No. No, Pedro. No permitas que pasen otra vez. Que arrumben la democracia. No dejes que el movimiento reaccionario mundial acabe aspirando nuestro país. Aspirando a los que siempre son perdedores. Aspirando la libertad elemental. Aspirando el imperativo categórico, o la más bella de las formulaciones que el hombre, por medio de la pluma de Kant, dio a la Ética.
Cometiste errores, algunos de volumen, por tu propia personalidad, en ocasiones yacente ante el ego sin mesura, en ocasiones por las circunstancias, como es el caso del muy diáfano seguidor hitleriano Carlos Puigdemont y sus malditos siete diputados. Pero, a cambio, eres una defensa contra el renacimiento del fascismo.
El fascismo ha entrado en guerra con ganas y armas. De momento no precisan las de fuego, que sin embargo las recibirían con alborozo, porque disponen de toda una división conformada por élites de todo el rango social: políticos, jueces, pseudoperiodistas (ejemplo paradigmático: Jiménez Losantos y su último libelo, El camino hacia la dictadura de Sánchez; omito su nombre de pila, Federico, porque resulta repulsivo emparejarlo con el de García Lorca, este un honor; aquel, un horror), conglomerados facinerosos de difusión masiva de bulos, gánsteres financieros locales y globales, ultras católicos, franquistas… Una pléyade de criminales morales que quieren implantar (ya lo hacen: Díaz Ayuso les muestra el camino) el yugo y las flechas de la barbarie: aniquilación de lo humano, oda a la fuerza bruta, que implica no ya que la miseria se extienda y se agudice, sino que propicie la muerte del débil (mi madre sería polvo de haber estado en una residencia de Madrid; yo sería polvo de no existir el Sistema Nacional de Salud). Y lo llevan a término con una simplicidad helada, como si la persona fuera un animalillo que tanto gusto da a los cazadores «deportivos».
Por todo esto, y por más, Pedro, ególatra y penitente, incorpórate, hazles frente, protégenos del mal absoluto, que nos tiene a tiro de piedra para hacernos suyos, mercancías sin valor en sí para generar valor para sí. Relee 1984. Relee Un mundo feliz. Relee Mi lucha. Mira quién comanda la vuelta a Fernando VII, los cainitas Feijoo y Abascal, que se disputan ser el más fiel servidor de la aberración. Es el fascismo con retoques, Pedro, que sé que lo sabes, pero parece que no lo comprendes del todo, porque, hoy, no tienes recambio.
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