Las equidistancias no valen

OPINIÓN

Kylian Mbappé en un encuentro con la selección francesa de fútbol
Kylian Mbappé en un encuentro con la selección francesa de fútbol CHRISTOPHER NEUNDORF | EFE

21 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos, de manera diferente, a los problemas y a las discusiones. En unos casos damos la cara y en otros nos ponemos de perfil en función de nuestros intereses. La medición del riesgo al que estamos dispuestos a asumir tiene mucho que ver si el asunto nos afecta directamente, porque a veces mojarse en exceso puede conllevar consecuencias no deseadas. Hay personas que su capacidad de influencia es tan importante que tanto sus opiniones como sus comportamientos son miraros con lupa, porque pueden ser imitados por sus seguidores. Los hay que son emulados hasta por el corte del pelo o sus tatuajes, pero lo que más se suele valorar es por lo que opinan. Mucho ha dado que hablar que Kylian Mbappé haya apelado a la juventud francesa a votar en las legislativas «contra los extremos». Hay quien interpreta que utilizó el plural porque no solo quiere evitar la victoria de Marine Le Pen (todavía sigue el culebrón de Los Republicanos, con su líder Eric Ciotti grabándose atrincherado en su despacho con la puerta cerrada con llave para que no lo destituyan), sino también la del otro bando que aglutina a toda la izquierda en el Frente Popular (por cierto, me parece un guiño precioso en su logotipo los colores de la bandera republicana española). Se sabe de su excelente relación con el actual Presidente de la República, Emmanuel Macron, cuya reputación está por los suelos y como muestra más clara fue el mal resultado de Renacimiento (antes conocido como ‘Francia en Marcha’) en las elecciones europeas, pero a mí me da la sensación de que es evidente que el nuevo jugador del Real Madrid lo que ha hecho es copiar a Zinedine Zidane cuando en 2002 pidió frenar la llegada de la ultraderecha al poder. ¿Puede y debe una estrella del fútbol tomar partido y posicionarse políticamente? Al día siguiente le preguntaron a Unai Simón y consideró que los futbolistas no deberían meterse en esos jardines. El portero del Athletic está en su derecho de hablar o no sobre lo que le parezca, pero debería saber que echar balones fuera también es una manera de significarse. Con esa postura no se ha situado en ninguna neutralidad (como leí en una viñeta, «ni fascistas ni antifascistas, solo somos millonarios privilegiados») porque bajo mi punto de vista hay asuntos en los que las equidistancias no valen, y si ya es un drama el blanqueamiento que se está haciendo con Giorgia Meloni (ayer mismo Isabel Díaz Ayuso [que en un ejercicio de deslealtad institucional con el Estado va a condecorar a Javier Milei con la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid] dijo de ella que espera que «tenga los mayores éxitos, porque serán los de todos»), es de agradecer que haya referentes sociales como Mbappé que no se callen ni miren para otro lado ante lo que puede ocurrir en un país tan importante como Francia.

Es cierto que a veces prefiero vivir en la ignorancia y no conocer el verdadero perfil de algunas personas para no llevarme un disgusto. Quien se ha llevado la palma esta semana es Paco González. Con la excusa de «estar caliente» por un tweet de Adrián Barbón (en respuesta a su opinión de que nuestra comunidad autónoma «no puede presumir de mucho»), mostró su perfil más faltoso para insultar al Presidente del Gobierno del Principado de Asturias/Asturies durante quince minutos en su programa de la COPE. No hay justificaciones que valgan para hablar así, aunque lamentablemente hay mucha gente que le encantan estos tipos de comportamientos (aplauden tanto que un nazi agreda físicamente a un cómico por un chiste de muy mal gusto hasta un discurso plagado de violencia verbal contra un político). Yo siempre pienso que mis opiniones pueden ser más o menos acertadas y compartidas por otras personas (asumo no tener ni mucho menos el monopolio de la verdad, porque no sé de todo, pero intento apoyarme en datos e informaciones contrastadas para tener criterio propio sobre la realidad que nos rodea), pero jamás se me ocurría hacer algo semejante por muy mal que me pueda caer esa persona, y más si es una autoridad pública que representa a la ciudadanía. Yo no puedo hablar bien del presidente del parlamento balear, Gabriel Le Senne, y más tras ver que sin ningún pudor rompió una fotografía de Aurora Picornell, pero tiene mi máximo respeto la institución que preside (aunque no me guste) porque del resultado de las elecciones autonómicas y los posteriores pactos de la derecha emanó su nombramiento. ¿Entonces no se puede criticar a nadie porque tenemos una la piel muy fina? Por supuesto que se puede y se debe denunciar lo que uno piensa que está mal, y no hay equidistancia que valga para justificar su acción en que ordenó retirar esas fotografías y no se le hizo caso. Sin sobrepasar ciertas líneas rojas en mi vocabulario, condeno lo ocurrido en Baleares mostrando mi más profunda indignación y enfado contra ese atentado a la memoria de las personas que lucharon por la libertad y contra el franquismo. No solo se precisa una disculpa pública, sino su dimisión por carecer de una mínima ética democrática para seguir en ese cargo.