De todo hace más de veinte años, concretamente veinticinco. En 1999 salía Honestidad Brutal tras nueve meses al límite: entre la locura y la inspiración, entre aviones y hoteles, cruzando el Atlántico y templando la suerte de las musas en Madrid, Buenos Aires y Nueva York. Andrés Calamaro definió la creación y grabación de este disco como su Apocalipse Now. Treinta y siete temas en dos discos, que en palabras de Antonio Lucas: «La mitad de esos temas son hoy lo más parecido a himnos. Aquel disco lo compuso en un largo trance de excesos, insomnios, daños, talento y estados de gracia».
La gira que trajo a Calamaro al Teatro de La Laboral se llama AGENDA 1999, y es un homenaje, fuera de toda nostalgia a la que el argentino siempre es reticente, a Honestidad Brutal: uno de los mejores discos de la historia del rock en español, y en todos los idiomas. Unas canciones que millones de personas hicieron suyas, en cierto modo arrebatándoselas al argentino y haciéndoles del acerbo popular: en esto consiste la gloria, el éxito, la eternidad.
Hizo el paseíllo enfundado en negro y en el bolsillo de la americana un parche o una insignia a modo de alamar. El espectáculo comenzó a las nueve de la noche, pero mucho tiempo antes ya corría por el patio de La Laboral ese runrún de las noches de gloria, de las grandes faenas.
De menos a más fue la noche, llegando al clímax final donde AC se lanzó a matar con muchos de esos himnos que salieron hace veinticinco años. Empezó templando al público, viendo cuál era su mejor pitón y confirmando la bravura y la nobleza de un patio de butacas que era suyo desde que pisó las tablas del teatro. Costaba mantenerse sentado en la butaca, y a los primeros acordes de Cuando te conocí muchos optaron por abandonar el asiento y ponerse a bailar y saltar.
«¡Calamaro, viva la madre que te parió!» grita una mujer y él saluda al tendido dando las gracias y dice: «Treinta y tres años toreando por las plazas, y siempre es un gusto venir aquí a Gijón, venir al norte». En 2011 estuvo en este mismo teatro, pero según sus palabras, no se acuerda, porque no se acuerda de casi nada lo que pasó durante aquel año. Por mucho que sus canciones sean memorias de lo vivido, a veces no está mal volver a olvidar lo olvidado.
Llegan Cuando no estás y Paloma, el bonaerense ya lo tiene todo hecho, se gusta y da pases para los que estamos allí disfrutando. Guardamos esos momentos para siempre. Con Flaca, que no forma parte del disco que está repasando, veo como una pareja joven se abraza, baila y se besa; y mientras sonaba el tema todos nos acordábamos de alguien y queríamos ser esos dos chicos enamorados.
Casi dos horas después, y mientras sonaba Nerva de fondo, se despedía Andrés Calamaro dibujando unas verónicas con su chaqueta y dando las gracias junto a su banda. Esto, señores, es arte. Dejando claro que AC es un clásico sin ninguna duda, porque ya sentenció Rafael Gómez El Gallo: «Lo clásico es aquello que no se puede hacer mejor». La moneda y la montera cayeron por el lado bueno.
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