Muchos son los análisis sesudos que están surgiendo estos días para interpretar lo que ha sucedido en Galicia. Que si el voto de castigo por la amnistía, que si el voto en clave territorial. Todas son hipótesis plausibles, pero ninguna puede ser validada sin los datos en la mano. Y para eso hay que esperar a que se publiquen las encuestas poselectorales.
Tampoco podemos descartar que muchas de ellas se hayan dado al mismo tiempo. El pasado 18 de febrero votaron 1,5 millones de gallegos. Asumir que todos tenían las mismas motivaciones a la hora de depositar su voto en la urna es pecar de ingenuidad.
Pero lo que sí es cierto es que, con los datos en bruto, se pueden hacer algunas consideraciones interesantes. Una de ellas es la del voto dual. El voto dual viene a significar que un elector opta por diferentes partidos políticos dependiendo de los comicios electorales.
Está claro que el PP no sufre esta circunstancia. En las elecciones generales del 2023 obtuvo el apoyo de 712.000 personas, una cifra muy similar a la del pasado domingo (700.000 votos). En cambio, en la izquierda sucede todo lo contrario. El trasvase de voto es considerable. El PSOE obtuvo el respaldo de cerca de 500.000 electores en julio del año pasado, mientras que en las elecciones al Parlamento de Galicia la cifra se redujo hasta los 200.000. Esta cifra prácticamente coincide con lo que ha subido el BNG de unas elecciones a otras, a saber, de obtener 150.000 votos en las generales a 467.000 en las gallegas.
¿Cómo se explica este voto dual? Volvamos a la noche electoral del 23 de julio. Pedro Sánchez expresó, con solo dos palabras, su estrategia política: «Somos más». No podía referirse a su partido, ya que el PP había obtenido más votos y escaños. Ni tampoco estaba incluyendo a sus colegas de la coalición del Gobierno. Sánchez estaba insertando en la ecuación a todas las fuerzas parlamentarias nacionalistas, independientemente de su ideología.
La estrategia del líder socialista es desintegrar su partido. Lo ha dejado caer estos días al afirmar que urgía «considerar liderazgos» en los territorios «que incluso trasciendan a la marca [del PSOE]». Es decir, el PSOE se ha convertido en un partido confederal, pero la confederación no está compuesta por sus marcas territoriales, sino por los partidos nacionalistas de esas regiones.
En la encuesta preelectoral del CIS hay un dato que confirma esta teoría, al menos para Galicia. Entre los que votaron al PSOE en las elecciones generales, el 36,3 % prefería a Ana Pontón como presidenta, mientras que el 37,5 % se decantaba por el candidato socialista.
La estrategia de Pedro Sánchez es la de mantenerse en la Moncloa a toda costa, aunque eso signifique sacrificar a su partido. Allá donde no llegue el PSOE, lo hará un partido nacionalista. Ha renunciado a ser un partido de gobierno para la mayoría. Pedro Sánchez ha levantado un muro contra las derechas, el problema es que ha trazado la frontera en un lugar desde el cual las diferencias entre nacionalistas y socialistas se difuminan.
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