigualdades se va a incrementar. El debate del efecto llamada es falso. No hay efecto llamada, sino efecto salida, empujada por guerras y hambrunas varias. En nuestras sociedades, la inmigración también va fuertemente vinculada a la pobreza. Aquí no hay conflicto cultural, siempre hemos sido tierra de acogida, hay dificultades ligadas a la falta de equidad y oportunidades sociales.

Tenemos que trabajar por un marco de convivencia. Ya descubrimos hace muchos años que no basta con la tolerancia, hay que ir más allá. El auge de la extrema derecha y del riesgo de involución social y democrática que se vive en nuestras sociedades ha hecho que estos utilicen la bandera del racismo como si esta diversidad creciente fuera la causa de los problemas sociales y las desigualdades actuales. Intentan culpabilizar al último que ha llegado, que además es mucho más pobres, de nuestros problemas. La principal vía de trabajo para contrarrestarlo es hacer una sociedad más justa y con menos precariedad. Y sobretodo ser totalmente inflexibles ante el racismo.

En el marco teórico hay consenso en que se tienen que organizar los flujos migratorios. En la realidad, pero, es mucho más complejo. La ley dice que solo podrías venir con un contrato de trabajo, pero la mayoría de la inmigración entra por los grandes aeropuertos con visado turístico. La dicha «contratación en origen», los cupos de inmigrantes que piden las organizaciones empresariales, esconde demasiado a menudo formas de sobreexplotación en sectores con trabajo precario. Además, no va a poner freno a las otras formas de llegada. Ser más flexibles y abiertos en la entrada podría ayudar a frenar las vías más precarias como los cayucos a Canarias o las pateras del Mediterráneo, o la vía visados turísticos, pero no los va hacer desaparecer.

Y sí, vivimos en la paradoja aparentemente contradictoria: nuestra curva demográfica nos dice que serán necesario la llegada de más personas trabajadoras, pero aún hay 2,5 millones de personas registradas en el paro y más de 500.000 personas sin papeles en España, principal bolsa de situaciones de explotación laboral y precariedad. Aquí es necesario crear empleo para todos, sea cual sea su origen, su lengua materna y recen al dios que cada cual quiera. Y dar la formación necesaria a unos y otros. Lo que sí está claro es que las organizaciones sindicales tienen que mirar con precaución, y no se puede dar soporte en general, a los «cupos de contratación en origen» para sectores precarios, ni para trabajos que puedan ocupar personas en el paro. Esto se tiene que hacer bien, para no ser un agravio ni ser germen donde se pueda abonar la extrema derecha. Mantener una bolsa tan grande de personas sin permiso legal de estancia y trabajo, abona los problemas sociales y prolonga el caduco modelo económica basado en la precariedad laboral.

Quiero defender una mirada humanista de la inmigración: la llegada de adolescentes solos, unos 8.000, no puede ser un problema grave para la sociedad. Son jóvenes, algunos aún, niñas y niños. No pueden estar en las calles. No solo son las leyes de infancia, es nuestra sociedad quien no lo permite.