Las decisiones que se toman en Europa son claves para las condiciones laborales y de vida en nuestro país. Y la mejor manera de ayudar a construir la Europa social, integradora, ecológica y democrática que queremos es participando en las elecciones. Y las del 9-J son cruciales.
El domingo hay que llenar las urnas con votos que avalen las candidaturas progresistas y las políticas que defendemos como sindicato: políticas orientadas a la creación de empleo decente; el fortalecimiento de una industria moderna y sostenible que garantice nuestra autonomía energética; la mejora y extensión de la protección social y los servicios públicos; la apuesta por la soberanía alimentaria protegiendo nuestro medio rural. A estas alturas sabemos perfectamente qué partidos tienen esas aspiraciones. Y qué partidos reman en la dirección contraria.
Hay que frenar a la ultraderecha (que además no cree en Europa). Porque su avance es un retroceso para la democracia, para los derechos sociales y laborales, para la igualdad feminista, para las políticas de acogida con las personas que se ven obligadas a emigrar, expulsadas de su tierra por las guerras o las hambrunas, incluso por los efectos nocivos del colonialismo de los propios países europeos.
Por vez primera existe el riesgo de que los ultras alcancen el 25% de la representación en el Parlamento Europeo, lo que podría modificar el equilibrio que se ha dada hasta ahora, donde los gobiernos contaban con pactos tácitos para avanzar en la integración europea, entre la socialdemocracia, el Partido Popular Europeo, las distintas expresiones del liberalismo, configurando en ocasiones acuerdos con el Partido Verde y los de la izquierda.
Porque hay un riesgo evidente. En España sabemos bien cómo se las gastan, con qué desfachatez niegan la violencia machista y recortan ayudas para combatirla; cómo censuran manifestaciones culturales que no comulgan con sus credos; la persecución que emprenden contra los sindicatos que defienden los derechos de las personas trabajadoras. Los conoceréis por los recortes fiscales para sus amigos ricos.
Tenemos que frenarlos en las urnas, apoyando a los partidos progresistas y europeístas, porque, como resalta Unai Sordo, «Europa debe profundizar en su integración o se desintegrará», especialmente en un momento en que las transformaciones en marcha, tanto la digital como la energética, requieren de recursos e inversión pública, donde los fondos Next Generation son fundamentales.
El avance de la extrema derecha también se desactiva desarrollando políticas que verdaderamente beneficien a las clases populares. Un reciente informe de CCOO, acerca de «La dimensión política de la cohesión social en Europa», analiza cómo el desempleo disminuye el compromiso político (y aumenta el descontento con las instituciones), y hasta qué punto la prosperidad económica, la baja desigualdad y la ausencia de corrupción cimentan la confianza que argamasa la cohesión social. Es decir: mantener el empleo y asegurar las posibilidades laborales son vitales. La falta de oportunidades de empleo para las personas jóvenes, la desigualdad, puede tener efectos negativos duraderos en su compromiso democrático a largo plazo.
Puede parecer que Europa «nos queda lejos», que estas elecciones «no nos afectan tanto». Pero no es así, al contrario: realmente lo que hoy en día se dirime en las instituciones europeas resulta de la máxima trascendencia para las personas trabajadoras de nuestro país (y las decisiones de política económica y laboral que se toman en Europa afectan de manera determinante a las condiciones de vida y de trabajo de todos los países miembros). De hecho, la mayor parte de la legislación que se aborda en las cortes generales de nuestro país es consecuencia de las directivas y de las normas que previamente han emanado de las instituciones europeas.
Podemos decidir con nuestros votos hacia dónde vamos. Las políticas de austeridad impuestas hace apenas doce años por la Comisión Europea dispararon el desempleo y provocaron el empobrecimiento masivo. Las que se acordaron tras la pandemia han permitido la creación de empleo, la protección de las personas y avanzar en el cambio de modelo productivo.
La Unión Europea es la casa común a mejorar (no el enemigo a batir). Y ahora tenemos la oportunidad de hacerlo. Es también nuestra responsabilidad.
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