La playa de las espumas misteriosas, aparecidas en muchas ocasiones, resulta ser que son aguas sin depurar

OPINIÓN

28 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado 19 de agosto del año actual. Siendo casi las 20:00 horas de un espléndido día de verano, luce el sol. Se cuentan por centenares las personas que aún disfrutan de la playa teniendo que soportar su lamentable estado de asquerosidad, y así verano tras verano, aunque estas imágenes y otras peores se suceden a diario en cualquier época estival.

En el agua, muy cerca del morro del Cervigón, hay un nutrido grupo de surferos que disfrutan cogiendo olas. Algunos son verdaderos prodigios sobre la tabla. Los paseantes les toman fotografías, los graban y disfrutan viendo sus equilibrios sobre la tabla, impulsados por la cresta rompiente de la ola. Auténticos fenómenos. En Gijón hay cultura de Surf. Pero no todo son maravillas en el arenal de San Lorenzo, donde el pedreru ya se apoderó de una buena parte de El Tostaderu y la orilla del río Piles.

Los dragados salvajes, realizados frente a la playa para rellenar la ampliación de El Musel siguen haciendo estragos impunemente. Oficialmente no pasa nada, ni tampoco se conocen los resultados de las pruebas que debían hacerse y dar cuenta de ellas a la ciudadanía.

La alcaldesa de Gijón, máxima autoridad local de la ciudad, es a su vez, vicepresidenta de la Autoridad Portuaria del puerto principal de Gijón. Algo debería saber de este escabroso asunto, pero guarda silencio. Cuando sube la marea, la franja de arena disponible se queda en nada. No hay playa. Se ha ido a El Musel. La Justicia no parece haberse enterado. Por algo los que la representan lo hacen mirando hacia el Naranco y no a la costa. Algunos que dijeron ser expertos en medio ambiente y contaminación, es evidente que se equivocaron totalmente.

Ha vuelto la guarrería, que nunca desapareció, ni parece que lo vaya hacer por si sola.

Un grupo de niñas y niños se bañan en una charca inmunda y asquerosa que se ha formado caprichosamente poco antes de llegar a la mar. Algunos adultos cruzan esa pequeña lengua de agua con las sucias espumas

A media pierna. Varias familias están tumbadas a cinco o seis metros de la charca en la que flotan los restos espumosos de aguas que no han sido depuradas adecuadamente. Algunos técnicos consultados sobre el asunto afirman que la depuradora del Piles no funciona. En ese sentido, también manifiestan que el pozo de tormentas, solo ha servido para dar satisfacción económica a los constructores y adjudicatarios de la inmensa obra, la cual nos deja cada vez más dudas de su eficacia.

La cosecha de algas espumosas de otro tiempo, había desparecido misteriosamente, porque no eran algas en descomposición. Eran eso: aguas residuales sin depurar. Un problema grave por el que los y las gijoneses y gijonesas, además de sufrir las consecuencias de salubridad negativa, deberemos pagar también las posibles sanciones que imponga la UE a la institución local por no depurar, las cuales saldrán además de nuestros impuestos.

La señora Moriyón, que ya ha sido alcaldesa hace pocos años atrás en dos legislaturas anteriores, guarda silencio. Eso sí, el 29 de junio, no dudo en formar parte de la ceremonia de bendición de las aguas de la playa de San Lorenzo. ¿Qué aguas se bendijeron? Este no es un asunto del Espíritu Santo, ni de la santísima Trinidad, ni de la marinera Virgen del Carmen. No, es de otra naturaleza más terrena y municipal. Y tiene solución, claro que la tiene, pero habrá que coger el toro por los cuernos, en vez de torturarlos y matarlos salvajemente en la plaza del Bibio.

Esta ciudad merece respeto a su historia. Menos hipocresía señora Moriyòn. No nos vendan lo de una ciudad mirando al Mar, cuando en realidad, solo son, toros y demostraciones bélicas. Lo demás salta a la vista solo con pasear por la orilla de él.

Turismo de playa y guarrería indecente en nuestro entorno litoral, no son tolerables ni compatibles. Los responsables de que Gijón tenga una red de saneamiento raquítica y obsoleta se esconden posiblemente en las tinieblas del silencio cómplice. Sí, esos de las corruptelas normalizadas, que no se deberían de escapar del campo de la Justicia por atentar contra la salud y el medio ambiente, pensando siempre en engordar la faltriquera sin hacer nada para resolver los graves problemas que padece esta ciudad.