Hace algún tiempo ya que Iker Jiménez decidió dejar de hablar de fantasmas para pasarse a hablar con fantasmas directamente. Para ello no le fue necesario contactar con ningún médium ni recurrir a la ouija, solo tuvo que empezar a invitarlos a su programa. Hablar de fantasmas tiene un público demasiado concreto, es un mercado limitado que, además, lejos de crecer, va menguando, así que antes de que la fórmula se agotara del todo, fue lo suficientemente listo como para entender que el tiempo de los fantasmas se había acabado y era el momento de dar la bienvenida a la Era de los Fantasmas.
Los fantasmas que hablan con Iker son de carne y hueso: desde fantasiosos líderes de oscuros grupúsculos políticos que se creen obreros de tendencias filonazis hasta criptobrós andorranos de adopción a los que los impuestos, que definitivamente no fueron bien utilizados en su educación en colegios públicos, les escuecen cosa mala, pasando por estultos creyentes en teorías conspiratorias racistas como el «Gran Reemplazo».
Nunca, como se puede ver, los programas de Iker Jiménez han dejado de tratar sobre fantasmas y fantasmadas, solo ha variado la forma de comunicarse con ellos. Antes llevaba a su programa al grupo de supuestos investigadores paranormales del padre Pilón y ahora lleva a los fenómenos paranormales en sí. De esta manera, contribuyendo como pocas personas a la toxicidad de las cadenas de noticias falsas y quejas delirantes en forma de captura de pantalla en WhatsApp, se ha erigido como portavoz de eso que los flipados llaman guerras culturales, que viene a ser la queja del hombre blanco heterosexual sobre un mundo que le ha pasado por encima como una apisonadora hace décadas.
Todo guerrero de las guerras culturales es más o menos igual: es famoso, puede que incluso su postura sobre algunos temas de los que dice que no se puede hablar le otorgaran la fama gracias a estar todo el día hablando de esos temas. Suele tener un altavoz que el resto de los mortales no tenemos, como el respaldo de grupos mediáticos más o menos grandes, y no desaprovechan cualquier suceso para arrimar el ascua a su sardina, como hizo Iker Jiménez hace unos días con la reciente persona ganadora de Eurovisión.
Iker Jiménez se burló de que Nemo sea una persona no binaria. A la gente no le sentó bien esa actitud de abusón de instituto y entonces, preso del espíritu del guerrero de lo políticamente incorrecto, el periodista dijo que va a seguir diciendo lo que piensa aunque le intenten cancelar. Iker Jiménez tiene un exitoso programa de fantasmas de la fachosfera, está día sí y día también cosechando éxitos, lleva décadas respaldado por grandes grupos mediáticos del país y sus declaraciones se reproducen miles de veces. ¿Qué clase de cancelación es esta?
Hace años, las personas como Nemo tenían que esconderse y agachar la cabeza cuando el matón de turno se engorilaba con ellas. Las personas como Nemo tenían que esconderse, no llamar la atención, ser discretas y llevar la procesión por dentro por su propia integridad física y emocional. Lo que diferencia nuestros tiempos de los de antes para personas como Nemo es que hoy esas personas tienen la posibilidad de contestar al matón y verse respaldadas por personas como ellas o simpatizantes de su causa. La libertad de expresión no consiste en decir cualquier estupidez sin consecuencia alguna, consiste precisamente en que cualquier mortal pueda responder a lo que dice el otro. La libertad de expresión no puede ceñirse al silencio del contrario. Esto lo saben muy bien personas como Nemo, pero es sistemáticamente ignorado por ideólogos de las supuestas guerras culturales, que son, mucho me temo, quienes menos entienden qué es la libertad de expresión, quienes menos la respetan y quienes menos desean que exista. Los fantasmas hoy tienen sus correspondientes cazafantasmas, y solo una dictadura podrá acabar con esto y en eso están algunos, parece ser.
Comentarios