Ojo con competir con bajos salarios

Fernando González Laxe
fernando gonzález Laxe EXPRESIDENTE DE LA XUNTA DE GALICIA

OPINIÓN

José Pasos | EFE

03 jul 2024 . Actualizado a las 10:06 h.

En la medida que el crecimiento económico es el producto de la combinación de capital, trabajo, progreso técnico, recursos naturales y eficiencia de las instituciones, una mayor especialización en cada uno de estos factores nos proporciona una amplia tipología de modelos de desarrollo. Quiere decir que los países pueden optar por una intensificación del factor capital; por una fuerte inversión en innovaciones tecnológicas; por una excesiva dependencia v uso de los recursos naturales, o por una devaluación continua de las remuneraciones del trabajo. Las distintas apuestas suponen que los territorios pueden ser atractivos desde la perspectiva de los beneficios a obtener; seductores en cuanto a las condiciones fiscales, laborales y medioambientales, o cautivadores en lo que se refiere a las potencialidades de futuro.

Lo cierto es que basar los programas de desarrollo en atraer trabajadores con bajos salarios, productividades reducidas y escasa inversión no es lo más aconsejable.

La razón principal para respaldar tal afirmación es que siempre habrá alguien, en alguna otra parte del planeta, que produzca con salarios todavía más bajos, con menos impuestos y con requisitos muy laxos en cuanto a la legislación y normas medioambientales.

Galicia no puede presumir de ser atractiva en dichos conceptos.

En primer término, atendiendo a los salarios destacamos tres cuestiones fundamentales. Existe una brecha salarial con respecto a la media española que se incrementa año a año (aumentos anuales en Galicia del 3,7 %, por 4,1 % en España).

Asimismo, se contabiliza una disparidad en los avances territoriales; esto es, en Galicia, los salarios aumentan un 3,7 %, en tanto que en Madrid registran alzas de un 5,8 %; y en el País Vasco o Valencia, del 4 %. Y, para rematar, existe una notable discriminación por géneros, puesto que en Galicia los aumentos salariales de los hombres lo hacen en un 3,2%, mientras que en España anotan un 3,5%; y, en lo que atañe a las mujeres, en Galicia los salarios se incrementan un 4,8 %, y en España un 5,1 %.

El otro factor atractivo radica en la productividad.

En este caso, la productividad gallega está por debajo de la media española; inferior en un 1,5 %, si se mide en términos de productividad aparente del factor trabajo y en 5,3 % en relación al número de horas. Los índices se alejan de las regiones más productivas y apenas cambiamos de categoría en la última década. Es decir, la comunidad autónoma gallega no se encuentra dentro del grupo de regiones que refuerzan su liderazgo, situándonos en un área territorial en la que los niveles de productividad de las regiones adyacentes son parejos y las probabilidades de escalar posiciones es reducida.

Atendiendo a estas circunstancias, el principal atractivo de la fuerza laboral es reducido. Los datos de movilidad arrojan resultados obvios: en 2023, se registra un saldo negativo de 16.674 personas, siendo la quinta comunidad autónoma con peores saldos; e índices muy divergentes a los saldos que presentan Madrid (capta 181.072), País Vasco (atrae 13.487) o Aragón (recibe 11.171). Además, los trabajadores gallegos se movilizan hacia Madrid, Cataluña y Baleares y nos caracterizamos por atraer personas de Andalucía, Asturias y Castilla-La Mancha.

Pormenorizando los resultados, tendríamos que la fuga de gallegos es más intensa en los hombres de edades intermedias que en las mujeres; concentrándose en las actividades profesionales, científicas y técnicas en tanto que los que vienen a Galicia, son fundamentalmente, artesanos y trabajadores cualificados en industrias manufactureras y de construcción.

En suma, sería recomendable potenciar aquellos elementos atractivos, seductores y atrayentes si queremos avanzar en nuestro desarrollo. De ahí, mi recomendación de no basar las apuestas en bajar salarios, ni en recortar inversiones en I+D.

Si mantenemos este modelo, los resultados que obtendríamos serían obvios: seguiremos perdiendo población y se produciría una fuga de cerebros y un éxodo de personas cualificadas, con lo que se aceleraría el envejecimiento y la falta de creatividad.