Los romanos no eran capaces de mezclar el agua con el aceite. Ningún imperio lo logró. Ningún emperador fue quien de maridar los dos líquidos. Pedro Sánchez lo ha intentado. E insiste en que seguirá con su propósito de sumar lo imposible. Moncloa anunció, tras la convocatoria de elecciones en Cataluña por parte de Aragonès, que el Gobierno renunciaba a elaborar los Presupuestos del 2024. Otro palo para España. Suavizó su afirmación, que hizo temblar a la economía y a los ciudadanos, con la promesa de que trabajará, superado el maratón electoral de vascas, catalanas y europeas en los próximos meses, con lograr un pacto para las cuentas del 2025.
Es vender humo, sean cuáles sean los resultados de los comicios autonómicos. Cierto es que si hay alguien capaz de lograr ese triple desde un aro a otro es Pedro Sánchez, pero la realidad es muy tozuda. Los expertos en política hablan de elecciones generales para octubre, o incluso otra vez en pleno verano. Otros más cautos dicen que podría demorarse la convocatoria de las generales hasta el 2025. La que parece liquidada es su promesa de que la legislatura iba a ser de cuatro años y que se le iba a hacer muy larga al Partido Popular y, sobre todo, al señor Feijoo.
Serán las sumas imposibles las que pongan contra las cuerdas al Ejecutivo de Sánchez. El peligro de haber sacado una investidura con la mano de derecha del PNV y la izquierda de Bildu, con la mano derecha de Junts y la izquierda de ERC. Todo sonaba a muy forzado, incluso con el parto de una ley de la amnistía que es kriptonita para debilitar a Super Sánchez.
Las elecciones vascas y catalanas pondrán sobre la mesa la evidencia de que PNV y Bildu son rivales y buscan lo mismo, de que Junts y ERC no se aman y pelean por lo mismo. Así es difícil que mantengan sus apoyos al límite a Sánchez. Solo los une evitar que gobierne el PP. Unidad que puede saltar por los aires si el PSOE tiene que elegir entre uno de sus socios en ambas autonomías. El rechazado puede cobrarse la factura. Y Sánchez los necesita a todos a la vez. La operación legislatura se ha vuelto más irrealizable de lo que ya era.
Es curioso. La ley de la amnistía ha hecho pupa en la coraza de Sánchez, incluso entre votantes socialistas. Es curioso. La corrupción del caso Koldo ha dañado las defensas del presidente en Moncloa. Pero no será ni la amnistía ni el caso Koldo lo que le obligue a convocar elecciones antes de los que cuatro años que deseaba.
Tampoco serán el PP ni Vox, con su oposición feroz y feraz, los que provocan la caída de Sánchez. Van a ser los que le extendieron el cheque más dudoso de la historia los que lo tumben. Sánchez irá a elecciones, con muchas posibilidades de perderlas, empujado por sus socios irreconciliables. La política da y quita. Será Bildu el que señale la puerta de salida a Sánchez. Será el PNV el que le quite el oxígeno. Será ERC el que corte los cables. Será Junts el que lo remate. No lo dude. Aquellos que lo encumbraron en un escenario irrespirable para conseguir lo innombrable serán los que pongan punto y final a su huida hacia adelante.
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