I.- Sobre las plazas en general
Los de Pumarín y las de La Tenderina, cuando iban al Fontán, decían que subían a la «Plaza»; las del Cristo y los de Buenavista, cuando iban al Fontán, decían que bajaban a la «Plaza». Y es que El Fontán era y sigue siendo lo que los urbanistas llaman «un conjunto complejo», de varias plazas y calles, para mercadear en espacios cubiertos o al aire libre. Allí se podía probar madreñas bajo portales, cerca de «Casa Bango», arreglar paraguas, oler cacahuetes cocidos en bombos como los de la Lotería, saborear chocolates que hacían los Llavona, los de «La Favorita», comprar pitos, huevos y mechas para chisqueros o mecheros Ronson. También se podía escuchar discursos de los llamados charlatanes, vendedores de hojas de afeitar y pachulis de perfume.
Sigue habiendo en la Plaza hasta un palacio, el del Marqués de San Feliz, título de aristócrata que está nombrado en la inscripción del edificio más importante que fue de la Caja de Ahorros de Asturias, en La Escandalera, hoy de Unicaja, la cual exhibe allí de dentaduras perfectas y con frases que suenan a amenaza. De eso ya escribimos en el anterior artículo, titulado Los dientes de Unicaja en La Escandalera de Oviedo, que permanecerá per secula seculorum.
Impresionantes son las fotografías de El Fontán, que, en las páginas 103 y siguientes, se recogen en el magnífico libro, autoría de José Vélez y Juan de Lillo, fallecido el primero y muy vivo el segundo: libro titulado Oviedo, la huella del tiempo. En ese libro escribió Gabino de Lorenzo, recordado por tanto y tanto, incluidas farolas y los asturcones, y escribió: «No es un libro de añoranzas, siendo ante todo un libro histórico». Al pie de la fotografía de la página 106 (de El Fontán), se lee: «Esparcían por el suelo, sobre periódicos, los productos de la huerta al lado de las lecheras».
La plaza ovetense que más me gustó después de la «Plaza», fue la del «Paraguas», en el tenebroso «Oviedo antiguo», mercado para la venta de leche, en cuya parte central hay una gran cubierta en forma de paraguas; y ello, lo del gusto, fue por varias razones:
a) Por ser idea artística de un ingeniero municipal, lo cual ya es por sí infrecuente, asunto extraño o de enigma, más siendo de procedencia municipal. Eso mismo, en Gijón, de muchos más peritos que ingenieros, es imposible. No es fruslería o moco de pavo, llámese como se quiera, que el ingeniero de Oviedo, el de lo del Paraguas, se apellidase Sánchez, habiendo muchos galliformes o pavos y pavitos, en el Campo de San Francisco y cercanías.
b) Por ser el destino de tantas lecheras, mujeres a lomos de caballerías, burros y burras en la mayor parte, que, procedentes de la aldea de La Manjoya, arriba de San Lázaro, descendían por mi calle, la de Sacramento, tan rezadora más antes que ahora, que miraba y sigue mirando a los «chalecitos» del «Prao Picón», entre ellos el de Manzanares, el del Tabularium, tan recordado, y con cuyo hijo comí churros, de la acreditada factoría de Róbi, el de la esquina con Rosal, en la última Feria del Desembalaje, en Gijón. Las lecheras accedían a la plaza paragüera desde sus aldeas, de San Claudio, Lugones y otras, y si reparo en las de La Manjoya es por ser las más cercanas a mi residencia, la de la calle Sacramento, atando los asnales a los torcidos, por viejos, postes de madera de luz eléctrica.
c) Y por la leche misma, «que es la leche», no siendo pregunta por no llevar el «que» acento. Leche en cuanto objeto nutricio muy de astures. Hace unos días, leyendo al antropólogo Lévi-Strauss, supe lo de algunas etnias africanas, en las que las mujeres prolongan la vida de los viejos agonizantes, dándoles a mamar sus pechos, lo que me pareció impresionante. Siempre pensé que la leche era alimento de bebés y no de viejos. Y una leche materna con ese calorcito, ternura y sensualidad tan característicos del seno femenino...
No había caído en la cuenta de que el mismo seno, que es instrumento de alimento de bebés, es también objeto erótico de adultos y de bebés, llamado el todo por los físicos, psíquicos y hasta por los tísicos «el erotismo mamario». Frente a delicadezas de hembras, recuerdo barbaridades de machos, como que el origen del cuello alto de las jirafas, trae causa en los cabezazos entre machos en competición por la hembra para ofrecer la hoja más verde y más alta.
Lo último es rico en consecuencias, pero aquí, quedo por hoy. Sólo recordaré, como añadido que, rodeado de ganado vacuno y bebiendo mucha leche, en una aldea de Villaviciosa, superé sin problemas la pandemia del Covid. Por eso, protesto y pataleo del afán aldeano de llevar las vacas al matadero, que me parece un insoportable matricidio. Y Milagros de la Vaca leí en El País el 4 de marzo, siendo autora una dama, de nombre Berta, quien dice ser eso tan nuevo que es lo de «investigadora cultural». Admiro el cuerpo de la vaca y sus casquerías, y sobre el cuerpo humano digo lo mismo que escribiera Mario Benedetti en 1987: «El cuerpo no es pecado ni virtud; no es cárcel ni paraíso, sino un envase, una máquina natural que alcanza máximos rendimientos y que tiene averías». Siempre fui de leche de vaca y no de burra.
II.- Oviedo, ciudad de caballitos
Que Oviedo es ciudad equina y caballar resulta indudable. No es casualidad, en primer lugar, que el inicio, en Oviedo, de las Fiestas de San Mateo, a principios de septiembre, fuera con el llamado «Concurso Hípico nacional», en el campo de San Lázaro, muy cerca de La Malatería y del Seminario Metropolitano, entre el prado llamado de «Los catalanes» arriba, hoy de pisos y más pisos, y abajo ya cerca de la vía del ferrocarril Vasco, con destino a Collanzo y Pravia. La inauguración del terreno del Hípico fue con aspersión de agua bendita por don Oscar de la Roza, a principio de los sesenta, párroco de la «patriótica» Iglesia de San Francisco, la de «La Gesta». y también muy «cabezón», don Óscar, que fue otro bombillu ovetense.
Es importante, en segundo lugar, que se llamase «La Herradura» al espacio de amor y ocio, debajo de El Bombé, en el Campo de San Francisco, también al principio de las Fiestas. Aún recuerdo, a la para mí prohibida entrada, viendo allí, altivos, a los dos cupidos amorosos, con flecha y arco, que rodeaban la herradura de la SOF. ¿Llevarían herradura los de la SOF? me preguntaba. Y Oviedo es tan caballar, con relinchos o sin ellos, que hasta de los equinos hizo una sinécdoque, pues caballitos, entre Santa Susana y el «solaron» de Sedes, en las llamadas Barracas, sólo había un carrusel redondo, en el que subían y bajaban, mecánicamente, caballitos, y acabando por llamar «caballitos» a todas las barracas: desde las churrerías, casi en Santa Susana, dando la espalda al Alfonso II, hasta el Teatro Argentino, ya arriba del todo, en el Campo de Maniobras.
Y El Caballo fue llamado el importante comercio de maletas y bolsos en la llamada Plaza del Ayuntamiento, con tres escaparates, siendo atendido con diligencia por madre e hija, parientes de Doña Concha, esposa de músico de banda, la municipal del Bombé, que vivía en la calle Magdalena y que tenía una nieta, llamada María Emilia, que tanto me gustaba. Ese portal, en Magdalena, para cortejar, tenía a la derecha una perfumería-droguería llamada Maraña, justo enfrente de la papelería Norniella y la confitería Niza.
Interesante lo del comercio El Caballo, además de por lo ya escrito, fue que en el local de al lado, el llamado Palacio de la Radio, hubo un atraco, en el que fue golpeada la dueña, más calva que pelona, una viuda, con resultado de lesiones. Por ser ovetense y de los pocos que quedamos según mi admirado Masip, tan ejemplar, mi fijación caballar fue intensa. Examiné con detenimiento al caballo de Troya y al astuto Ulises, contados en la Odisea, y al que Dante condenó (a Ulises) al Infierno en el Canto XXVI, dentro del círculo octavo «por el engaño del caballo, que fue la puerta por donde salió la noble estirpe de los romanos».
Y aquí recordaré un enredo en el que participó don Alberto Polledo, al que pedí en la Librería Santa Teresa de Oviedo, por indicación de mi magnífico profesor de griego, Valentín de la Varga, el libro (inexistente) de La Ilíada de Luis Segalá, debiendo haber pedido La Ilíada, la genuina, la de Homero, no la traducida por don Luis Segalá. Don Alberto Polledo, con ironía, me dijo primero que no conocía tal libro y luego me entregó La Ilíada fetén, de Homero, la de la Colección Austral.
No fui indiferente a Rocinante, el del caballero andante, habiendo meditado, como si fuera el Kempis, el capítulo primero de la primera parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha; también medité el capítulo VII del mismo libro y de la misma manera, el de Sancho Panza y su jumento, el del burro «Rucio». Sólo hace días, leí el interesante artículo Indios a caballo en las películas de vaqueros, escrito por Gabriel Zaid en la revista Letras libres, número 260, de febrero pasado, páginas 40 y 41.
Y qué decir de Babieca, que junto al Cid y a su esposa Jimena se habría paseado por la ovetense plaza de La Catedral, a la que mira el edificio con faroles enormes, que fue de la Caja de Ahorros de Asturias y que hoy es de los antiguos dueños de Villa Magdalena, que dicen querer convertirlo en hotel, como lo del edificio del Monte de Piedad en la calle Instituto de Gijón, también en hotel. Se advierte, que aquella Jimena no es la Gimena de ahora, aunque ambas fuesen asturianas, y ambas fuesen muy de dietas y regímenes.
III.- Los caballitos de La Escandalera
De todo lo que antecede, podrá deducir el lector o lectora la importancia concedida a los caballitos de la plaza de la Escandalera, aunque sean esculturas, en bronce, situadas no dentro de la llamada Oficina Principal de la Caja de Ahorros de Asturias, sino en suelos, fuera, de dominio público. Esculturas de asturcones esos, de raza autóctona, al parecer también «ponis celtas». No son, precisamente, como los cuadrúpedos grandes, con o sin jinete, siempre machos, pintados por Velázquez, el del Barroco; grandes como grande fue el montador macho, el Conde-Duque de Olivares, pasión de don Ignacio de la Concha, catedrático de Historia del Derecho, que terminó muriendo, el Conde-Duque, no don Ignacio, en Toro, pueblito de la pueblerina Zamora. Ni falta que hace a nuestros caballitos asturcones, muy rabudos, tanta grandeza.
Muchas preguntas podríamos hacer a propósito de esos caballitos, siendo la principal la siguiente: ¿De quién son en la actualidad? Sabemos por lo publicado hace años, en 2012, que, por esas tres piezas equinas y sus respectivos moldes de madera, Cajastur pagó en 2005 más de un millón doscientos mil euros más IVA, pago que fue fraccionado en dos anualidades. Las piezas fueron adquiridas a Aqualium Spain, con motivo del 125 aniversario de la primera entidad financiera de Asturias, ya denominada Cajastur. Las piezas escultóricas fueron realizadas por el artista valenciano, no asturiano, Manolo Valdés, y adquiridas a aquella sociedad, como dije, estando vinculada a Álvarez Cascos y compañera/esposa.
Resultaron fascinantes las broncas y reproches, más tarde, entre Álvarez Cascos y Menéndez, que las guardaremos para otro momento, así como las loas periodísticas pagadas a precio de publicidad de Cajastur. La corrupción, prevaricaciones y cohechos, desde tiempo inmemorial, fueron llamadas publicidad. Para contraste, señalemos ahora el sepulcral silencio de los entonces protagonistas, muy gallitos.
Sería interesante conocer el documento público por el que el Ayuntamiento de Oviedo autorizó la ocupación de suelo público con los tres caballitos de Manolo Valdés, como también sería de interés conocer la Escritura pública de «Aportación a Dotación Fundacional», de fecha de 5 de agosto de 2014, que, aunque ese tipo de escrituras se llaman «publicas», su conocimiento no es público ¡Si sabré yo de esos camuflajes y mentiras! Y una Escritura, la de 2014, que los de la Fundación Cajastur, ahora, llevan al Registro de la Propiedad, gota a gota, como recomiendan los oculistas echar colirios en los ojos enfermos, «pitosos».
Los caballitos de marras, por ser esculturas, no son, naturalmente, semovientes; son más inmuebles que muebles en terreno público, y no pareciendo estar en el vuelo de esa concesión (aparcamiento de vehículos), a la que el 7 de septiembre de 2023 el periódico Nortes se refirió en titular. «Concesión» a Masaveu, apellido alejado de la Caja de Ahorros hasta que Menéndez fue presidente de la Caja y Felipe Fernández su director general. Un parking muy necesario para el caso de que el hoy edificio de Unicaja, antes de la Caja de Ahorros de Asturias, en La Escandalera, se destine a demandadas viviendas; eso también, con las autorizaciones necesarias, que sonarán a trompetillas como matasuegras. Y los de UNICAJA haciendo Caja a costa del ahorro de los asturianos.
Y es que, como bien saben los juristas que cobran, las cosas sencillas han de complicarse, hacerlas ininteligibles, pues por lo complicado se cobra más que por lo sencillo. Y eso que es normal en lo del Derecho, es más en lo llamado Financiero, aunque se pague dos veces, una vez por el consumidor o currito individual y otra con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, el salvador éste de bancos y cajas de ahorro, y de lo que se suelen olvidar, ganando así más y más, hasta el infinito.
IV.- Otras informaciones
En artículos anteriores, Es más fácil empezar que acabar y Los dientes de Unicaja en La Escandalera de Oviedo, mencionamos al periodista Javier Cuartas, informante también en los años 2000 y 2023 de Cajastur. Algo ya escribimos de lo del año 2000, titulado El Gobierno socialista de Asturias destituye al presidente de Cajastur. En ese texto también se escribió de la cercanía de Menéndez a Luís Martínez Noval, que fue este último el sugeridor al entonces presidente socialista del Principado, Antonio Trevín, para que nombrase a Menéndez presidente de la Caja.
Tuve ocasión de comprobar personalmente la bonhomía de Martínez Noval en aquel tiempo, y ello con ocasión de mi ejercicio profesional (el de notario). Y más tarde, acaso sin tener relación con la cercanía más arriba indicada, me llegarían noticias de que en el mismo Departamento de Economía Financiera de Menéndez también trabajaba la esposa de Martínez Noval, siendo acaso esa, la «afinidad académica» de la que escribió el periodista, que añadió: «El PP y URAS hicieron en el año 2000 frente común con la dirección del PSOE para defender a Menéndez con el propósito de impedir que Álvarez Areces pudiera llegar a controlar la Caja».
Esto último es emocionante y palpitante, por lo que para evitar cardiopatías aquí lo debo dejar, no precisando cafinitrinas ni otros dilatadores de membranas sensibles. La interrupción se impone, pues, aunque sólo sea por días. Esto se pone tan interesante como descubrir los crímenes en el Oriente Express escritos por Agatha Cristie.
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