Se las considera el mayor ejercicio democrático del mundo, pero las elecciones parlamentarias de la India que comenzaron su andadura el viernes 19 (son tan complejas que durarán semanas) van camino de convertirse en un gigantesco acto de reafirmación. Salvo una sorpresa altamente improbable, se espera que el Partido Popular Indio (BJP, derecha nacionalista) revalide su dominio en la Cámara Baja y otorgue un tercer mandato al primer ministro Narendra Modi. Ante esto, poco podrá hacer la oposición, que se ha unido en una alianza bajo el no muy imaginativo acróstico INDIA y que abarca desde el Congreso Nacional Indio (INC, centroizquierda nacionalista) de los Gandhi y Nehru hasta el Partido Comunista. Con un líder poco carismático y sin un programa claro, a INDIA le será difícil mejorar fuera de sus bastiones del sur y este del país. Hace ya más de una década que el INC, el partido que forjó la nación, perdió el favor de esta, y su regreso al poder se antoja ahora mismo lejano.
Modi llegó al Gobierno en el 2014, aupado por la parálisis económica y la corrupción del INC, y su reelección en el 2019 debió mucho a la tensión con Pakistán y los atentados yihadistas, que favorecieron a su sesgo antimusulmán. Se pensó entonces que su proyecto de «hinduizar» la India le convertiría en un paria internacional y le enajenaría las simpatías de la clase alta ilustrada del país, pero no ha sido así. En el plano internacional, el deterioro de las relaciones de Occidente con China ha dado a la India el papel de contrapeso. En el plano interior, el crecimiento económico (que oficialmente es ahora de un 8 %, aunque la cifra real puedan ser dos puntos menos) es un argumento más que suficiente para el estamento comercial e industrial. Pero la base de Modi son los pobres, que en la India suman casi la mitad de la población, incluyendo las llamadas castas inferiores, una minoría tan consolidada que le está reservada por ley una porción del Parlamento (aproximadamente, la cuarta parte). A diferencia de los sucesivos líderes dinásticos del INC, Modi es de origen muy humilde, todo un regalo para un líder populista. Y él se ha encargado de reforzar esa ventaja mediante una continua expansión de un asistencialismo que sus críticos tildan de demagógico, distribuyendo gratuitamente toda clase de bienes de consumo, desde hornillos de gas a retretes, o pagando las dotes de las novias en regiones enteras.
Modi sigue siendo controvertido, pero ya no suscita escándalo ni preocupación. De hecho, se ha convertido en el político democrático más valorado del mundo, la encarnación más exitosa del populista. Y no porque él haya cambiado, sino porque ha mutado la India. Esta se aleja cada vez más del proyecto federal y multicultural que concibió el INC en los tiempos de la independencia, y se está transformando rápidamente en un país más homogéneo y centralizado, más competitivo, pero más autoritario. No está claro si Modi es la causa o la consecuencia de ese cambio, pero parece claro que un tercer mandato lo afianzará, quizás hasta el punto de hacerlo irreversible.
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