![Álvaro Queipo, presidente del PP Asturias, con los manifestantes en la concentración por el Hospital de Jarrio](https://img.lavdg.com/sc/chXkVJXrm3ncblNyY2AwUiLMp7M=/480x/2023/12/03/00121701608522009434734/Foto/cj7.jpg)
Mientras Asturias vibra de entusiasmo por la inauguración de la Variante, que todos coinciden que traerá riqueza en abundancia, el occidente padece un insomnio persistente acuciado ante ese futuro incierto que persigue a la Sanidad Pública.
Conviene empezar advirtiendo que los políticos, aunque sean muchos los que no lo creen así, con todos sus defectos, jamás persiguen hacer daño a los gobernados, lo que sucede es que cuando se toman medidas siempre hay alguien que sale perjudicado. Alcaldes y alcaldesas quieren lo mejor para sus concejos, el gobierno del Principado busca beneficios para Asturias y ningún político pretende destruir España. No hay pues ningún motivo para arrojarse al cuello de la Consejera de Sanidad.
Que Asturias se organice en Tres áreas sanitarias, o en Ocho, o en Una no tiene ninguna importancia en sí misma, ni ha de suponer que la atención se resienta por ello. Lo que sí importa es lo que sucede y ha sucedido hasta ahora, que ha sido la paulatina merma de medios y recursos sanitarios en el occidente. Tal cosa la vio y la denunció en su día, hace casi veinte años el desaparecido Bedia, alcalde de Navia, argumentando una realidad incuestionable: la sanidad en las alas de Asturias sale muy cara. El resto de alcaldes, de entonces, y de ahora han guardado un cómplice silencio, mientras al Hospital de Jarrio se le iban las prestaciones como el agua se escurre en un cesto.
Estaría bien saber si los alcaldes y alcaldesas de la zona cuando precisan de una cita médica, para sí, o para algún familiar o amistad, lo hacen por la vía ordinaria o se identifican por el cargo buscando obtener un trato diferenciador. Todos somos muy proclives a buscar el enchufe, acudir al especialista que conocemos, al amigo que tiene un amigo, a alguien que se mueva por las oficinas o a cualquier subalterno que nos pueda conseguir un trato preferente. Y si eso se logra nos sentimos satisfechos y hasta alardeamos de ello, pero el mal estructural persiste. Otra solución, de sobra conocida es la atención médica privada. No es difícil llegar a la conclusión de que si la sanidad privada crece, y crece sin cesar, es sencillamente gracias a las carencias de la red pública.
Acudimos a una manifestación, que está muy bien, pero en alguna medida todos estamos contribuyendo al deterioro de la asistencia en el Hospital de Jarrio.
Cuando asistimos complacidos a una cita a Avilés u Oviedo, restamos un número a la lista de espera de Jarrio, y si éstas dejan de ser alarmantes las autoridades tienen el argumento necesario para aparcar el asunto al armario de lo no urgente.
Ante una dolencia determinada acudimos a una consulta privada, y si esto se repite una y 100 veces la especialidad en cuestión ya no será una atención perentoria y se podrá prescindir de ella.
Manifestémonos sí, claro que sí, una y las veces que haga falta, pero hay que exigir, y exigir para nosotros y para todos y todas.
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