No pocas veces he explicado el «efecto underdog» en una campaña electoral, y el pasado atentado a Donald Trump ha sido un ejemplo de lo que este puede propiciar en términos de intención de voto. Era lógico pensar que, gracias a ese atentado frustrado, Trump tenía la presidencia prácticamente en el bolsillo, pero los que nos dedicamos a campañear por el mundo sabemos que este tipo de sucesos disruptivos tienen un factor clave que muchos sesudos analistas no suelen tener en cuenta, y es el cuándo.
Hay un principio en psicología denominado primacía y recencia, que en pocas escuelas de ciencia política se enseña y resulta fundamental para el timing de una campaña. Me explico: imagine el lector que el famoso debate y el atentado hubieran sido unos días antes de la jornada electoral. Ya les digo que da igual quién estuviera en frente, Trump arrasaría. Pero, «desafortunadamente» para el expresidente, ha sucedido a cuatro meses vista, y eso en política es una eternidad.
El ahora llamado efecto oreja se desvanecerá, y con él la absoluta certeza de su victoria, y todo por culpa del maldito timing que ha provocado un efecto dominó (sí, soy un loco de los efectos). El Partido Demócrata le ha visto las orejas al lobo y ha decidido algo tan arriesgado como cambiar a su candidato en plena precampaña. Y esto también lo cambia todo.
Donde parecía que no había partido, ahora lo hay. Trump ya no tiene enfrente a un viejo decrépito y sin energía que le regalaba votos cada vez que abría la boca. Era el mejor rival que jamás habría soñado, y los efectos del atentado se lo ha quitado.
Ahora, con Kamala Harris, se ha instalado un soplo de aire fresco en una campaña desmotivada y que solo se movía a golpe de antitrumpismo. Y en el lado contrario tenemos la misma oferta rancia, previsible y «quemada» con la que ya pincharon en las elecciones de medio mandato. Paradójico que ahora Biden sea Trump. Y es que esa esperanza sopla diferente si va regada de dólares. Más de 80 millones recaudados por la actual vicepresidenta en 24 horas, frente a los 50 millones recibidos por Trump tras el efecto oreja (y créanme, el dinero gana campañas).
Y qué decir del nuevo relato demócrata (a los yanquis les encanta decir storytelling), mujer joven y fiscala contra un hombre viejo, machista y condenado por 34 delitos graves. ¿Acaso hay mejor contraste para una batalla por el liderazgo de la show nation por excelencia? Tomen nota, escucharemos mucho este eje narrativo: prosecutor vs felon. Aunque esto también sea una amenaza para los demócratas, algo que tal vez explique otro día con otro efecto.
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