Feliz verano

OPINIÓN

Durante las vacaciones se debe hacer un descanso total del trabajo
Durante las vacaciones se debe hacer un descanso total del trabajo Istock

03 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya se va notando que se ha ido mucha gente de vacaciones, la atmósfera de la ciudad adquiere hasta un color especial, como Sevilla; afortunadamente el ruido del tráfico es bastante menor, como también se aprecia que la contaminación respeta los pulmones y el habitual ajetreo de las aceras se ha convertido en un transitar tranquilo y sin tropiezos con el prójimo porque el calor y el exceso de luminosidad solar hace desistir a los paseantes; casi molesta más soportar ese fogonazo agresivo en los ojos desde que se levanta la persiana que el sudor empapando la piel según avanza la mañana. No lo sé con total seguridad, pero supongo que de dos a seis de la tarde la mayoría de la gente que tiene capacidad para decidir se queda voluntariamente en casa, solo pululan  los requeridos por sus obligaciones laborales, que en época de jornada intensiva no son tantos. A esas horas a veces abro la ventana con curiosidad de cartujo en busca de la vida extramuros y solo necesito unos segundos para percibir una cierta sensación de fantasmagoría, de invisibilidad apocalíptica, de paisaje arrasado por un bombardeo nuclear, que con el paso de los días se irá acrecentando, según se escapen los sufridores del mes de julio. Al llegar agosto los restos de la ciudad sin ley recordarán a los pueblos cadavéricos del oeste de John Wayne o de Clint Eastwood: algún bar abierto, algún despistado dormitando a la sombra junto a un perro, y acaso unos cuantos pistoleros a merced del sol, esperando cualquier clase de aventura que al final no se presenta; la aventura como experiencia fantástica cada vez atrae menos, sabemos que cualquier día del año nos puede sorprender. Hasta hace no tanto, la aventura blanca eran las vísperas de los días festivos en la ciudad y las noches de verbena patronal en los pueblos, ahora fiestas tan señaladas como la bulliciosa de Nochevieja y hasta las onomásticas están completamente devaluadas. Buena noticia es que lo excepcional se convierta en alcanzable por el mero impulso del deseo, pero la desmitificación de las pequeñas ilusiones se cobra el precio alto de anularlas, y el ser humano necesita de ellas, si las motivaciones se reducen, también se  reduce el entusiasmo y nos invadirá el óxido prematuro.

El anuncio solemne del verano como sinónimo de disfrute y esparcimiento tampoco es tan ruidoso en nuestro tiempo de ahora; y ello a pesar de que mayoritariamente sigue siendo época de vacaciones obligadas para defendernos de los calores y conciliar la vida familiar con la escolar, lo cierto es que en general se pueden tomar en cualquier momento del año. Esa inveterada ilusión de asociar junio a la próxima llegada de los días de asueto es otra ilusión que se ha perdido, los meses se deslizan uno tras otro por el calendario todo lo ordenadamente que pueden sin apenas verse interferidos por hitos, y la rutina impone su parte alícuota de  sumisión. Alguien dijo días atrás que la luz del amanecer simboliza para los jóvenes la llegada de un día más y la del anochecer para los viejos la constatación de un día menos, aunque la intensidad de la aurora pueda  confundirse con la del crepúsculo. Más que una ocurrencia suya para explicar la ambigüedad inevitable de las transiciones, parece un sabio proverbio chino, como sabias son las evidencias que se ignoran.