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OPINIÓN

Taylor Swift en un momento de su primer concierto en el Bernabéu
Taylor Swift en un momento de su primer concierto en el Bernabéu JUANJO MARTIN | EFE

31 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Creo no ser el único en este planeta que no sabe ni tararear una sola canción de Taylor Swift, y eso que he leído que en sus tres horas y media de concierto llega a cantar más de cincuenta y alguna podría conocerla. No tendría mayor trascendencia si no fuera porque de repente (o a mí me parece de sopetón) aparece por nuestro país una artista capaz de llenar durante dos días consecutivos el Santiago Bernabéu (hace 13 años congregó a 4.000 personas en el Palacio de los Deportes) con todo lo que ello conlleva (se habla de un beneficio de entre 25 y 30 millones de euros para Madrid, lo que demuestra el potencial de esta mujer allá donde va). Por crónicas que he leído de su figura y por reportajes que se han emitido en relación a la larga espera en la calle de sus fans aguardando la apertura de la entrada al estadio, hay quien justifica su éxito no solo en que es una magnífica cantante que hace pasar un buen rato a quienes van a ver sus espectáculos, sino que además todo ello lo hace sin crispar, sin insultar, sin atacar a nadie. Todo lo contrario de quienes se dedican en un parlamento como el español a gritarle ‘traidor’ al presidente del Gobierno por votar «sí» a la ley de la amnistía (que ayer fue definitivamente aprobada y que con su publicación en el BOE ahora pasará a tener que ser aplicada por los juzgados) o a intimidar y acosar a dos personas (Pablo Iglesias e Irene Montero) que acuden a un tribunal a que se multe a esa gente que día sí y día también les impide una vida tranquila en su entorno privado. Estas actitudes ponen en peligro la pacífica convivencia. Desgraciadamente las tenemos todas y todos muy cerca, como hemos visto a través de vídeos por redes sociales con la irrupción de un individuo (que portaba una camiseta de la entidad franquista Hermandad de Defensores de Oviedo y realizó saludos fascistas y nazis, además de comentarios ofensivos y amenazantes) en el Campus del Milán de la Universidad para insultar a las y los estudiantes acampados contra el genocidio israelí en Gaza (quiero trasladarles todo mi apoyo y solidaridad y ojalá no vuelvan a tener que presenciar escenas similares). El elevado ruido y la bochornosa manipulación que continúa sufriendo Begoña Gómez (en un informe de 160 páginas encargado por el juez instructor, la Guardia Civil no halló ningún delito) enfanga la democracia, y sus consecuencias afectan a la correcta separación de poderes. Así que entre estos dos ambientes antagónicos, me quedo con el que muestra a la gente contenta, feliz, animada y con ganas de disfrutar de lo que le gusta, así que bravo por Taylor Swift.

El lunes pasado estuve en una conferencia del politólogo Pablo Simón y dio un dato del que, sinceramente, no era consciente. El PSOE se convertirá en el primer partido del grupo socialista en el Parlamento Europeo y el PP será el segundo más importante dentro de su familia política. Ese peso de las dos formaciones más importantes de España describe que en otros lugares sus partidos hermanos están en crisis. Si uno lo piensa bien, en los tres países más poblados han tenido más apoyo popular otras vías. El eje franco-alemán del binomio Sarkozy-Merkel que hasta hace poco marcaba toda la agenda política europea (¿alguien sabe que el canciller se llama Olaf Scholz? ¿Macron está en sus últimas si Le Pen vence en estas elecciones en el país galo?) hoy ni está ni se le espera, así que ahora mismo despuntan otros dos líderes: por la derecha, Giorgia Meloni, y por la izquierda, Pedro Sánchez. En este ambiente puede que Italia y España marquen, por primera vez, la iniciativa política del Parlamento Europeo, aunque obviamente con una fuerte división debido a la dificultad ideológica (que se presupone bastante insalvable pero en eso consiste también la Unión Europea: en poner de acuerdo maneras de ver las cosas distintas). Si eso se consigue, sin duda alguna estaremos ante un cambio de tendencia y ante la consolidación de nuestro país como la salvaguardia de los valores europeos. 

No quiero terminar el artículo sin felicitar al Oviedo Baloncesto por su vigésimo aniversario y sin desearle lo mejor al Real Oviedo el próximo domingo en Éibar. Aunque las estadísticas y los precedentes no son favorables al conjunto azul, y ese ambiente de pesimismo está muy presente entre la afición carbayona, yo confío en que se conseguirá ganar, y una vez clasificados, también se materializará ese ansiado ascenso a Primera División. Hay equipo más que suficiente para ganar en Ipurúa (seguro que los jugadores lo darán todo en el campo) y para competir contra los rivales que se nos pongan delante en el playoff. ¡Volveremos, Hala Oviedo!