No hay justificación alguna para lo que ha sucedido en el Congreso con la reforma de la ley de Extranjería. Lo pueden pintar del color que les apetezca, pero no es más que racismo puro y duro. Para entendernos, hay mucha gente a la que le parece mal que vengan negros a España. Incluso el líder de la oposición, desde la moderación y el centrismo, vinculó alegremente esta semana la inmigración con las agresiones a homosexuales, mujeres y, se desprende de sus palabras, con la inseguridad en nuestras propias casas. Para el líder del partido que gobierna en docenas de ayuntamientos con la extrema derecha que niega la violencia machista y es abiertamente xenófoba, la presencia de negros en Canarias supone, ya ven, un peligro que no quiere ver en sus socios preferentes de gobierno allá donde puedan serlo, por mucha ruptura fake que pretendan vender. En el mejor de los casos, las derechas españolas optan por la ambigüedad cuando se trata de personas negras.
En el inframundo del malismo español, que es donde la derecha pretende pescar sus votos, están que muerden con el asunto de los menores africanos. Solo hay que leer los comentarios a las noticias al respecto en redes sociales. La fotografía de un policía español en Canarias con un bebé negro en brazos cosechó cientos de comentarios repugnantes y racistas sobre la criatura, augurando un futuro como agresor sexual y asesino para alguien que ni tan siquiera sabe en qué país está. Todos los comentarios iban desde la histeria hasta el miedo a que nuestra supuesta raza desaparezca. Racismo. Estoy convencido de que la gran mayoría de españoles no somos así, pero de un tiempo a esta parte, miles de personas saltan para no dejar lugar alguno a comentarios sensatos cuando vemos una foto como la del policía con el bebé. Es poco probable que esta actitud sea fruto de la indignación inmediata. Es algo seguramente planeado que, ahora sí, genera un efecto llamada de la idiocia y la maldad, envalentonando a los cobardes que a buen seguro, en su día a día, no tienen lo que hay que tener para hablar así de un bebé.
Es en este pozo de inmundicia donde Feijóo pretende pescar apoyos y votos, y es probablemente ahí donde quien sea que se encargue de esas cosas en su partido, ha buceado para transmitirle el camino en cuanto al supuesto problema de la inmigración. Las palabras del líder de la oposición sobre los migrantes a las que me referí más arriba no son más que las palabras liofilizadas de los racistas temerosos que pululan por las redes sociales y por las barras pegajosas y purulentas de los miles de bares de España. Cuando es tan difícil separar los discursos de quienes mandan de los discursos de quienes odian, tenemos un problema, y no es la inmigración. Mientras todo esto sucede, hay gente muriendo en el mar intentando alcanzar nuestras costas y gente esperando en el limbo a que estos señores de la oposición dejen de utilizarles como arma política sin importarles si se mueren antes o después de llegar. Es vomitivo.
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