La mañana de autos, Pedro Sánchez dirige su mirada más triste al cielo del Congreso, pero nada hace sospechar que en unas horas va a sacarse una carta de la manga. Ahí contará que esta mandíbula construida con cemento armado es realmente de cristal, y que podría hacerse añicos. Solo Pedro sabe si su plebiscito epistolar es puro Maquiavelo, o las letras son sinceras y a este hombre que se confiesa «profundamente enamorado» le ha desbordado el ambiente de crispación, vómito y vulgaridad del que fue arte y parte hasta hace tres minutos. «Parar y reflexionar». ¿Quién no ha pensado alguna vez que es momento de «parar y reflexionar»? Para la inmensa mayoría de los ciudadanos, dos verbos-artículos de lujo a los que se ha permitido el lujo de echar mano todo un presidente del Gobierno. Raro, y arriesgado. Pedro se muestra triste, diríase que necesitado de cariño, y débil. Pongamos que estemos ante la humanización del Homo politicus. Bien. Y después, ¿qué?
Comentarios