La lengua queda y los ojos listos

OPINIÓN

El presidente de Vox, Santiago Abascal, durante una sesión en el Senado
El presidente de Vox, Santiago Abascal, durante una sesión en el Senado Eduardo Parra | EUROPAPRESS

22 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Dice Vox que está en contra de la reducción de la jornada laboral propuesta por el Ministerio de Trabajo. Concretamente, anunciaron ayer que se opondrán a la medida «del mundo ‘happy flower’ de Yolanda Díaz». También señalaron que el tejido empresarial español es como es, con sus pequeñas y medianas empresas, y que lo que necesitamos los españoles es estabilidad y sueldos que nos permitan llegar a fin de mes, lo que está en las antípodas del amor incondicional del partido ultra por el despido libre y la eliminación del SMI. Poseen una prodigiosa résped, como las víboras, con la capacidad de decir una cosa en público y hablar de todo lo contrario cuando están a solas.

No estoy muy sorprendido por la oposición de Vox a la medida, pero sí me ha llamado la atención lo del «mundo happy flower». En España, el trabajo se desarrolla con obscena frecuencia bajo la humillación y el maltrato. En trabajos duros es casi una constante, y en esos mismos trabajos duros se encargan de señalarte a menudo que eres lo peor y te pagan en consecuencia. Esta característica es tan española, que podemos encontrar ese proceder en el capítulo cuarto del Quijote, donde un labrador azota a su criado, al que deje dinero, atado a una encina. Don Quijote logra, mediante amenazas, que el labrador, que ya se daba por muerto, desate al criado, deje de azotarle y acceda a pagarle la soldada debida, así que el caballero andante se retira, aunque el criado sabe, y así lo hace saber, que cuando Don Quijote abandone el lugar, el labrador desollará vivo a su criado sin darle un real. El ingenioso hidalgo insiste en que se las verá con él si no cumple con lo prometido y abandona el lugar orgulloso por haber deshecho el agravio. Lo cierto es que el vaticinio del criado se cumplió, y así se hace saber más adelante. No es ninguna exageración comparar esto con el trabajo hoy en España: el empresario trata mal y paga peor al trabajador, y solo la presencia de un inspector de trabajo dulcifica la situación, que vuelve a su estado original en cuanto el inspector sale por la puerta.

La derecha de este país es como el labrador que azota al criado, pero no solo se conforman con eso, además venden una idealización del mundo laboral en el que la destrucción mental y física es una virtud, y quejarse es de parguelas. Ya no pueden vender el asunto con aquellos carteles de regímenes totalitarios con retratos de trabajadores imposibles, perfectos, sin sudor ni sufrimiento, asépticos, abnegados y dúctiles como si esto fuera una virtud y no una monstruosa mentira. En su lugar se explota la imagen de la persona trabajadora dura que aguanta el destrozo que le produce un trabajo idiotizante que es la única realidad posible, la única forma de trabajar, y eso le convierte en héroe español aunque las únicas medallas sean la muerte prematura o el despido. Todo lo demás, es decir, la mera intención de mejorar sensiblemente las condiciones laborales, es vivir en un «mundo happy flower», es no saber qué es España, aunque Miguel de Cervantes la describiera con tanto acierto ya en el siglo XVII. En mi memoria siempre se une el recuerdo del capítulo cuarto del Quijote con el deseo de que  la promesa no cumplida por parte del caballero andante de ensartar al labrador con la lanza si tiene la osadía de no obedecerle, se hubiera cumplido. Pero eso sería demasiado «happy flower», supongo.