El mayor internacionalista español del siglo XX —y el más olvidado del siglo XXI—, el coruñés don Salvador de Madariaga, reflexionó acerca de cómo evitar una tercera guerra mundial. Lo hizo en 1943, con el mundo sumido en el caos de la mayor guerra de la historia de la humanidad. Hoy, «nuestro mundo está entrando en una era de caos. Estamos viendo los resultados: una peligrosa e impredecible batalla campal con total impunidad», decía hace poco el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. Las mismas preguntas que se hacía entonces nuestro gallego universal son válidas hoy: «¿Qué va a pasar después de la guerra? ¿Qué clase de mundo va a salir de este caos?».
Putin no es el único responsable del caos, pero es el principal. Impuso una geopolítica del caos donde la guerra vuelve a estar en el centro del sistema. La anexión ilegal de Crimea en el 2014 y la invasión de Ucrania en el 2022 supusieron la voladura de principios esenciales del mayor período de paz relativa de la historia. El atentado yihadista en Moscú de este viernes —el mayor de la historia rusa— y la victoria de Putin en el trampantojo de elecciones auguran una escalada de inciertas pero inquietantes consecuencias.
Rusia está en economía y en mentalidad de guerra. En su discurso tras las elecciones, Putin se refirió a su equipo como guerreros de la antigua Rusia. Ante la Asamblea Federal, ensalzó la fortaleza del pueblo ruso frente a la guerra y la debilidad de Occidente porque «no tiene ni idea de lo que son los horrores de la guerra». De paso, nos amenazó con armas nucleares.
Para Putin, la guerra es un medio para lograr un nuevo orden mundial: «La crisis de Ucrania no es un conflicto territorial, y quiero que quede claro […] La cuestión es mucho más amplia y más fundamental y se trata de los principios que subyacen a un nuevo orden internacional». Según Putin, la paz duradera solo será posible cuando todo el mundo se sienta seguro y respetado. ¿Cómo lograr entonces la paz sin legitimar la guerra?
Don Salvador apuntó la clave para evitar la tercera guerra mundial hace ochenta años, y sigue siendo válida. La paz solo es posible conociendo la verdadera causa de la guerra y creando las condiciones de vida internacional que hagan imposible la guerra. El campo de batalla es esencial para defender al agredido mientras no se retire el agresor. Por eso hay que seguir ayudando a Ucrania, pero hay que ir más allá.
Una victoria militar de Putin legitimaría la guerra como instrumento de las relaciones entre Estados, lo que supondría el peor precedente posible para un nuevo orden internacional. La paz sería imposible. Primero, Rusia debe retirarse de Ucrania y asumir responsabilidades. Putin dijo en octubre que Rusia no tenía interés en conquistar nuevos territorios. Luego, la comunidad internacional debe garantizar el mejor estatus para Crimea y el Dombás, junto con un nuevo marco de seguridad para Rusia. «¿Que todo esto es un exceso idealista? Puede ser. Pero entonces, a prepararse para la tercera guerra», como dijo Salvador de Madariaga.
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