![Sesión plenaria en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo](https://img.lavdg.com/sc/_-07Ifsd1erVT0WdaxyxwB4OEeQ=/480x/2024/04/25/00121714071782739519219/Foto/eup_20240424_082754128.jpg)
El próximo 9 de junio se volverán a celebrar elecciones para elegir nuevos representantes políticos al Parlamento Europeo; y otra vez, el futuro de Europa y las políticas que allí se desarrollen, las cuales en los últimos años han sido muy regresivas para los intereses colectivos de las personas más necesitadas, volverá a depender de que nuestro voto vaya para los y las representantes que nos recortan y humillan con sus decisiones, o por el contrario decidamos cambiar nuestra tendencia a la hora de votar, no haciéndolo por los mismos que nos han llevado a esta denigrante situación política y social en toda Europa.
Actualmente, todos los países europeos más desarrollados (Francia, Alemania, Austria, Italia, Holanda) e incluso los menos (España Portugal), libran una batalla permanente contra los trabajadores y trabajadoras de todos los sectores industriales, además de los del transporte, pesca, sector agrícola, marina civil, pensionistas etc.
Según ellos, es imposible mantener las ayudas al desempleo, a la creación de empleo, y a los costes de las pensiones. Europa envejece, y crece el número de pensionistas con relación al de trabajadores activos. Todos y todas vemos los conflictos permanentes en la mayoría de los países miembros, sobre todo en los más poderosos y la decidida postura de los gobiernos de llevar a cabo sus planes apoyados e impulsados por los burócratas de la Unión Europea.
No llega el dinero para tanto, es la letanía constante para justificar sus medidas en forma de recortes. Pero los insaciables y escandalosos privilegios que se adjudican así mismos, esos si se pueden soportar y el resto lo tenemos que asumir como algo natural por haberles dado nuestra confianza para que nos representaran en tan poderosa institución, que además no son solamente los sueldos, sino también sus pensiones con unas condiciones que marcan una abismal diferencia con la de esos pensionistas a los que quieren reducir aún más las miserias que reciben, después de haber trabajado a lo largo de su vida laboral con unas exigencias y unos controles que hoy desconocen los y las 705 diputadas y diputados de tan ilustre institución que nos representan al conjunto de personas que pertenecemos a los 27 estados miembros.
Los privilegios de los que gozan los representantes políticos en el parlamento europeo no son recientes. En el año 2003, el que fuera presidente entonces, Pat Cox, informo a los jefes de Estado y de Gobierno de la U.E en Salónica de la decisión de los y las representantes de dotarse por primera vez, de un estatuto que garantizara los privilegios de los que hoy disfrutan, pero muy mejorado lógicamente desde entonces. El texto preveía un salario mensual, un sistema de pensiones y una amplia posibilidad de sobresueldos, —incluidas unas innovadoras dietas por espera en aeropuertos y en otros medios de transporte— muy por encima de la vida laboral.
Fue a partir de entonces cuando los privilegios de nuestros representantes que tanto tiempo invierten para recortar nuestros gastos tan elevados para la precaria economía de Europa y de sus países miembros, pero ellos los y las 705 representantes, cobran en la actualidad un salario mensual de 10.075,18 euros brutos en 12 pagas. 120.902,16 euros al año, sin que exista diferencia de categorías profesionales como nos ocurre a lo largo de nuestra vida laboral, en las que hay diferencias sustanciales en las distintas percepciones económicas en salarios, ya de por si bastante ajustados para llegar a fin de mes, no digamos ya entre hombres y mujeres que rozan en la mayoría de casos un abuso intolerable e indecente, no solo por parte de quien aplica estas diferencias en los trabajos, sino también por quien lo permite, por ejemplo, los y las representantes en el Parlamento Europeo y el resto de estados miembros.
Adicionalmente a eso, hay que sumar una dieta diaria para cubrir gastos de alojamiento, manutención en su lugar de trabajo, (Bruselas o Estrasburgo) de 338 euros por cada día que asisten, a lo que también hay que añadir, dietas de distancia y tiempo entre sus viajes, con unos valores variables en función del tiempo de viaje y la distancia. Esto es lo que podríamos decir que es lo que componen su salario mientras están en activo.
Además de esto tienen otras partidas económicas mensuales para contratar asistentes y cubrir gastos operativos, pero que son finalistas y en la mayoría de los casos no son de libre disposición y, obviamente gastos de desplazamiento pagados en el ejercicio de sus funciones.
Cuando dejan la carrera política europea, tienen además dos derechos adquiridos: si han estado en el cargo al menos un año, una ayuda transitoria equivalente al salario mensual que cobraban cuando desempeñaban su cargo en el parlamento. Esta ayuda la cobraran por un mínimo de seis meses y un máximo de dos años (en función del tiempo que hubieran sido eurodiputados/as, a razón de un mes por cada año completo en el cargo). Si han estado en el cargo al menos un año, una pensión a partir de los 63 años, compatible con otras pensiones nacionales que se puedan recibir y equivalente al 3,5% del salario que tenían cuando eran cargos políticos en la institución, por cada año completo en el cargo con un máximo del 70/% del salario.
Todas y todos los representantes de la euro cámara fueron elegidos para defender los intereses de Europa y los de la ciudadanía, no para sacar normativas y reformas que atentan contra los derechos más elementales de las personas que a su vez afectan también a los derechos humanos y encima gozan de unos privilegios inalcanzables para la inmensa mayoría social en Europa, es evidente que deben de rendir cuentas y que no merecen seguir representándonos, pero mientras permanezca el silencio cómplice de quienes sufrimos las consecuencias de sus decisiones, sus privilegios se incrementaran, mientras nuestros derechos seguirán menguando como podemos observar de año en año.
Desde una perspectiva de justicia social, es muy difícil entender que quien planifica los modos de vida de las personas y estos son bajo unas condiciones de grandes carencias, no pueden permitirse unos privilegios que son ofensivos y encima tratar de convencernos de que es natural y que el resto que somos la mayoría social tenemos que adaptarnos a sus lamentables decisiones, cuando deberían de dar ejemplo precisamente por ser representantes salidos de la voluntad popular y merecemos un respeto.
Desde una perspectiva de justicia social, es más que evidente que quien nos representa en esta institución se ha instalado ya en una dinámica sin escrúpulos, ni conciencia, porque si algo de eso les quedara renunciarían a parte de esos privilegios vergonzosos y más aún cuando hay millones de personas en Europa que sufren las consecuencias de sus decisiones en forma de emergencia social, además de su silencio cómplice con las guerras y el genocidio contra el pueblo palestino.
Los y las representantes en el parlamentó europeo deberían de estar sujetos a los mismos estándares que el resto de ciudadanos y ciudadanas, especialmente si están implementando normativas que afectan a toda la población europea en general, incluidos recortes sociales. Desde este punto de vista, mantener privilegios salariales y beneficios es, no solo una inmoralidad, también una indecencia que produce un enorme descredito para toda la clase política.
Todo esto me recuerda a lo tantas veces dicho por las clases más humildes y las más necesitadas, que es que para que unos vivan en la abundancia, otros lo tienen que hacer en la escasez y en la necesidad. Pero que todo ello lo genere una clase política que, en teoría, deberían de ser los que velen por mejorar las condiciones de vida de la gente y la igualdad, es lamentablemente intolerable estando a las puertas de unas nuevas elecciones europeas, por lo que la voluntad popular tiene una nueva oportunidad en las urnas el próximo 9-J de poder cambiar esta indecencia política, votando a otras formaciones políticas que no son sospechosas como ya han demostrado de no plegarse a los intereses de los poderosos, ni a los suyos propios. Seguir haciéndolo por los mismos que están arruinando a Europa legislatura tras legislatura, es atentar contra nuestros propios intereses. El cuento de que vale más lo malo conocido, ya hemos tenido tiempo suficiente para comprobar de que no nos sirve de mucho para estas circunstancias. Igual es el momento de probar ya lo bueno por conocer, para lograr una Europa social y de los pueblos. Una Europa que respete los derechos humanos, defienda la paz en el mundo, y que no apoye a genocidas criminales amparándose en nuestros votos.
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