I.- Los quioscos de mis amores:
Me gusta que los quioscos se parezcan al primero que conocí, que no era, en verdad, un quiosco, pues no estaba en parque o jardín; quiosco de verdad fue La Chucha, que estaba en el Campo de San Francisco, mirando a lo que era La Herradura, con sus cupidos amorosos a la entrada durante los San Mateos de Fiesta. Mi primer quiosco, femenino de nombre, se llamaba La Boalesa, que estaba en la calle Santa Susana de Oviedo, entre una ruidosa imprenta, la del Grossi, con máquinas y rodillos imponentes, y un garaje que olía a neumáticos; enfrente estaban «los castos» del Alfonso II, mucho más que los Maristas, vestidos éstos en Botas (Uría) y aquéllos en Saldos Arias (Suarez de la Riva).
La Boalesa era tienda pobre, con olor a pote de berzas y un mostrador de madera que limpiaban frotando lejías y sosas: allí vendían palos de regaliz a perrona, chicles y pitillos sueltos, de rubio americano, un Lucky o un Chéster.
Por ser parecido al primer «quiosco», me gusta tanto el de ahora, que también es un local, de nombre Favilo, que, aunque éste fue hombre, pudo ser mujer, Favila, siendo sabido que en la gloriosa monarquía asturiana el único macho, sin mancha, según la leyenda, fue Pelayo. Favilo está situado en Gijón, cerca de la plazuela San Miguel, no la del santo sino la del militar (Evaristo), que no son lo mismo, aunque de oficio parecido. Abelarda, mujer de carácter, trabajadora y autónoma, con pelos en lo más alto de tintes varios y nuevos, en su Favilo vende lo que anuncia: «prensa y golosinas». El desorden en el interior del local es total: periódicos de papel por los suelos, golosinas por los altos y muñecas de trapo por los medios; allí todo está alborotado, como gallináceo o cubil de leones: es una autentica leonera.
Si en los estancos de la Compañía Arrendataria sólo hay estantes con veneno, estando todo estancado y ajustadamente encajonado, lo de Abelarda en su Favilo todo es mixtura, marrón, ni blanco ni negro. Por haber leído la Biblia sé que no hay paraíso sin serpiente, siendo por eso los bífidos unos animales sagrados que viven con Dios. Me pregunto cada vez que voy al quiosco: ¿Dónde esconderá Abelarda, en su chiringo paradisíaco, la serpiente? ¿Será de las serpientes que muerden a sí mismas empezando por la cola o que muerden a los otros, tengan colas o no las tengan? ¿Tendrá la serpiente de Abelarda párpados para abrir y cerrar los ojos, descansando de mirar, o carecerán de ellos para hipnotizar así por continua mirada a las víctimas?
En Favilo, adonde tanto voy, comprobé la diferencia entre Francia y España en cuestión de quioscos, pues allí, en los franceses, además de diarios, están y siguen estando, los semanarios (hebdomadaires) de siempre, tales como Le Point, L´Express, Le Figaro Magazine, L´OBS. Aquí, en España, los semanarios, tan importantes en la Transición política de los seventies, como Cambio 16, Gaceta Ilustrada, Triunfo, Cuadernos para el Dialogo, desaparecieron todos. ¿Por qué habrá sido? Los quioscos españoles, ahora, están escasos de papeles, pues no venden ya semanarios y sólo algún diario. Ya me lo repite Abelarda, que su esperanza está en la pensión de jubilación, soñando con cerrar, y entretanto, se consuela con los «chuches de colores» y las pipas.
Escuché a un adolescente decir a otro hace días, apuntando con el dedo a un titular de periódico, que estaba en el suelo: «Lee eso, tío, es que yo flipo», «y yo también flipo», respondió el otro, después de la lectura. Lo de flipar, que exige compañía de pronombre personal, me recordó haber leído hace años un artículo titulado con ese verbo nuevo, escrito por un catalán, Francisco Casavella. A ese catalán ya fallecido en 2008, unos ovetenses también fallecidos, de la Tribuna Ciudadana que no sé si está viva o muerta, y de tertulia vieja en el fallecido café Alvabusto, premiaron con el nombre de una novela de Pérez de Ayala (Tigre Juan), nacido en la calle Campomanes de Oviedo, y tan de esa calle, que hasta se dijo que fue concebido allí mismo.
Encontré el artículo de Casavella, que lo inicia recordando que el término «flipar», ya estaba incluido en el primer diccionario de Spanglis, recopilado por Ilan Stavans. Y más adelante escribe: «Generaciones de españoles enrollados han flipado que te cagas, o flipando pepinillos, o aún flipan de muerte encima de las mesas. Lo primero que cualquier español hace cuando le sale el primer diente de la diversión es flipar. Y flipa colorines». Leyendo tal párrafo se podría decir, con carácter aproximativo, que Casavella fue a Puigdemont lo que la IV Égloga de Virgilio al futuro Niño, hijo de Dios: vaticinio y profecía.
II.- Lo del joven Attal, todo un arcángel para el divino Macron:
Y en Favilo compré el Paris-Match, el número 3898, del 18 al 24 de enero, para leer la entrevista al nuevo primer ministro francés, Gabriel Attal, que fue izquierdas y ahora es de izquierdas, como es habitual, se pregunta eso tal fácil de saber en un político: ¿Seré capaz? Escuché la Declaración de Attal, de «Política general», que es tradición de la República francesa, un clásico, el 30 de enero último. Me impresionaron los fuertes aplausos y vítores cuando el primer ministro, más que ángel, dijo: «Ser francés en 2024, en un país en el que hace 10 años aún se desgarraba por lo del «matrimonio para todos», y poder ser primer ministro asumiendo abiertamente su homosexualidad, es prueba de que el país se mueve (bouge) y de que las mentalidades cambian». Francia es sin duda bouge y mucho bouge, o bullicio de pájaros, como los estorninos, que dijeron otros.
Se debe recordar lo que está casi olvidado, que fue lo que dijo el académico Jean-Marie Rouart a Giscard d´Estaing el 16 de diciembre de 2004, con ocasión de la entrada de éste en la Coupole o Academia de inmortales literatos, disfrazados de verde: «Francia es el país más literario del mundo: de Voltaire a Richelieu, de Rousseau a Bonaparte, todos creadores o inspiradores de instituciones y de sueños convertidos en leyes». Y no dejo de admirar el poder de seducción, como cobra hindú, de la viuda de Giscard, Anne-Aymone Sauvage de Brantes. ¡Qué clase!
Y dos acontecimientos de la pasada semana me hicieron olvidar la entrevista al joven Attal: De un lado (a), las importantes movilizaciones y amenazas de los agricultores franceses, y del otro (b), haber visto cómo llegaba a las librerías la tercera edición (2024) de un libro, escrito antes por Daniel Innerarity, que se titula La sociedad del desconocimiento (Galaxia Gutenberg, 2024). A propósito de Daniel Innenarity no digo jamás lo que suelo repetir siempre a mis amigos y vecinos escritores, que no es dicho mío, sino del británico Forster, el de Bloomsbury: «Queridos escritores amigos, cuya fama se aumenta, más y más, con cada libro que dejáis de escribir». Mis amigos no se enfadan, pues creen que no dudo de su arte y méritos creativos. De Daniel Innerarity, no obstante ser filósofo, leo todo: libros y opiniones, como explicaré más adelante.
III.- Lo de los agricultores franceses:
Empecemos con el acontecimiento letra a), que es trascendente, pues plantea cuestiones fundamentales para nuestras vidas, tales como alimentación y salud pública, agricultura y ecología, ganancias y retribución justa del trabajo en la agricultura. Cuestiones planteadas en un contexto y tiempo de soluciones complejas, técnicas y políticas, siendo la complejidad y la importancia sustantivos de causas y efectos interrelacionados: pues allí donde hay importancia hay complejidad, y allí donde hay complejidad hay importancia. Innenarity escribió: «Complejidad y densidad de interacciones». Pues eso.
No puede estar la situación más desnivelada en contra de lo agrícola, la agricultura y los agricultores; eso es injusto y con notoriedad. Por eso, la ciudadanía francesa apoyó a los agricultores; pero a la hora de decidir soluciones que puedan ir contra medidas ya adoptadas en defensa de la salud pública y la ecología, la ciudadanía dice (suspensión del plan Ecophyto): «Por ahí, no, que así no y que ya basta; no hacer legal, de ninguna de las maneras, un aumento de los venenos y/o pesticidas, pues la salud la tenemos amenazada».
La ciudadanía europea hace tiempo que tiene la sospecha de que se la está envenenando, con productos agrícolas tratados con pesticidas, y envenenamiento a base productos alimenticios industrializados. Llegué a escribir que nunca como ahora los «venenos comestiblv estuvieron tan bien presentados, tan bien empaquetados con forros de colores, en los centros de distribución para meter en carritos, terminando por explotar en barrigas e intestinos; cánceres y cánceres, a todos, agricultores y consumidores.
Así la ciudadanía no puede apoyar medidas tan dañinas para la salud pública, en beneficio de la agricultura, como suspender los planes de reducción de pesticidas. Y cuando el ministro español de Consumo denunció hace años las macrogranjas y el exceso carnívoro español en contra del medioambiente, se rieron de él y se consideró lo que denunció de «tontás». Es verdad que ese ministro siempre tuvo, por varias razones, escasez de crédito y ser provocador de risas, pero los lobbys de la alimentación obligaron a que callara. Es natural que el lunes, 5 de febrero, el ultraliberal Guy Sorman, escribiera: «Los agricultores que se manifiestan en masa, en Francia, Bélgica, Alemania o España, se hallan entre las primeras víctimas del ecologismo». Y el mismo día 30 de enero se descubrió, gracias a Le Monde y a Radio France, el fraude del agua embotellada.
Y acabo de enterarme: Ciertos tipos de tumores malignos van a tener la condición de enfermedad profesional de agricultores que «manejan» los pesticidas.
IV.- El libro:
Ya lo dije: de Innerarity leo todo, sus libros y sus artículos de opinión que archivo con cuidado. El último de opinión lo tituló Los miedos ajenos, que es una buena introducción para el segundo acontecimiento, el b), la tercera edición, la semana pasada, del libro La sociedad del desconocimiento. Y si en Los miedos ajenos empieza así, con rango de metodología: «Para entender a una sociedad es más útil examinar sus temores que sus deseos»; miedos de unos y otros, de los de derechas e izquierdas, teniendo todos miedo, y siendo de muy bobos acudir a falsas superioridades morales. En anterior artículo, de 3 de noviembre de 2023, El futuro de la democracia, se formuló esa pregunta de futuro: ¿Qué futuro tiene la democracia? ¿Qué futuro nos ofrece?
El autor nos introduce en los intríngulis y antagonismos, que eso es el libro, de manera amable, pues nos da educadamente la bienvenida a la sociedad del desconocimiento, con Introducción ya escrita en 2021, como para tranquilizarnos y sedarnos, pues lo desconocido agita los nervios, y de los ataques de nervios por causa de perplejidad, desconcierto y desorientación es posible hasta lo guerrero. Se entiende muy bien a Innenarity cuando carga las tintas de tanta desdicha contra el «entorno informático caótico», contra los responsables concretos y responsables de nuestra desinformación, y por causa de eso que se llaman los intereses inconfesables y que siempre es lo mismo: el dinero.
Dinero o cash que todo lo puede y todo lo compra, hasta las noticias, en tiempos de apariencia y falsedad, que eso es la tan cacareada imagen, con aprovechamiento de «jetas» por nuestra «tonta» ingenuidad desmedida y el descontrol de nuestras capacidades críticas. Y se entiende menos bien a Innenarity cuando no se refiere a la desinformación intencional, sino a la ignorancia «que no tiene sujetos culpables, sino circunstancias objetivas que hacen de ella algo inevitable, en todo o en parte».
Sin duda que el apartado del libro más importante es el primero (El conocimiento ya no es lo que era), dividido en siete apartados, entre ellos el llamado «Saber y poder», terminando el libro con eso que tanto aún nos debería inquietar, cual es el tema del conocimiento y la crisis del coronavirus. Destaca la paradoja que en 2020, el año del coronavirus, ha sido muy revelador y también muy opaco, por apenas saberse de efectos primarios y secundarios, caso, entre los últimos, de las vacunas, la duración de la enfermedad, la persistencia de efectos, el contagio, etc.
Y muy interesante lo de saber y poder, ciencia y política, función de científicos y políticos, asesoramiento científico y político. Decisiones políticas que han de ir precedidas de decisiones científicas. Pero en los grandes temas, también los de salud pública, hay que tener en cuenta la subordinación del poder político, muy frágil frente a los demás poderes. El poder político se asusta ante las amenazas de la ciencia a través de sus terminales poderosas, incluida la potente industria médico-farmacéutica, para que se tapen los errores, la ignorancia, la escandalera y se consiga el silencio ante praxis muy deficientes. Eso es bien visible en el oscurantismo en relación con los posibles efectos secundarios, a veces muy graves, a muchísima gente, por causa de las vacunas con ocasión del coronavirus. Y ni siquiera los médicos en la primera línea se atreven a decir lo que piensan cuando alguien les pregunta la causa de algunos males imprevisibles.
No obstante, tanto desconocimiento como hay en el libro de Innenarity, el autor apuesta por lo que bien conoce y juzga esencial: la libertad de expresión. En la página 44 escribe: «Una sociedad democrática se caracteriza por proteger celosamente la libertad de expresión y limitar al máximo la intervención represiva en el espacio de la opinión». En la página 81 continua: «Llegamos al convencimiento de que es mejor asegurar la libertad de expresión que otorgar a alguien el derecho de administrar la verdad». Es normal que la obsesión por la imagen ponga en riesgo la libertad de expresión; es normal para defender su negocio, algunos quieran ser los árbitros para decir lo que es verdad y mentira.
Yo estoy con Innenarity: «La equivocación no es un problema especialmente grave para la democracia, mientras que sí lo sería dotar de autoridad a alguien para establecer qué es verdadero o falso».
V.- Ya en Carnavales:
El pasado jueves, día 8 de febrero, se celebró el «Jueves de Comadres», colocándonos ya en Carnavales, que por ser tantos y tan variados, incluso en lo político, habrá de merecer especial atención. Asturias, aunque no es Venecia, también el Carnaval dará para mucho, empezando por lo del día 5 de febrero, y siempre sin olvidar lo del título, al principio.
Continuará.
Comentarios