España descubrió a Isabel Díaz Ayuso en las autonómicas del 2019. Fue el defenestrado Casado quién la eligió candidata en tiempos duros para el PP. Muchos recordaron entonces que había llevado las cuentas sociales de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre. Y la infravaloraron. Ella se hizo popular enseguida tirando del manual de Trump: lenguaje directo, polémicas diarias y una estrategia polarizadora (comunismo o libertad) para llamar la atención en redes y en platós.
Ayuso no ganó. Lo hizo el PSOE de Gabilondo. Pero Ciudadanos ya había olvidado su vocación regeneradora y la hizo presidenta. Un año después llegó la pandemia. Ella supo, en muchos aspectos, sacar partido a la crisis: se hizo más popular. Aquella coalición terminó mal para los naranjas. A la de Chamberí, que supo adelantar la cita con las urnas del 2021, le fue bien, con dos victorias consecutivas, una por mayoría absoluta en mayo del 2023. Y se vino arriba.
Ella nada con gusto en el barrizal político patrio. Primero normalizó el execrable «que te vote Txapote» de la ultraderecha. Después insultó al presidente del Gobierno en el Congreso. Hizo viral el «me gusta la fruta». Casi acabó siendo un eslogan, pero ahora se ha vuelto en su contra por los delitos fiscales de su pareja, negados por ella, pero reconocidos ante la Fiscalía por él. El bumerán vuela con fuerza y humor en las redes, con frases como el «le gusta la pasta», pronunciado en el Parlamento Europeo por un diputado gallego, o la imbatible «al final le gusta más el chorizo que la fruta». Quién a hierro mata...
Comentarios