Una galaxia es un conjunto de estrellas, nubes de gas, planetas, polvo cósmico, materia oscura y energía, unidas gravitatoriamente en una estructura más o menos definida. La Vía Láctea es la galaxia en la que están ubicados el Sol y la Tierra. Es una más entre la infinidad de galaxias de nuestro Universo. El nombre se debe a ese color lechoso blanquecino que se puede observar en una noche de verano. Vía Láctea se refiere al camino de leche que ha brotado de los pechos de la diosa Hera, quien amamantaba al bebé Hércules mientras dormía.
La Vía Láctea es una galaxia espiral con un diámetro aproximado de 200.000 años luz. Para darse cuenta de la inmensidad de esa distancia hay que saber que un año luz es la distancia que recorre la luz en un año, moviéndose a la velocidad de 300.000 km/s. La Vía Láctea alberga del orden de 300.000 millones de estrellas. Existen dos agujeros negros supermasivos en la Vía Láctea: M87, situado en el centro de la galaxia y Sagitario A*.
La Vía Láctea está ligada a mi niñez. En aquel Maside sin apenas contaminación lumínica, en las noches de verano se observaba claramente una gran zona del cielo iluminada en colores blanquecinos, que, para le gente de la zona señalaba el Camino de Santiago, pero todo el mundo sabía que era la Vía Láctea. En las urbes actuales, con excesiva contaminación lumínica, el 60 % de los europeos no ven la Vía Láctea (La Voz, 31-7) y es una pena porque es todo un espectáculo.
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