Días atrás me dijo una clienta que su hijo de 5 años le comentó que de mayor quería ser abogado. Parece chocante. A esa edad un niño quiere ser futbolista, bombero o policía. Si acaso, concursante de La isla de las tentaciones, pero abogado, en muchachos de tan escasa edad, pocas veces lo escuché.
A preguntas de la madre, el crio fue tajante: «Quiero ayudar a que se haga justicia». Identificar a un togado con la búsqueda de la justicia no es ninguna barbaridad. A algunos tal vez les pueda parecer ingenuo, pero solo a los peor pensados. Véase lectores de Quevedo o Castelao. El problema es que en todo juicio intervienen dos letrados, o uno y el ministerio fiscal, y en todas las ocasiones a uno de ellos se le quita la razón o, lo que es lo mismo, se le impide que encuentre la justicia. Gajes del oficio. Pierda o gane, su objetivo era obtenerla.
Hasta el que defiende al más cruel de los criminales lo hace buscando que se haga justicia, ya que de justicia es, en base al artículo 24 de la Constitución, que todas las personas tengan derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que en ningún caso pueda producirse indefensión.
Y no critiquemos jamás al abogado supuestamente de los malos. También estos tienen derecho a ser defendidos con todas las garantías procesales.
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