Sin pan, solo queda el circo. Escribe el diario argentino Página 12 para hablar de la última peripecia de Javier Milei: cantar en un mítico recinto porteño tras presentar un nuevo libro. El león rugió desaforado y desafinado, pero le dio igual a los miles de partidarios que abarrotaban el Luna Park de Buenos Aires y participaron en un aquelarre político con amplio recorrido en redes sociales.
El ultraderechista que preside Argentina vive en una realidad paralela. Y la disfruta. Está encantado de tener «demasiados quilombos», de haber provocado una crisis diplomática con España y de que medios de todo el mundo hablen de él: celebra que la revista Time lo llame «radical».
Cuanto más sabemos de Milei, más claro queda que es un aspirante a caudillo, más populista aún que sus odiados peronistas. El espectáculo es lo primero. El aumento de la pobreza o el desplome de la actividad económica parecen no importarle. O esa es la imagen que proyecta. Y no se olvida de Sánchez. Sobre el escenario, eufórico y aleteando los brazos, volvió a acordarse de él. Para mal, por supuesto. Con insultos.
¿Será posible arreglar las relaciones? Visto el amor de Milei por el show y el micrófono, y nuestros repetidos fracasos en Eurovisión, proponemos una solución diplomática audaz: que nos represente en el festival en el 2025. ¿Entonando una nueva versión del Loco de Andrés Calamaro? Inténtalo, Albares.
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