Narrar temas de sucesos es lo que peor llevaba en mis años como becario en diferentes medios de comunicación. La cosa se recrudecía especialmente en televisión, porque sin imágenes no había una muestra visible de la historia. En el verano de 2006 yo hacía prácticas en una productora de Gijón/Xixón y tuve que cubrir varios casos terribles en los que «el aprendizaje» en este mundo informativo era eludir todos los prejuicios personales y conseguir, cuanto más morbo, mejor. Daba igual el apuro y el remordimiento que te pudiera dar el tema, y si había sangre en el suelo tras un asesinato, tu deber era no obviarlo. No sé quién fue el que definió a un programa que emitía en aquel entonces TVE como «lo bien que viven los ricos y lo mal que se mueren los probes», pero creo que era una definición muy acertada.
Lo que no sé es si ha mejorado la cosa actualmente en las redacciones. Parecía que desde un plató en Madrid se veía muy fácil que una reportera o un reportero se desenvolviera en un lugar con pocos datos y sin apenas personas dispuestas a dar su testimonio a cámara (con el consabido riesgo, además, de que algunos de los testimonios difundieran bulos o malinterpretaciones). Sin querer disculparme ni ponerme en el lugar de compañeras y compañeros que se dedican ahora a este cometido como mejor pueden, no habría más sensacionalismo que información si no lo demandara la dictadura de la audiencia. Con el sorprendente suceso ocurrido en Ribera de Arriba tenemos el ejemplo más reciente. Nadie es ajeno a la noticia y, además, hay una fuerte presión social por saber qué ha pasado, dando por sentado que el parricida tiene una enfermedad mental (por lo trascendido no figura ningún registro sanitario, lo que ha hecho que las propias entidades que trabajan en estos temas hayan pedido, por favor, que no se estigmatice a la gente que sufre este tipo de patologías).
Imagino que será complicado moverse hoy con el relato de una noticia macabra como es la de una decapitación y más en estos tiempos de redes sociales, donde se comparte cualquier foto, vídeo y audio sin filtrar ni contrastar, que puede presionar aún más a las y los profesionales de la comunicación que quieren hacer un trabajo riguroso, carente de sensacionalismo y muy respetuoso con la intimidad de las personas, sea el autor del crimen o quien ha resultado asesinado (esas pruebas, en todo caso, pueden ser determinantes para las investigaciones policiales y judiciales). Nadie niega el interés informativo de un asunto tan grave y, afortunadamente, poco habitual (con el terrorismo machista contra mujeres y menores nos hemos acostumbrado a que sea muy frecuente y, lamentablemente, menos alarmante), pero a mí al menos lo ocurrido en El Picón me hizo acordarme de malos recuerdos que viví como periodista.
Ayer la gabarra volvió a flotar por la ría de Bilbao para celebrar la victoria del Athletic en la Copa del Rey. Si hubiera igualdad real, el equipo femenino podría haberla utilizado hasta en cinco ocasiones. Es una muestra más de la falta de igualdad real, por lo que la sequía de cuarenta años sin títulos del equipo vasco no es exactamente correcta. De todas maneras, y al margen del gusto de cada cual por el fútbol profesional masculino, hay que entender su trascendencia social. Se calcula que más de un millón de personas (prácticamente toda la población de la provincia de Bizkaia/Vizcaya) ha acompañado a los leones en su celebración. Esos éxitos de movilización popular explican muchas tendencias, al igual que ocurre con las estrellas mediáticas. Hay expectativas de que David Broncano pueda convertir a RTVE en líder indiscutible en la franja horaria donde se vaya a emitir su próximo programa. Veremos si la dictadura de la audiencia confirma la apuesta de la televisión pública española o si termina en saco roto (se hizo muy viral cuando María Casado se puso a llorar, mientras entrevistaba a Pedro Ruiz, por los malos resultados de su programa), pero por lo pronto su fichaje tuvo sus más y sus menos en el entorno del consejo de administración del ente público.
Para pocas fiestas está el derecho internacional, que tras lo que ya llevamos tiempo viendo en Ucrania y en Gaza, ahora se suma Ecuador sobrepasando todos los límites violando la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas al asaltar la Embajada de México en Quito (aunque estas noticias tengan menos interés social, no son menos importantes).
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