Mi carro me lo robaron
Estando de compra
De compra en Día.
Mi carro me lo robaron
Cargando a cuestas,
La mercancía.
Así de simple, me quedé sin carro cuando iba a recoger la compra para llevarlo con más comodidad a casa.
Además un carro viejo, feo, sin otro atractivo que la codicia humana o el fastidiar al prójimo.
¿Qué puede haber pasado por esa mente al apropiarse de algo que no es suyo, que lo ha traído al supermercado otra persona para su uso personal?
Que lo ha depositado como otro día cualquiera en su lugar correspondiente y con la tranquilidad de haberlo dejado en buen recaudo.
Pero, ni por esas. Somos de lo que no hay. Y no me vengan con el modismo: «Es lo que hay».
Me niego a comulgar con esos estereotipos y frases hechas que no son reflejo de nada.
El carro de la compra. Hoy, era un día de este invierno primaveral. Y, por comodidad y defensa de la intemperie, me dije: «agarro» el carro y me voy de compras.
Cómo iba a imaginar que en el momento preciso, en el que me iba a prestar el servicio correspondiente, unas manos negras, oscuras, tramposas me iban a privar de este apoya singular como es el carro de compras para las personas de la tercera de edad.
¿Me habrían estado vigilando cuando al llegar, totalmente confiado, deposito el objeto tan práctico como es el caro de la compra, en el lugar habitual?
Ni que hubieran estado al acecho de mis pasos y con radar de IA el campo del otro. No respetarles hubiera soplado el momento del atraco.
Hasta en una cosa tan elemental, de uso común y de practicidad total, somos capaces de invadir el campo del otro.
¿Qué tipo de sociedad estamos dejando atrás? O, ¿es que somos así desde el paraíso terrenal?
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