Cada miércoles, semana tras semana, año tras año, en la Carrera de San Jerónimo, se monta el circo. Es gratis la entrada. La diversión, garantiza de principio a fin. Hay risas, a veces gritos. Aplausos y más aplausos. Dimes y diretes, alguna altisonancia, reproches y juego bajo.
El estrado es circular como la carpa del circo. Acuden los «payasos» con su propio atuendo y artificio: corbatas y trajes ajustados, faldas y corpiños, chaquetas desaprovechadas, pantalones vaqueros y vestidos de andar por el mundo. Los disfraces y sus pintureros definen perfectamente el arco y el papel que cada uno juega en el circo.
Noventa minutos sin descanso para los que aplauden. Los que declaman sus «versos» o leen sus escritos, cuando han consumido su tiempo, se retiran a sus aposentos, al bar o a donde les marque «el capricho».
Seriedad, ante todo, señores/as del hemiciclo. Sois los representantes del pueblo y en ese preciso lugar es donde deben estar a flor de piel todos y cada uno de los problemas del pueblo. Os debéis a vuestros votantes sin distinción alguna: tanto a los que os aplauden como a los que os critican.
Las 24 horas del día de los cuatro años para los que habéis sido elegidos, no debe haber otra preocupación más que la del servicio. Y, éste, se demuestra con el interés, la dedicación, la entrega y, la ausencia de circo.
La entrada, se lo digo con cariño la pagamos gustosamente, sobre todo los que no hacemos trampas a la hora de rendir cuenta con los impuestos. Por tanto, no queremos más circo en el hemiciclo. Porque no nos sale gratis el espectáculo. Pagamos un doble peaje, el de Hacienda y el de vuestra inoperancia.
Son humanos y pueden tener sus momentos de distracción; pero, por favor, que estas sean en las horas libres, las del correspondiente descanso. No en las del trabajo por excelencia, que son las del Hemiciclo.
Con traje de fiesta o de diario, dejemos de hacer más el circo en la carrera de San Jerónimo en sesiones ordinarias o en cualquier momento parlamentario.
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