En esta época de crisis, política, social, cultural, reaccionaria, de empleo, de recortes, represiva, y de identidad, al capitalismo y sus colaboradores, no les basta con quitarnos todo tipo de derechos legales que establecen las distintas leyes vigentes, que ya de por si son bastante limitados. Además de eso, se emplean a fondo para reprimir violentamente todas las legítimas reivindicaciones que se producen en todos los territorios del Estado Español.
La represión no es por casualidad. Está perfectamente diseñada para disuadir la rebeldía social. Ha ocurrido a lo largo de la historia y hoy los que se definen como demócratas y defensores de las libertades y los derechos, la utilizan como un arma eficaz contra todas aquellas personas que alzan la voz contra la sinrazón y crueldad de este sistema que nos somete cada día más a vivir en unas condiciones de pobreza, paro, precariedad y exclusión inaceptables, mientras ellos navegan por inmensos mares de opulencia y corrupción.
La represión nunca puede ser la única solución para resolver el descontento de los humanos con las injusticias sociales. ¿Acaso se puede considerar un delito que los y las trabajadores y trabajadoras, ciudadanos y ciudadanas nos manifestemos contra las consecuencias de una crisis que no hemos generado, pero que el capitalismo, los gobiernos y sindicatos del poder a su servicio pretenden que la paguemos? ¿Acaso es un delito defender el empleo, las libertades y la dignidad de las personas? Pues todo parece indicar que así es, a la vista de los acontecimientos.
De esta manera, a lo largo de la historia, pero más acentuada aun si cabe en la época actual, se ha desatado una verdadera caza de brujas contra activistas combativos, como el de las seis compañeras de La Suiza, procesadas y condenadas, con una sentencia firme del Tribunal Supremo, la cual las puede llevar a prisión en los próximos días, por la lucha llevada a cabo en 2017 por la situación de acoso sexual y laboral a una compañera sufrido en su trabajo.
Ser sindicalistas y defender derechos y libertades de la gente en los centros de trabajo, constituye también un delito en esta farsa de democracia, como en el ya conocido caso de las seis de la Suiza, que por una denuncia y protesta contra los acosadores, las convierte a ellas en condenadas por la justicia. La permisividad hacia los poderosos en materia de derechos y protección laboral ante casos de acoso en el trabajo no tiene límites lamentablemente, por eso ocurren con excesiva frecuencia, porque se protege a los acosadores en vez de las acosadas.
El capital y los grandes poderes financieros, con la colaboración de los gobiernos PSOE y los sindicatos, que guardan silencio, utilizan todos los medios a su alcance, para frenar cualquier obstáculo de rebeldía que se interponga en esta época de crisis brutal, a la aplicación de sus políticas neoliberales y al desarrollo de sus objetivos.
Pretenden resolver esta crisis económica con métodos de la vieja usanza: represión, palos, detenciones, sanciones económicas y cárcel, y despejarle así el camino a los empresarios y sus colaboradores políticos y sindicales corruptos, de todas y todos los luchadores de base que sean un obstáculo para mantener sus propios beneficios.
Hoy más que nunca, cuando la izquierda política y el sindicalismo claudicante a las imposiciones del capitalismo y ante la amenaza creciente de una extrema derecha envalentonada, renuncia a la lucha en defensa de los derechos colectivos para apoltronarse en los sillones del poder y negociaciones con nuestros explotadores, cuando más visos hay de que todas las recetas neoliberales ensayadas hasta el presente, son incapaces de abrir camino en la espesura de la crisis capitalista, es cuando más debemos confiar y apoyar la lucha de estos compañeros y compañeras que ahora están siendo juzgados, condenados y sancionados por defender los derechos de todas las personas más desprotegidas, en esta sociedad tan desproporcionada y desigual.
Ante esta escalada progresiva y silenciosa, no puede haber ni un solo caso más de represión sin respuesta. No podemos admitir de ninguna manera, que en los tiempos difíciles de crisis capitalista que nos toca vivir, patronal instituciones, gobierno, jueces y sindicatos, se dediquen a perseguir y criminalizar a personas explotadas y acosadas en sus centros de trabajo, como en el ya conocido caso de las seis de la Suiza, mientras los especuladores, explotadores y corruptos, responsables de esta situación, se paseen libremente, sin castigo alguno.
Es de suponer que la represión va a continuar, cuando ninguno de los partidos políticos que concurrieron a las últimas elecciones generales del 23-J, llevaba en su programa la derogación de una ley mordaza que reprime con mucha dureza, cualquier atisbo de protesta social, por muy simbólica que esta sea.
Estamos ante una espiral de violencia de los poderosos, contra las clases más vulnerables, que es imprescindible detener y el mejor camino para conseguirlo es apoyando y siguiendo el ejemplo y compromiso de todas las personas que hoy están sufriendo las consecuencias de esta brutal represión. Ahora son las seis de la Suiza, mañana puede ser cualquiera que se oponga a la crueldad de este sistema explotador y represivo, que solo mira resultados económicos y más riqueza.
La solidaridad y el apoyo social somos los que debemos de absolverles de esta injusticia, intolerable e indecente que pretende encarcelarlas. Denunciar una situación de acoso sexual y laboral, que nunca es fácil de demostrar, no significa que no exista y no por ello se pude condenar a seis personas a prisión, destruyendo su vida y también la de sus familias.
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