Descafeinado amargo

OPINIÓN

Imagen del ataque lanzado por Irán sobre Israel el pasado sábado
Imagen del ataque lanzado por Irán sobre Israel el pasado sábado Amir Cohen | REUTERS

27 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde hacía días estábamos preparados para recibir la noticia temiéndonos lo peor, pero afortunadamente nos equivocamos en su intensidad. Me refiero a este reciente «ataquito» de Irán a Israel donde ni ha habido muertos ni se han producido daños materiales porque los objetivos prefijados no los podían producir. El susto se ha reducido a un poco de tos y varios estornudos. Todo estaba orquestado, o sea, pactado, tal vez en esa cocina de muchos fogones llamada Estados Unidos. La represalia iraní ha sido una ópera bufa, un maquillaje superficial en el que también han intervenido ingleses y jordanos en defensa del pueblo hebreo como corifeos de la farsa compuesta en Washington. 

Repasemos la representación escénica desde el principio. El primer acto nos había ofrecido el asesinato en Damasco de varios militares iraníes de alta graduación. Por supuesto, el atentado no desencadenó la condena internacional, los malos siempre serán los malos. El segundo, el «ataquito» supuestamente vengativo para castigar a los culpables de semejante osadía, sí que fue censurado y con decidida dureza por los señores de occidente. Para el tercer acto, el mastín Netanyahu, contenido esta vez, pidió permiso con instancia y póliza al padrino americano y este le garantizó sus bendiciones siempre que su acción se limitara a arrojar con cuidado media docena de pistachos a sus enemigos. Como advertencia, el ladrido resultaba suficiente. Si Irán no les había hecho daño, ellos deberían comportarse a la altura, terminar en tablas es bueno para los dos jugadores.  

La sangre que tanto le gustaba mencionar a Sadam Hussein parece que de momento no teñirá las aguas del Jordán. Ojalá que definitivamente esas aguas corran limpias y ambos contendientes se conformen con haber mostrado sus poderosas uñas, desde luego los espectadores no les vamos a exigir que regresen a escena para aplaudirles, de guerras ya estamos saciados y no menos de soportar amenazas apocalípticas

Y hablando de guerras, ¿por qué no añadir la guerra de Ucrania a esta tragedia a varias bandas donde el protagonista es, cómo no, el tío Sam? ¿Qué ocurrió de verdad para que Rusia decidiera invadirla? ¿Simple afán expansionista? ¿Reivindicación histórica de territorios? ¿Demostración de fuerza del león herido? Cualquiera sabe, pero la versión oficial que pretenden inyectarnos en vena no encaja, hay que ser muy ingenuo para ir siguiéndole el pulso a la guerra con la información que nos están proporcionando los medios de comunicación occidentales, a todas luces sesgada. Seguro que un ruso escuchará en su país una versión diametralmente opuesta. ¿Simple cuestión de triunfalismo o Putin está ganando la batalla desde hace varios meses? ¿Y entonces la verdad verdadera cuál es

La víctima Zelenski nunca fue santo de mi devoción, dos años después de iniciadas las hostilidades sigo pensando que tal vez otro mandatario con menos afán protagonista hubiera llegado a algún acuerdo con Putin para impedir esta larga guerra, esta guerra que con diferentes sensibilidades estamos sufriendo todos los europeos. Pero también he oído que, por el contrario, Zelenski siempre fue partidario de la negociación y el tío Sam y sus ahijados europeos se opusieron, convencidos de que la hemorragia rusa les reportaría importantes beneficios políticos y militares. Puede ser, todavía me resuena el eco de aquellas cínicas palabras: «Nosotros ponemos el dinero y Ucrania los muertos».  

Últimamente estamos sabiendo que la ayuda prometida por Estados Unidos a Ucrania alcanzará una cifra vertiginosa. ¿Y por qué no se la ofreció hace varios meses, cuando las noticias del frente iban siendo alarmantes? ¿Qué están financiando realmente los americanos? ¿Se estará cocinando otro conflicto y con esta decisión se pretende desviar la atención? 

Una mascarada indignante, esto de las «guerras inevitables» y los ataquitos comedidos, pero nuestra incapacidad para construir el futuro es tan infinitesimal que habrá que resignarse. En realidad no somos ni siquiera espectadores, nos tenemos que conformar con el papel de asustadizos títeres expuestos continuamente al capricho de los amos. Resulta muy triste aceptarlo, pero el guiñol es así.