La RAE define a la democracia como un «sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes», «forma de sociedad que reconoce y respeta como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley» y «participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones». Para comparar una realidad desde diferentes puntos de vista se hace muy necesario que se establezcan unos mínimos, unos estándares comunes. ¿Podemos desde España equiparar nuestras citas electorales a las de otros países? Con nuestros socios comunitarios sí, porque hasta la fecha no ha resultado necesario hablar ni de pucherazo ni manipulación de datos. ¿Y fuera de nuestras fronteras es también igual? Pues no, lamentablemente (y no hace falta irse a ‘repúblicas bananeras’ porque hasta en Estados Unidos, en el año 2000, la victoria a George Bush estuvo envuelta en la polémica por aquellos 537 votos de diferencia frente a Al Gore en Florida). Hay estados que aceptan que observadores internacionales acudan a verificar la limpieza del proceso, porque su sistema político no ofrece garantías suficientes de que se va a respetar la voluntad expresada en las urnas por la ciudadanía. En el mes de mayo visité Roma, y cerca del hotel donde me alojaba, había un colegio electoral abierto para votar en las elecciones presidenciales y congresuales de la República Dominicana. Me llamó muchísimo la atención un cartel que estaba colocado a la puerta del centro, en el que se recogían las normas que había cumplir para acceder al interior. Las había normales (como que tenías que llevar tu acreditación personal), las había más o menos cuestionables (como que no se podía hacer fotos) y las había cuanto menos alucinantes, como que no se permitía el uso de armas de fuego. Cosas así me confirman que no podemos considerar que en todos los sitios se tiene el mismo comportamiento. Lo que no entiendo es por qué hay en nuestro país un interés informativo con Venezuela proporcionalmente mayor frente a otros países donde también se sospecha de fraudes. Yo no tengo un posicionamiento ni a favor ni en contra de Nicolás Maduro (sí que diré que lo que tiene enfrente me causa bastante recelos aunque se autodenominen de luchadores por la libertad del pueblo oprimido por el chavismo), pero comparto la postura manifestada por José Manuel Albares y por Josep Borrell de exigir la publicación de las actas de todas las mesas (por eso decía al principio que no se puede comparar dos realidades si no hay unos mínimos, porque en España toda persona que actúa de representante de un partido [ya son casi todas y todos apoderados y apenas hay interventores porque se tiene la seguridad casi plena de que no habrá incidentes reseñables con las y los miembros de las mesas] en un colegio electoral tiene el derecho a llevarse una copia de cada escrutinio, y la ciudadanía tiene la posibilidad de conocer los resultados porque esas actas deben publicarse en un sitio visible del colegio electoral una vez que se ha terminado). Mientras no haya transparencia, no se podrá dar por válida la (supuesta) victoria del actual mandatario venezolano. Si no hay nada que ocultar tendría que haberlo hecho ya.
Lo más seguro es que hoy las y los militantes de Esquerra Republicana de Cataluña/Catalunya voten a favor preacuerdo alcanzado con el PSC para investir a Salvador Illa como nuevo President del Govern catalán. Si se confirma, creo que es una nueva buena noticia para el entierro definitivo del ‘procés’. Siempre se dijo que mientras una propuesta entre dentro del marco constitucional, cualquier medida puede ser susceptible de llevarse a cabo, y en ese contexto es donde los partidos políticos que consiguen el apoyo popular deben utilizar su fuerza para influir y modificar las cosas que no le gustan. ¿No hay límites? Debe haberlos, por supuesto. He de decir que, aunque hubiera decisiones polémicas (sobre todo con los indultos y la amnistía), hasta la fecha considero que todas las realizadas por las y los socialistas han sido correctas para desinflar el desafío independentista. Ahora hay una nueva batalla que, es verdad, puede generar mayor tensión fuera de las cuatro provincias catalanas. Además de la obligatoriedad de cumplir con la ley está la de aplicar tu ideología. ¿Defender la ‘singularidad’ de Cataluña/Catalunya para recaudar los impuestos es de izquierdas? En opinión de reputados analistas, ni tiene rasgos federalistas ni lo deberían promover partidos contrarios a conceder privilegios como son el PSOE, el PSC y ERC (cabe recordar que quienes pagan los impuestos son las personas, no los territorios, y a menos que se compense a todas las comunidades [el ‘café para todos’ que dijo Manuel Clavero Arévalo en la Transición], la consecuencia directa es que se reducirá la solidaridad entre las y los españoles), pero claro, ¿por qué nadie se atreve a decirle al País Vasco/Euskadi y a Navarra/Nafarroa que se acabaron sus privilegios? A veces pienso que el trasfondo de todo es la catalanofobia. Cuando en 2007 se aprobó el Estatuto andaluz, se publicó que más de treinta artículos eran idénticos a los propuestos inicialmente en el Estatut catalán. El primero no tuvo ningún problema y el segundo tuvo que sufrir diversas modificaciones. No estoy queriendo defender la creación de una agencia tributaria catalana, pero considero que no se trata únicamente de dar respuesta a las necesidades recaudatorias de Lleida, Girona, Barcelona y Tarragona, sino también al resto de las cuarenta y seis provincias del Estado y las dos ciudades autónomas (poco o nada se habla del ‘dumping’ fiscal de la Comunidad de Madrid, e incluso hay quien lo pone de ejemplo porque, supuestamente, el dinero donde mejor está es en los bolsillos de la gente). En este sentido me preocupa más en qué se invierte el dinero. Cada región está en su derecho de realizar sus presupuestos y destinar partidas a lo que considere oportuno, pero creo que no solo se debe destacar si se tiene más o menos capacidad de gasto sino si se cumplen o no unos mínimos comunes. No me parece lo mismo el HUCA que el Zendal. Son dos hospitales. El primero ha sido un acierto, una seña de identidad de Asturias/Asturies, un ejemplo a seguir. Para hablar del segundo, prefiero quedarme corto diciendo que es una vergüenza.
Comentarios